Juan Gregorio de Las Heras fue uno de los generales más importantes del Ejército Libertador, hasta que en Perú se distanció de San Martín. Sus restos, repatriados de Chile hace décadas, hoy acompañan a los de su jefe militar en la Catedral de Buenos Aires. Uno de los barrios más populosos de Mar del Plata lleva su nombre. Siempre surge la pregunta acerca de si los argentinos de cada lugar sabremos el sentido de las denominaciones donde vivimos, o más aún, si honramos a quienes hace doscientos años arriesgaron su vida por una Patria que en ese momento era solo una ilusión. Como quizás hoy lo siga siendo.

Carmen Rasente es la presidenta de la Sociedad de Fomento del barrio. “Fui enfermera del centro de salud municipal de acá durante más de veinte años, me jubilé en el 2018. Adoraba trabajar en comunidad, nunca me quedaba encerrada en la salita. Con la nutricionista armamos un grupo de mujeres, hacíamos prevención de todo tipo. Presentamos el proyecto y el intendente que en esa época era Pulti, nos envió un profe de educación física. Le pedimos el salón a la sociedad de fomento, y como ya éramos más de cincuenta mujeres y no entrábamos, nos fuimos a dar vueltas alrededor de la plaza que está enfrente. Ahora que me doy cuenta, como si fuéramos las Madres de Plaza de Mayo. También atendía el plan de lactantes, vacunaba a los bebes, hacía de todo. Y yo vivía en el mismo barrio, eso fue forjando una pertenencia y un enorme compromiso. Toda una vida, llevo treinta años en Las Heras. Llegué en el 95, venía de trabajar en una zona rural. Y a los pocos meses de vivir acá, me trasladaron”.

“Hace un año y medio que soy viuda. Mi marido era constructor e hizo la mayor parte de la casa. Cuando vino la pandemia yo no podía salir por asma, y además atendía a mi esposo enfermo. Mi hija Laura, que es maestra y vive atrás de mi casa, empezó a participar en los Comités Barriales de Emergencia. Con la Hermana Marta, con la barra de Alvarado, con las mujeres que armaron un comedor comunitario, se fueron sumando distintas organizaciones sociales y vecinos sueltos. Fue una muy buena experiencia de participación popular.”

En General Pueyrredón hubo treinta y tres Comités. Surgidos desde la comunidad, canalizaron demandas alimentarias, sanitarias y de violencia de género. Desde allí, luego se articularon con la municipalidad exigiendo y guiando políticas públicas de asistencia social. De algún modo reemplazaron al Estado. A mediados del 2022 dejaron de funcionar y la gente se desmovilizó. Pero la experiencia quedó grabada en la cabeza de muchos vecinos y vecinas.

“A fines del 2021 nos juntamos para reabrir la sociedad de fomento, estaba totalmente cerrada hacía cinco años. Hicimos una asamblea en la plaza, y las mujeres que venían al CBE me ofrecieron ser la presidenta. De entrada yo no quería, pero luego me convencí que podía ayudar porque conocía a todo el mundo; y ganamos. Lo primero que hicimos fue ponernos a reconstruir el edificio y equipar con mobiliario. No había nada, mucha gente nos ayudó, principalmente la Provincia de Buenos Aires. Empezamos a articular con algunas otras dependencias municipales (solo con talleres de Almacenes culturales) y de la Nación (chapas del Ministerio de Desarrollo Social). En 2022 acondicionamos un aula que estaba sin terminar, le pusimos piso, la techamos mejor y la dividimos para dar clases de escuela primaria para adultos y para el Programa Fines, que aún continúan. En el 2023 logramos terminar la cocina, la equipamos completa, todo con mucho esfuerzo y trabajo comunitario, muchos vecinos del barrio venían a laburar. También con gente de algunas organizaciones sociales, por ejemplo con la CCC manteníamos la limpieza de la plaza y con el MTE iniciamos un proyecto de reciclado. Y la gente se fue arrimando, de a poco. Vio que valía la pena organizarse. Un grupo de mujeres del barrio conformaron la Mesa de Género donde acompañan a las mujeres que sufren situaciones de violencia. Venían con sus hijos, y para que tuvieran juegos y recreación armaron la Mesa de Niñeces. Después vinieron a ayudarnos del gremio de judiciales, quienes trajeron un profesor de básquet. Luego los niños y niñas presentaron un nuevo proyecto a la provincia, hicieron una maqueta de la plaza para reparar los juegos y mejorar el playón deportivo existente. Y lo ganaron, y ahora están en eso. La empresa pesquera Moscuzza nos donó las redes para envolver la canchita y que no se les vaya la pelota por ahí”.

Mientras la gran mayoría de sociedades de fomento se retraen, la de Las Heras está creciendo. A su manera, hacen Patria: “El año pasado inauguramos otro aula, hecha con autoconstrucción. Volvimos a presentarnos a un concurso de proyectos comunitarios de la Provincia y con eso pusimos el techo. Las paredes se hicieron de barro y ecobotellas, a través del asesoramiento y el trabajo de un curso que daba la UNMDP. Algunos amigos donaron las aberturas, y hoy es otro orgullo nuestro. Para la gente adulta del barrio tenemos talleres de cerámica, teatro, folklore, gimnasia, yoga. Hace algún tiempo convocamos a las vecinas para hacer una feria con productoras, cada sábado están en la plaza. Nosotros les prestamos sin cargo alguno los tablones y las sillas, y así levantan unos pesitos. Somos una institución de puertas abiertas. A principios del 2023 llegó el Centro Socioeducativo y Comunitario, y nos cambió totalmente, porque la sociedad de fomento se nos llenó de muchachitos. Nosotros queríamos trabajar con ellos, porque nos preocupaban mucho”.

No es muy común ver una sociedad de fomento donde cada día haya más de treinta o cuarenta pibes y pibas que a veces echan de sus mismas casas. Por lo general, no los dejan ni asomarse a esas instituciones, por miedo o simple extrañamiento; a veces por crueldad. Los CSC dependen de la Dirección General de Educación y Cultura de la provincia y su objetivo es volver a vincular niños y jóvenes con las instituciones educativas. Allí, se los acompaña preparando materias, participando en talleres pedagógicos o simplemente pasando el tiempo en modo recreativo, hasta que están listos para volver a las escuelas.

Carmen no detiene sus ganas de seguir haciendo: “Estamos tratando de reflotar los CBE, que fue una experiencia maravillosa de democracia participativa orientada hacia la verdadera justicia social, esa que es una “aberración”, según el presidente. Porque estamos viviendo algo peor que la pandemia, aunque no sea tan evidente. Hay una nueva emergencia, y tiene distintas dimensiones. La guita no le alcanza a nadie y el trabajo está desaparecido. También estamos enfocados en implementar una escuela de deportes que iniciamos con un taller de kickboxing. Porque la vida de los adolescentes se ha puesto mucho más complicada en estos meses. Disputamos con la falta de olla y de trabajo de sus padres, y fundamentalmente con los transas. Me da una bronca cuando perdemos un pibe. Nos vienen a pedir comida, a veces los vemos solos vagueando a las nueve de la mañana. Y no tienen más de diez o doce años. Arman una especie de ranchada en la entrada de la salita, que está al lado de nuestra sociedad de fomento, porque ahí tienen wifi libre”.

Hace años que en la plaza del barrio Las Heras hay un cartel municipal que promociona Wifi libre. Como tantas otras iniciativas, es solo una publicidad vacía, nunca funcionó. Mientras en estos días se rumorea que el intendente Montenegro será candidato de Javier Milei, hay compatriotas en los barrios que están empecinados en que la cosa pública funcione en serio, para que la Patria sea más que una ilusión y se ancle en mejorar la vida de los humildes. Esa es la gran epopeya de nuestra época, se libra en cada comunidad y es tan épica como fue cruzar Los Andes hace dos siglos.