“Si no conocemos nuestro pasado o a los hacedores de nuestra cultura, no iremos muy lejos como pueblo”, la notable afirmación sale de la boca de Roberto Espinosa, artesano del lenguaje que, durante más de cuatro décadas se desempeñó como periodista en el diario La Gaceta de Tucumán.

Esa experiencia lo llevó a dialogar con uno de los hombres imprescindibles del acervo popular nacional: el Cuchi Leguizamón. Las charlas con el emblema salteño se convirtieron en un libro que hasta hace poco estaba agotado y fuera del alcance de muchos.

Así, en el marco de las diversas actividades programadas por la Academia Nacional del Folklore en la 49º edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, se abrió la posibilidad de recorrer esas páginas, reeditadas y ampliadas,

Más tarde, el reportero tucumano reflexionó sobre esa experiencia en una extensa conversación.

Luis Castiñeira de Dios, Espinosa, La Negra Chagra y Juan Falú (Imagen: gentileza Darío Pizarro)


—La primera aparición de La memoria del olvido, sucedió en 2017¿Qué lo motivó a reeditarlo en la actualidad?

—“Cuchi Leguizamón. La memoria del olvido”, se editó en 2017, con motivo del centenario del nacimiento del Cuchi. La edición se agotó en tres meses en Tucumán. Quedó pendiente presentarlo en Salta y en Buenos Aires. En los años posteriores recibí a menudo mensajes de interesados de otras provincias por el libro. Le sugerí este año a mi editora, Constanza Toro, publicar una nueva edición con la idea de llevar con el libro fuera de la provincia y estuvo de acuerdo.

—¿Qué recuerda de los orígenes de ese proyecto que hoy vuelve a estar disponible en formato papel?

—En 1989 le propuse al Cuchi hacer un libro, le gustó la idea. Le envié un meduloso cuestionario. Él sugirió que siguiéramos como modelo las Conversaciones de Eckermann con Goethe. El plan era irme unos días a su casa para grabar nuestras charlas, hecho que se concretó en el 92, pero en ese momento el Cuchi había empezado a perder la memoria, lo cual hacía vana la tarea. Al cumplirse el centenario, me pareció bueno recordarlo con un libro, que editó el diario La Gaceta de Tucumán, donde ejercí el periodismo durante 42 años. Se trata de un libro periodístico que reúne seis entrevistas largas que le hice al Cuchi entre el 88 y el 92. A ellos se suman testimonios de artistas muy conocidos a nivel nacional, provincial y amigos, a quienes entrevisté: César Isella, Manolo Juárez, Suna Rocha, Liliana Herrero, Jorge Marziali, Juan Falú, Luis Víctor Gentilini, Violeta Hemsy de Gainza, Leopoldo Castilla, la Negra Chagra… Se incluye un artículo sobre Preludio y Jadeo, la pieza dodecafónica, analizada por Eduardo Alonso Crespo, otros de los investigadores Diego Madoery e Irene López que abordan la primera etapa de la producción cuchichesca y la identidad y su inserción de la obra. El sentido era hacer un libro coral que tuviera diversas entradas.

—¿Qué descubrió en esa serie de charlas con el Cuchi entre 1988 y 1992, qué redescubrió en el proceso de volver a publicarlas, que frases o gestos resuenan aún hoy en usted de esos diálogos privilegiados?

—Releer el trabajo inicial para su corrección implicó deleitarme nuevamente con las opiniones del Cuchi que van desde lo familiar, pasando por la música, la política, la religión, la filosofía, la historia… Su mirada crítica, incisiva, vestida de ironía, nos aproxima a un pensador de la realidad argentina, que va más allá de lo musical.

—¿Qué lugar ocupa el Cuchi Leguizamón dentro del mapa cultural argentino y por qué creé que es necesario revisitar su figura desde la palabra escrita?

—El Cuchi no sólo es un pilar de la música popular, sino también uno de los principales representantes de la cultura argentina. Su obra contribuyó a hacer evolucionar el folclore, aportándole nuevos enfoques armónicos que han bebido del jazz, del impresionismo, de la bossa nova. Su máxima creación fue el Dúo Salteño, que incorporó una nueva forma de expresión vocal. El Cuchi fue un transgresor, un rebelde de nuestra música, un gran observador de la naturaleza y del ser humano. Si hubiera que elegir cinco creadores de la música argentina diría que el Cuchi está junto a Ginastera, Guastavino, Piazzolla y Yupanqui.

—El volumen también incluye fotografías inéditas y caricaturas de reconocidos artistas gráficos. ¿Qué rol juega la imagen en la reconstrucción de un emblema de la memoria colectiva como el Cuchi?

—El libro incluye fotografías del archivo del diario La Gaceta de Tucumán –algunas muy poco conocidas- así como caricaturas de mis compañeros Ricardo Heredia, Héctor Palacios y Miguel Nieto, notables dibujantes. La imagen siempre contribuye a fortalecer la identidad de la persona que se evoca.

—Ha transitado el periodismo cultural, la poesía, la narrativa, la música e incluso el cine. ¿Cómo se entrelazan todas esas aristas en su manera de contar historias, de bosquejar retratos, especialmente en un libro como este?

—Soy un escribidor, un aficionado a la escritura, un traveseador de palabras. He sentido la necesidad de ocuparme de aquellos temas y personas que tienen que ver con nuestra identidad, consciente de que si no conocemos nuestro pasado o a los hacedores de nuestra cultura, no iremos muy lejos como pueblo.

—Finalmente, ¿qué encontrarán quienes se adentren en La memoria del olvido, cuáles son sus expectativas sobre la recepción del público lector?

—Encontrarán a un ser de carne y hueso, polémico, transgresor, con un humor incisivo, notable creador de música, un pensador urbano. Un gran duende de la cultura nacional.