Murió una artista mujer, la rosarina Graciela Sacco, y se desató una marea que no se tiñó sólo de dolor y melancolía. Ese arrebato a la vida de una creadora en plena producción hasta sus últimos días hizo que se pusieran en palabras claras, firmes e impresas, y en tiempo record, el estado de habitar con malestar este mundo en estos días en el campo de las artes visuales. 

En 2014 en ocasión de su muestra “Nada está donde se cree” -que presentó en el Centro de Arte Contemporáneo de UNTREF- escribí para Las12: “Los últimos veinte años en la producción de la artista rosarina Graciela Sacco son producto de una pulseada, del estudio sostenido por mantener en un equilibrio vencedor sus preocupaciones sociales junto a la necesidad de crear un lenguaje, no sólo propio, sino también local en tiempos de globalización, sumando el atrevimiento siempre bienvenido de colocarse un poco más allá de la media en sus investigaciones en el trabajo con los materiales que aplica como soportes. Sacco imprimió fotografías en superficies de metal, pétalos de flores, piel humana, pan y tela y luego trabajó en video, realizó instalaciones con madera y plástico con helio: no se amedrentó ante ningún material y ningún material se resistió a sus intentos. Esos son los beneficios de un hada/bruja como podría considerársela dado el resultado siempre variado y a la vez versionado de sus producciones artísticas”. Así de valiosa era, algo más vacío queda el mundo sin su obra y no bastaron las lágrimas. La artista Leticia Obeid, probablemente sin saber lo que estaba generando, escribió en su muro de Facebook el mismo día de la muerte de Sacco: “En el medio de la algarabía y la alegre vida cultural amarilla de Buenos Aires, nos sorprende esta mañana una noticia helada: murió, demasiado joven, Graciela Sacco. Los amigos están desolados. Yo no la conocí personalmente, pero le tengo respeto y admiración a su obra y su legado, y lo mismo a su hija, Clara Garavelli, que se ha dedicado a investigar el campo del video local, con pasión, seriedad, talento, y sensibilidad de género. Pero esta noticia nos toca por diversas razones, sobre todo a las artistas mujeres, que la tenemos bien difícil en la escena cultural local. No me dan ganas de enumerar penurias, pero sí de proponer algunos puntos para tener en cuenta en nuestras prácticas”. De este modo, según ella misma cuenta, sin detenerse a considerar el estilo y con el vértigo de la necesidad bocetó con lucidez diez ítems fundamentales para ejercer en las prácticas que involucran al mundo del arte y a las mujeres que lo habitan destacando la solidaridad, el empoderamiento y deteniéndose no sólo en el relato de grandes épicas sino en los detalles que podrían considerarse pequeños pero que hacen al trabajo diario. 

Recibió 260 “me gusta”, entre ellos los de la académica Andrea Giunta que, producto de un debate que se dio a causa de este post a través de las redes,  extendió estos puntos a treinta y siete y los organizó por temas. Del debate participaron por mail o whatsapp o Messenger -porque nadie tenía tiempo para reunirse- Cecilia Palmeiro, Ana Gallardo, Cristina Schiavi, Marina de Caro, Gloria Cortez Aliaga de Chile, Marina Reyes Franco de Puerto Rico y Natalia Encina, entre muchas otras.

Esta fue la gesta de un movimiento poderoso creado por mujeres artistas visuales y académicas, galeristas y escritoras. Fue una bola de fuego que hizo del ardor del pesar un combustible del que nació un manifiesto original, que no le debe palabras a ningún otro texto, Compromiso de práctica artística feminista (ver aparte), y también se consolidó una organización: la Asamblea Permanente de Trabajadoras del Arte que se reunirá por primera vez el próximo sábado en La Verdi. El documento se editó en forma conjunta en un google.doc en menos de 24 horas producto del vértigo y la necesidad de decir. Ese documento lo difundió luego Palmeiro a más de 60 contactos vía Facebook y luego se colgó en Change.org, donde en pocas horas superó las mil firmas. Ya está traducido al inglés y al portugués y las adhesiones llegan de todo el mundo imparables. 

Sobre este movimiento explica a Página 12 Andrea Giunta: “Todo esto estaba en el ambiente, no es que tuvo que haber una artista muerta. NiUnaMenos, Las desesperadas por el ritmo, que vienen cantando y componiendo y bailando sus coplas con genealogías de artistas mujeres, la muestra Radical Women y su increíble impacto, Notsurprise y los escándalos de acoso sexual en el mundo del cine y en revistas como Artforum. Lo de Graciela Sacco fue especial porque en los años noventa ella experimentó muchos de los maltratos que allí se describen. Ella era muy conocida fuera del país pero dentro de la comunidad (sobre todo varones, pero también mujeres) la marginaban. Ella tenía una forma muy directa de decir las cosas y una seguridad total sobre lo que quería hacer y en un contexto de un arte que se planteaba desde otros parámetros, o donde las estrellas internacionales eran (o podían ser) solo varones, ella resultaba muy atacada. Entonces no es que fue marginada e invisibilizada, pero los logros le valían un ataque interno en términos a veces de muy baja calidad ética (dichos y rumores). Eso generó conversaciones entre Leticia (Obeid) y Ana (Gallardo) e impulso los diez puntos iniciales de Leticia. Pero todo eso se apoyaba en un esfuerzo de visibilizar algo que ya estaba activado”. Giunta habla con conocimiento de causa. Publica con frecuencia gráficas de sus estudios de estadística sobre el Salón Nacional del Arte y son vergonzosos. Sus siete años de investigación y trabajo para la muestra Radical Women los vivió soportando una oposición sistemática de colegas varones sobre todo, pero también de mujeres. Eso le permitió entender con claridad que en el mundo del arte había cosas que no se podían decir, de las que no se podía hablar y entonces decidió nombrarlas, publicarlas, decir con completa claridad. Las dijo también porque se armó una red que sostuvo sus palabras que se dio cuenta que no eran solo suyas. Ya había un movimiento, una alianza latente.

“Creo que es interesante que el documento sea largo -agrega-. No es un manifiesto de 10 líneas diciendo que estamos hartas y lo tiramos con fuerza. Son puntos que describen prácticas y comportamientos mínimos, detalles de la articulación específica del mundo del arte que existen. Pueden discutirse muchos puntos, pero en ellos hay una base de verdad y en todos hay experiencias personales que pueden generalizarse: todos los puntos fueron vividos. Tienen nombres de personas, fechas, contextos. No provienen de un ideario prestado o de bibliografía”. Quienes dieron el puntapié inicial están seguras de que el documento pone en palabras cosas que muchxs experimentaron. Es, en sí mismo, un lugar de liberación de la palabra. Esperan que la asamblea hará a partir de estas palabras un movimiento más amplio y diverso. La primera acción de la Asamblea de Trabajadoras del Arte será coordinar las acciones para el 8 de marzo, día de paro total.

Todas las que integran este desarrollo inicial aseguran que seguirán escribiendo, realizando obras visuales, videos, en la forma en la que lo hacían antes, no necesariamente con temas feministas, pero sí con una ética feminista que probablemente a partir de esta experiencia conjunta se expanda.