Mientras las ofensivas conservadoras buscan borrar los derechos conquistados por mujeres y disidencias con discursos de odio, el Festival Latinoamericano de Actividades Escénicas con Temáticas de Género (TEGE) en Temperley insiste en conmover desde la expresión artística. Desde hace más de cinco años siendo mucho más que un encuentro teatral, más de 6000 espectadores disfrutaron sus propuestas y más de 60 elencos nacionales e internacionales se subieron a sus escenarios. La edición de este año se llevará a cabo del 8 al 11 de mayo y contará con más de 12 actividades presenciales y virtuales provenientes de Argentina, Brasil, Paraguay y Chile.
Una ganancia de una falta
Es un tejido de voces contra la marea de retrocesos. Camila Carmona Díaz, Natalia Badgen y Melania Buero, las co-directoras de este proyecto binacional, tienen base en Cultura del Sur, un refugio cultural gestionado por mujeres y disidencias desde hace 18 años. También el festival tiene su edición en Chile, de donde es oriunda Díaz.
La idea nació en 2020, en plena pandemia, de una chispa que encendió una conversación entre Badgen y Díaz. “Estábamos analizando un festival en Chile, y nos dimos cuenta de que casi no había mujeres directoras ni dramaturgas”, recuerda Díaz. “Empezamos a mirar otros festivales, y era lo mismo: pocas mujeres, pocas disidencias. Ahí dijimos: ‘Hagamos nuestro propio espacio. Un lugar donde nuestras historias estén en el centro”. Badgen agrega que sintieron que había muchas creaciones sobre temáticas de género que no tenían lugar en las programaciones y a las que había llegado el momento de reunir.
“El machismo sigue estando muy presente en el teatro”, asegura Buero . “Desde el Ni Una Menos en 2014, la marea verde, Mira Cómo Nos Ponemos, hubo una visibilización enorme de nuestro rol. Pero los circuitos oficiales y comerciales siguen dominados por lógicas capitalistas y conservadoras. En el Teatro San Martín, hace unos años, apenas programaban dramaturgas o directoras”. Badgen asiente: “Por eso el TEGE es una red. Generamos trabajo entre compañeras, sostenemos, resistimos”.
La idea hizo pie en Temperley, en el corazón de Cultura del Sur, donde Buero, la tercera co-directora, trajo su experiencia y su compromiso con el territorio. “No queríamos que el festival fuera en Capital Federal. La descentralización fue clave. El conurbano es un territorio vivo, con precariedad, solidaridad, lucha, fiesta. Acá el arte nace de eso, y el público lo siente”, afirma Buero.
Desde su primera edición, el TEGE se propuso ser un puente latinoamericano. “Como era pandemia, sumamos lo virtual para llegar a más lugares”, cuenta Díaz. Así, compañías de Brasil, Paraguay, Uruguay y Chile se sumaron a la programación, que combina lo presencial con lo online.
Resilientes
La curaduría de cada edición es un acto político, un reflejo de los debates que atraviesan a los movimientos de mujeres y disidencias. “Este año, con tanto retroceso en derechos, quisimos destacar historias de aquelles que enfrentan adversidades y que se han sabido contraponer a las dificultades. Porque creemos que nuestro movimiento se va a poder contraponer a este gobierno o cualquier otro que venga y tratar de imponernos que nuestros derechos no han sido ganados”, reflexiona Badgen.
Hay obras como “Feita”, de Marina Castillo, que usa el humor para hablar de cuerpos diversos y la violencia hacia las diversidades. O “Suavecita”, sobre una mujer soltera con poderes extraordinarios. También “Baila la Chola”, de la murga uruguaya Nuevo Cutre, que problematiza la educación sexual integral. Y “Beatriz”, una obra de teatro de objetos sobre una mujer del conurbano. La programación es diversa: hay humor, drama, espectáculos para infancias, presenciales y virtuales, de artistas consagradas y emergentes.
“Hace unas ediciones llevamos una obra chilena sobre la maternidad a Fiorito, a una sala llena de estudiantes y madres. Fue increíble: se miraban, se reconocían, reflexionaban sobre sus vidas a través del arte. Fue un momento hermoso, de ver que la maternidad puede ser pensada desde el teatro, incluso viviéndola. Abrir preguntas, desnaturalizar lo que nos enseñaron, generar comunidad”, relata Badgen a la hora de pensar en todo lo que fue produciendo el Festival a lo largo de sus ediciones.
Buero interviene, apasionada: “No somos un festival que baja contenidos cerrados. El TEGE es un espacio en construcción. La gente se emociona, se enoja, se ríe, se siente parte. El territorio para nosotras no es un simple lugar físico, es un lenguaje, una memoria colectiva, una forma de ver el mundo y de hacer arte”.
La sostenibilidad es otro eje de esta edición. “Nos inspiramos en los movimientos que vinculan feminismos y activismo ambientalista”, explica Díaz. “Creemos que la subordinación de mujeres y disidencias está ligada a la explotación del medio natural. Queremos minimizar el impacto ambiental del festival: usamos energía responsable, promovemos emprendedoras locales en la gastronomía, generamos hábitos sostenibles”. Badgen agrega: “Es cuidar el territorio, nuestros cuerpos, nuestros vínculos. Es parte de la defensa de lo que somos”.
Para las tres, el TEGE es un tejido vivo. “Es un encuentro entre creadoras, territorios, luchas”, dice Buero. “Es un festival que no se calla, que no se detiene. Lo hacemos desde el sur, desde el conurbano, desde Concón, con la fuerza de las mujeres y disidencias”. Badgen cierra, con una sonrisa: “Se llama TEGE porque nos importa el género, pero también el tejido, el encuentro, lo que se entrelaza”, afirma Badgen. Desde los márgenes, desde el sur, estas mujeres construyen futuro. Y lo hacen con la certeza de que sus voces importan.
Se puede consultar más información en https://taplink.cc/festivaltege y en la cuenta de Instagram @festivaltematicasgenero.