En el juego de las semejanzas, Mauricio Macri y Sebastián Piñera tienen muchas más coincidencias que diferencias. El presidente argentino y el que podría volver a serlo en Chile a partir de hoy, comparten un pasado común vinculado al fútbol. El político trasandino recibió un esperable apoyo para la segunda vuelta desde la Casa Rosada que provocó un reclamo diplomático: “Lo admiro y creo que es un gran dirigente” se lo vio decir al ingeniero desde un video en el cierre de campaña en Santiago. Son amigos, empresarios y arietes principales de la derecha sudamericana que crecieron en popularidad gracias a Boca y Colo Colo. Ahí es donde aparece la primera distancia entre los dos. Piñera compró el club del que no es hincha. Siempre reconoció sus simpatías con la Universidad Católica. Macri se entrenó en el arte de gobernar desde la Bombonera, donde fue reelegido durante tres mandatos consecutivos. Es boquense, aunque intentó adquirir otro equipo y no pudo. Quiso llevar al Deportivo Español a Mar del Plata en los ‘90, pero fracasó en el intento. Si el chileno se impusiera en los comicios, conducirán a sus países en paralelo. Repetirán modelos, ideología y una manera de entender el poder, basada en las oportunidades de negocios que genera.

Cuando Piñera llegó al Palacio de la Moneda en 2010, habían pasado veinte años de gobierno de la Concertación. En esa etapa, no había perdido el tiempo. Fue senador, intentó ser presidente pero perdió contra Michelle Bachelet en 2005 y al año siguiente tomó conciencia de que el fútbol era una herramienta indispensable para seguir instalándose en la sociedad. Se transformó en el principal accionista del Colo Colo. En Chile se permiten las sociedades anónimas en los clubes de fútbol. Un viejo sueño que Macri siempre quiso concretar acá, aunque no pudo. Ya se manifestó a favor como presidente de Boca y no tuvo eco en la AFA de Julio Grondona. Es casi seguro que insista porque ahora tiene mucho más poder.

Los dos políticos apelan a menudo al sustantivo cambio y al verbo cambiar. Pero en algunos temas preferirían el pasado. Piñera se opuso a la detención del dictador Augusto Pinochet por el juez español Baltasar Garzón cuando era un clamor internacional. Macri cree que los derechos humanos son un curro. Sus pensamientos semejantes podrían trasladarse a otros rubros: la política, la economía, la visión del mundo. También a la manera de entender que el deporte –y el fútbol como su expresión más popular– puede despejar el camino hacia una carrera presidencial. 

David Henríquez fue capitán del Colo Colo y reciente candidato a diputado por el Partido Progresista de Marco Antonio Enríquez-Ominami. No pudo concretar su objetivo electoral porque sacó un bajísimo porcentaje de votos, pero hizo mucho ruido con sus declaraciones de campaña. Recordó a Piñera cuando era dueño del club: “Los equipos debieran ser manejados por los socios, no por sociedades, no por una persona que llegue para ser… y él llegó solamente para ser Presidente de Chile. Ese era el fin de él, no era otro”.

Miguel Piñera, el hermano menor del candidato a presidente por la coalición Chile Vamos, le dio la razón a Henríquez hace unos años. Cierta vez, este músico amante de la noche y hacedor de negocios flojos de papeles le recordó a un medio trasandino cómo convenció a Sebastián de ser colocolino. “Cuando recorrimos Chile, yo siempre animaba a la gente. ¿Quién manda aquí, los hombres o las mujeres? ¿Quién es de la Católica? 10 manitos, ¿quién es de la U? 30 manitos, ¿y de Colo Colo?, 50 manitos. Ahí le dije ‘hermanito, si querís (sic) ser Presidente, tenís (sic) que ser colocolino’…”

El pasado del candidato derechista en el club que apuntaló su fama fue un argumento de campaña para sus adversarios políticos. Henríquez incluso lo vinculó con la barra brava: “Me da rabia que esta gente que manejó Colo Colo en ese tiempo, como Piñera, ahora se llene la boca con la seguridad en el fútbol. (Gabriel) Ruiz-Tagle del Monumental se fue a ser ministro y le pagaba a los barras”. El funcionario al que aludía el ex capitán del equipo fue ministro de Deportes de Piñera durante su presidencia. 

Una investigación judicial posterior ratificó la denuncia de Henríquez. Una empresa de Ruiz-Tagle, el hombre que había elegido Piñera para presidir la SA controlante del Colo Colo, firmó un contrato con el jefe de la Garra Blanca, la barra brava del club. Le pagaba dinero a cambio de desplegar una bandera gigante de la marca Favorita en las temporadas 2006-2007. Los negocios compartidos con los grupos violentos del fútbol no tienen fronteras ni límites partidistas. Rafael Di Zeo, el jefe de la Doce, puede dar fe de ello. En una entrevista para el diario La Nación del 7 de abril de este año declaró: “Trabajaba para la política, para algunos dirigentes y no eran todos kirchneristas como piensan. Eran muchos radicales y muchos otros que hoy están en el PRO”. 

Macri lo siguió a su amigo Piñera en el camino hacia la presidencia. No coincidieron en el primer mandato del chileno, porque éste se alejó del gobierno en 2014. Ahora podrían liderar la nueva ola de conservadurismo populista en la región, si Piñera supera este domingo al candidato de la Concertación (hoy llamada Nueva Mayoría), Alejandro Guillier. En el fútbol fue al revés. El líder de Cambiemos se le adelantó diez años antes. A fines de 1995 había ganado las elecciones en Boca. En esa época, el empresario y economista trasandino se dedicaba a comprar compañías de aviación como LAN Chile y Ladeco. Todavía no disponía de la herramienta para quedarse con un club de fútbol. 

Recién en 2005, el Congreso chileno aprobó la ley 20.019. Se estableció así que los clubes podrían decidir entre convertirse en sociedades anónimas deportivas profesionales (SADP) o continuar como fundaciones o corporaciones. La mayoría optó por el camino del Colo Colo, que al año siguiente tuvo a Piñera como su principal accionista. 

Macri está obsesionado con una norma de ese tipo. Que permita el traspaso de las instituciones a manos de empresarios. Cuando presidía Boca no pudo aunque lo intentó. Puso en marcha experimentos parecidos. Firmó un contrato que no prosperó con la quebrada ISL –socia de la FIFA– para transferirle varios recursos del club. Cotizó en bolsa con el fondo común de inversión La Xeneize SA. Pregonó las bondades de las sociedades anónimas para el fútbol. Piñera se le parece demasiado. Los dos hablan de un cambio que a poco de escarbar se puede encontrar con nitidez en la década del 90. De nuevo no tiene nada.

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