El peso emotivo que cargan las palabras no deja de sorprendernos, especialmente cuando describen hechos aborrecibles. Valga el caso de los ecos que no se han acallado de la polémica generada por la tesis de Hanna Arendt acerca de la banalidad del mal, inquietante oxímoron acusado de banalizar el horror del aniquilamiento nazi en los campos de concentración.

Desde el psicoanálisis no valoramos los hechos desde una generalidad sancionada por el Otro social, sino desde su fundamento ético; el mal producido al otro nunca es banal, ya que siempre transporta una satisfacción por más que eso se pretenda banalizar en nombre de una obediencia debida y/o de la aplicación de un procedimiento burocrático. En un análisis es crucial estar advertido del sentimiento de culpabilidad (que siempre actúa por desplazamiento) para confrontar al sujeto con la responsabilidad real de sus acciones -agregaremos ahora: de la satisfacción de sus consumos.

Si bien podríamos sostener la banalidad del consumo en el mecanismo que reproduce objetos que le faltan al consumidor para satisfacerlo, ocurre además que el consumo no es banal ya que activa el trauma real que afecta a la humanidad: la inexistencia de una satisfacción adecuada entre el sujeto y su objeto; toxicomanías y adiXiones (escrito con la x de incógnita y de pregunta) así lo evidencian.

Para relanzar una investigación, no solo se hablará de los objetos que circulan en el mercado de consumo sino además del procedimiento subjetivo que procesa dicha satisfacción -ése al que en psicoanálisis, denominamos fantasma.

Trabajaremos en el Seminario Anual de TyA sobre “Lo que las toxicomanías y las adiXiones muestran, lo que en un análisis se inventa. Las respuestas de lo Real”, título con el que convocamos al mismo.

*Miembro de la EOL y de la AMP. Integra la Dirección de TyA Argentina.