La primera imagen de un cepo que me viene a la mente es la de la película de Leopoldo Torre Nilsson en un su versión cinematográfica del poema gauchesco de José Hernández sobre Martín Fierro, en efecto cuando el insumiso no obedece las órdenes en el fortín al que fue enviado a matar indígenas forzadamente en una leva lo mandan al cepo como castigo.
Otra imagen de cepo es un tanto grotesca, está en el sobre del tabaco holandés para pipa marca Troost que yo consumía en la década del 80 cuando mis ingresos me lo permitían. Un personaje regordete consolaba a los condenados al cepo en la ciudad de Amsterdam con la fumata de su exclusivo tabaco aromatizado.
El patético mandatario a cargo de la presidencia del gobierno del Estado de la Región Argentina anuncia el levantamiento del cepo cambiario y vocifera que esto significa más libertad para la población.
Esto no solo es una falacia que encubre la devaluación efectuada y la continuidad de un empobrecimiento y despojo para mayoría de los habitantes sino que evidencia cómo se bastardean las palabras y los conceptos.
En la Argentina se priva del acceso a los alimentos esenciales a millones de personas, de medicamentos a millones de ancianos y hasta de personas que padecen graves enfermedades tales como el cáncer.
Las cifras de inflación que enuncia el gobierno son dibujos que inventan en los laboratorios de propaganda gubernamental, la vida cotidiana en este país se parece cada vez más a la distopía orwelliana de la novela 1984, pero no es una ficción sino una cruda y cruel realidad. Alcanza con observar la ferocidad de la represión semanal a las marchas de protestas de las jubiladas y jubilados frente al Congreso de la Nación, gases y hasta lesiones letales como la provocada al reportero gráfico Pablo Grillo.
Además el plan en marcha luego del acuerdo con el FMI implicará más precarización laboral, peores condiciones laborales, sobreexplotación de la fuerza de trabajo, en resumen un empeoramiento de las condiciones de vida para la mayor parte de las mujeres y hombres hijas e hijos del pueblo.
Frente a este sombrío panorama no hay otra senda a transitar que la de digna resistencia.
Carlos A. Solero