En un proceso de apertura económica como el fomentado por el Gobierno las exportaciones aumentan pero al mismo tiempo desaparecen empresas por la competencia importadora. ¿Cómo lidiar con ese dilema para la política económica? Los episodios de protección industrial no fomentan las exportaciones, pero el tipo de cambio real actual tampoco fomenta la proliferación de actividades económicas por fuera de las extractivas. La producción sufre mucho más que el comercio. Son algunas de las problemáticas que plantean los analistas con respecto al cuadro actual de situación.
"En el primer trimestre de 2025 las exportaciones industriales están por arriba de 2023, pero la producción está 10 por ciento abajo”, confió Daniel Schteingart, director del área de Planificación Productiva de Fundar, a Página 12. En especial, aumentaron las manufacturas de origen agropecuario (un 37 por ciento respecto al primer trimestre de 2023), que se ven menos afectadas por el tipo de cambio real ya que Argentina tiene allí ventajas comparativas. Las manufacturas de origen industrial están casi en los mismos niveles de 2023.
“Este es un proceso que suele caracterizar a los ciclos liberales con apertura importadora. Las exportaciones industriales crecen –pese a la apreciación cambiaria- pero las importaciones crecen mucho más. Esto ocurre porque, cuando se normaliza el comercio, a muchas empresas se les abaratan los insumos y les resulta más barato exportar”, aclara el especialista.
A las exportaciones no les va tan mal pero un número pequeño de empresas exportan. En cambio, en materia de importaciones se da una sustitución en favor de los productos extranjeros que golpea a toda la industria. “El mercado interno tiene el mismo tamaño que en 2023, pero con un 17 por ciento más de importaciones”, remata Schteingart.
Las políticas del Gobierno promueven las entrada de importaciones mediante, por ejemplo, la reducción en el plazo para el pago de importaciones, la flexibilización de los controles anti-dumping, la eliminación del Código Alimentario para facilitar las exportaciones e importaciones salteando estándares de calidad, el permiso para la importación de maquinaria usada, la derogación del Sistema Estadístico de Importaciones (SEDI) que establecía requerimientos de información para poder importar, y la eliminación de las barreras no arancelarias como las licencias automáticas y no automáticas.
La entrada de importaciones pone en jaque a la producción industrial nacional y el tamaño de la crisis dependerá de dos factores mencionados: el mercado interno y el tipo de cambio real. “Si el mercado interno se desploma por la recesión y el tipo de cambio se aprecia rápidamente, entonces la apertura se sentirá fuerte. Si el tipo de cambio se mantiene alto y el mercado interno aguanta, el impacto de la apertura será más leve”, confió una fuente del sector industrial a este diario.
Como punto de contraste de los dilemas que enfrenta la política económica, Schteingart menciona lo ocurrido durante el gobierno de Alberto Fernández. “Entre 2019 y 2023 sucedió lo contrario al ciclo de apertura importadora: subió la producción industrial pero cayeron las exportaciones industriales. La producción creció gracias a la protección –se ganó peso en el mercado interno vis a vis los productos importados, con la consecuencia sobre los precios que subieron excesivamente- pero se perdió en materia de exportaciones”.
Un trabajo reciente de Argendata, la base libre de datos estadísticos históricos de Fundar, muestra que las exportaciones argentinas se multiplicaron más de 200 veces en los últimos 150 años, pero se estancaron desde 2007. En ese último lapso se sucedieron gobiernos de distinto signo político, pero ni siquiera los más “productivistas” pudieron impulsar las exportaciones. La única promesa en este sentido aparece por el lado de las exportaciones de hidrocarburos de la mano de Vaca Muerta.
El sector energético
“Recién a partir de 2024 ocurrió un cambio sistémico en el sector energético, se revirtió el declino de más de una década en materia de exportaciones menos importaciones y se pasó a un superávit de 5.700 millones de dólares”, rescata Juan José Carbajales, director de la consultora Paspartú especializa en energía. “Este año se prevía duplicar ese valor pero la novedad ahora es que no se llegará a exportar lo suficiente”. Esto debido a la caída en el precio del petróleo Brent afectado por la guerra comercial desatada por Donald Trump y la decisión de aumentar la oferta de los países de la OPEP Plus.
En abril se puso en marcha el oleoducto del proyecto Duplicar de la compañía Oleoductos del Valle SA. (Oldelval) que tiene a cargo el transporte del petróleo shale desde Vaca Muerta hacia el océano atlántico. Una obra de infraestructura de 545 kilómetros –cruza cuatro provincias- que se reconoce como la obra privada más grande en 20 años en Argentina y que permitirá que Vaca Muerta pueda sacar más provecho a su potencial de crudo. En materia de gas se realizan exportaciones regionales (Brasil, Chile) a través de gasoductos.
“Este Gobierno cambió la regulación y se enfocó en las exportaciones, eso benefició a las inversiones. Luego dispuso el RIGI para inversiones de gran envergadura pero todavía no se ve un resultado sistémico. Hay un foco en el desarrollo industrial para aumentar exportaciones pero el efecto multiplicador, o de traccionamiento de la cadena productiva interna, tal vez no sea el adecuado. Por ejemplo, se permite la importación de maquinaria usada sin aranceles ni límites” y eso preocupa a la industria local. “Otro problema es el encarecimiento del costo del capital en dólares en el país”, remarca Carbajales.
Donde sin dudas la producción en Vaca Muerta generó un impacto positivo fue en materia de sustitución de importaciones, con las compras de combustibles cayendo a un ritmo promedio del 40 por ciento entre enero de 2024 y enero de 2025. En 2024 se ahorraron casi 4.000 millones de dólares en importaciones energéticas. Caen principalmente las compras de gas y gasoil para la generación de energía eléctrica.