El director austríaco Lukas Valenta Rinner, residente desde hace diez años en Buenos Aires –donde estudió cine en la FUC– se dio a conocer en 2016 con su ópera prima Parabellum, un largometraje de ciencia ficción cuya trama se desataba a partir de unos saqueos en Córdoba. Este cineasta suele partir de lugares extraños o fenómenos raros en la sociedad para pensar una película. Hace un tiempo se topó con un anuncio en una página web que le llamó la atención: “El paraíso nudista en Morón”. Pensó que debía conocer ese club nudista swinger en la provincia de Buenos Aires. “Al conocer el lugar me di cuenta de que bordeándolo había un barrio privado”, recuerda Valenta Rinner. “Eso para mí era un motor muy lindo para una posible película. Más allá de la separación de ricos y pobres, también era una alegoría sobre la Argentina y el mundo de hoy”, recuerda el director. Cuando lo contactó el Festival de Jeonju (Corea del Sur), donde Parabellum fue galardonada, para saber si tenía un proyecto nuevo les comentó que tenía una investigación sobre ese tema. Como consecuencia, su segundo film, Los decentes, es una coproducción entre Argentina, Austria y Corea del Sur. Los decentes se estrena este viernes en el Malba (se podrá ver en lo sucesivo los sábados a las 18) y a partir del jueves 16 de noviembre también en Cine.Ar Gaumont. 

El film tiene como protagonista a Belén, una chica de unos treinta años que comienza a trabajar como empleada doméstica en una casa de un country. A metros del lugar hay una pequeña comunidad nudista. Si bien es tímida y muy callada, Belén se siente atraída por eso que desconoce y pronto se suma al club nudista. Y si bien se trata de un lugar donde se eliminan las represiones, este sitio no estará exento de tensión con sus vecinos ricos del barrio privado. Tensión que irá creciendo a medida que pase el tiempo.

Los decentes se estrena este viernes en el Malba.

 

–¿Cómo estableció los vínculos con el grupo de nudistas y cuáles eran las complicaciones de contactar actores?

–Hicimos una mezcla de actores y no actores para los nudistas. Sentíamos que, como todavía hay mucho tabú alrededor del nudismo, el casting iba a ser bastante difícil. Entonces ampliamos la búsqueda a las artes vecinas: modelos de pinturas, bailarines, gente del arte performático. Encontramos muchos. Era bastante obligatorio para nosotros llegar con un elenco al lugar. Obviamente, el primer día que llegamos, un montón de gente que estaba en el lugar nos preguntaba: “¿Están haciendo una porno? No, vamos a filmar una película, pero pueden participar”, les comentamos. De repente, tuvimos cada vez más gente. Frente al choque cultural con el nudismo fuimos ablandándonos un poco. 

–¿Cuánto tuvieron de registro documental las filmaciones en el club nudista?

–Teníamos escenas preescritas, pero yo armé una propuesta de dirección insertando elementos documentales. Por ejemplo, hacer planos de las rutinas que se realizan allí. Hay una escena muy bonita en la película que es el recital de poemas eróticos. Yo les di la tarea de escribir sus propios poemas a los actores y eso quiebra un poco la puesta rígida del director y se inserta un poco lo documental.

–¿Qué fue más complicado: rodar en el campo nudista o en el barrio privado?

–Esa fue la gran sorpresa de la producción porque nosotros siempre pensamos que iba a ser difícil para todo el mundo, y acercarnos y convivir. Pero la convivencia fue maravillosa. En realidad, después de un shock de inicio, nos insertamos muy bien. Finalmente, lo dificilísimo fue el barrio privado porque siento que la gente paga para su seguridad y no tiene ningún interés en que un equipo de filmación irrumpa ahí, más con un proyecto con cierta puesta radical. Entonces, tuvimos que dividir el rodaje en cuatro barrios privados y tratamos de crear un universo. Pero tuvimos muchísimas limitaciones durante el rodaje. Muchas veces teníamos que ir con equipos reducidos, en un solo lugar podíamos filmar interiores; en otro, filmar calles. Era un manejo de producción muy fino y complicado.

–¿Cuál es la filosofía en la que se inspiró para hablar de la libertad y de la represión?

–No sé si es una filosofía en particular. Con las películas siempre trato de hacerme preguntas con cosas que pasan alrededor mío. También reflexioné sobre los choques ideológicos que pasan hoy en el mundo, no solamente en la Argentina, ya sea de un capitalismo feroz o también sobre esas fronteras que existen en los barrios privados de Argentina, pero también acerca de las fronteras exteriores de Europa. Sentía que explorar ese tema ideológico entre los dos mundos podía servirme para pensar sobre lo que pasa hoy.

–¿Cómo trabajó la ambivalencia del personaje de Belén quien, a pesar de su timidez, deja de lado el pudor?

–Para nosotros, Belén era el equilibrio perfecto para que los espectadores se inserten primero en el barrio privado y que después puedan hacer el salto al otro mundo. Casi como Alicia en el País de las Maravillas, que va por el agujero y se encuentra con otro mundo desconocido que, además, es súper transformador para ella. Además, Los decentes es una película sobre la liberación de Belén: encontrarse como mujer, como trabajadora y también apoderarse ella misma de los espacios que habita. 

–¿Al igual que en Parabellum, quiso volver a trabajar con la idea del miedo al “otro”?

–Sí, es algo que atraviesa las dos películas. Siento que también es algo que está muy presente en la sociedad argentina y también en el mundo, que es el miedo al otro, a lo desconocido, de encerrarse y preferir vivir en un mundo protegido. Pero es violencia lo que crea también ese acto de separación.

–¿La película reflexiona también sobre la hipocresía que hay en torno de la sexualidad?

–Más que de la hipocresía de la sexualidad es una película que trata de preguntarse cómo están hoy en día representados los cuerpos en nuestra sociedad. Por ejemplo, si pensamos en Facebook e Instagram estamos viviendo en un mundo que nos hace representarnos todo el tiempo con imágenes bellas y perfectas. Y la película busca explorar otro mundo, en el que los cuerpos justamente no son perfectos ni bellos y que nos volvemos a encontrar con el ser más real, no el virtual. Y con cuerpos que representan más cómo es de verdad nuestra sociedad. 

–¿Pensó cómo puede ser recibida esta película por espectadores pudorosos o es algo que no lo inquieta?

–Justamente lo que trata de hacer la película es insertar al espectador que también tiene cierto tabú en un mundo que capaz desconoce, pero que durante su desarrollo podrá entender un poco más de ese mundo nudista y también relajarse y ver los cuerpos por lo que son. Justamente, esta historia no trata de sexualizar los cuerpos, a diferencia de lo que pasa en los comerciales y en las revistas, sino encontrar mundos desnudos, no perfectos pero como deben ser.