Harta de invertir años y años –y billetes y billetes– para realizar una película, desencantada con las dificultades crónicas para conseguir un lanzamiento digno en medio de una cartelera comercial clausurada a prácticamente todo lo que no huela a pochoclo, abatida por la falta de ideas para nuevos proyectos y con la certeza de no saber muy para qué hace lo que está haciendo. Ese es el escenario emocional que le plantea la directora y guionista María Victoria Menis a su amiga y colega Franca González durante una de las primeras escenas Mi hist(e)ria en el cine. ¿En qué invertir el tiempo si se cuelga la cámara? La responsable de El cielito y La cámara oscura sabe que la crisis trae bajo el brazo las llaves de una nueva oportunidad, pero no tiene la más mínima idea de por dónde empezar, en cuál de todas las cerraduras que despliega el mundo moderno hacer el primer intento. Su amiga le muestra un posible camino a seguir: así como los escritores buscan inspiración para sus textos tomando apuntes de la vida cotidiana, ella debería tomarse un tiempo para pensar y, mientras tanto, filmar el entorno más cercano para que sea él quien inyecte combustible creativo a un tanque a punto de vaciarse.

Sobre la base de esas “notas fílmicas” tomadas por la propia Menis, quien aporta su voz y deja su figura casi siempre fuera de campo, se construye esta brevísima (apenas una hora, créditos incluidos) ficción con elementos documentales. O, si se prefiere, documental con elementos de ficción, dado que resulta muy difícil desentrañar qué proporción de cada vertiente incluye la mezcla. A fin de cuentas, la directora empieza su registro cotidiano filmando sus padres mientras los hace rememorar los inicios de su relación, pasa a sus hijos y a sus inquietudes artísticas, y de allí a algunos colegas y amigos con posibles nuevos proyectos en puerta. A todas ellos los retrata en una intimidad documental aunque filtrada por mecanismos de ficción que por momentos se tornan evidentes, como esa subtrama sobre la crisis vocacional de una de las chicas con la Menis busca espejarse.

La búsqueda es un viaje hacia el pasado y al origen de la cinefilia de Menis. Que es también la de toda la familia, con el recuerdo certero de una proyección de La ronda como la excusa para la primera cita de los padres. Los fragmentos de esos títulos bisagra en su formación primero como espectadora y luego como cineasta –La rosa púrpura de El Cairo, Ocho y medio, el cortometraje seminal Viaje a la Luna, la filmografía de Pedro Almodóvar– se cuelan en medio de un relato que en su primera mitad avanza de forma caótica y sin un norte claro, en línea con el desasosiego vocacional y personal de la realizadora. Pero Mi hist(e)ria… no es un pase de facturas público, aun cuando Menis está visiblemente enojada con el cine y persiga la idea de una catarsis colectiva. Sobre el Ecuador del metraje, ya con los ánimos más apaciguados, el film empieza a revelar un núcleo leve y entrañable, no exento de humor, asentado en la importancia de la pertenencia y la filiación. El cine como pasión y sufrimiento. Como la vida misma.