¿Se pueden pensar a Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del anochecer como a una sola obra? Hoy en día donde el formato de series está en todo su esplendor, una obra repartida en tres películas ya no asombra. Sin embargo, en una época no tan lejana, ver películas que continuaban con una misma historia, que seguía a los mismos personajes, no era algo tan habitual, y más, si había que esperar casi diez años entre una y otra.
Tal vez porque tengo casi la misma edad que los actores y es así como tenía casi la misma edad que los protagonistas cuando vi la primera. Tal vez porque en la segunda, yo seguía teniendo la misma edad que los protagonistas, y lo mismo en la tercera. O tal vez, porque siempre me sentí representado por esa historia de amor en cada una de sus etapas, fue que se esta transformó en una de las obras cinematográficas que mas amo.
Cuando vi Antes del amanecer estaba estudiando cine en la Universidad del Cine y enloquecí con los planos secuencias; con los tiempos largos donde se lucían los actores. Valoré la estructura narrativa con sus arcos dramáticos que construyen una historia extremadamente verosímil. Disfruté conocer Viena sin haber esta nunca allí y me enamoré de Céline y Jesse.
Al ver Antes del atardecer ya con diez años más, yo ya había filmado mi primera película Buenos Aires 100 kilómetros y estaba viajando por festivales internacionales de cine como San Sebastián. Así fue como la vi justamente en Europa. Yo ya conocía París, pero la película me hizo redescubrirla. Sus protagonistas ya tenían algunas arrugas como yo, ya no eran estudiantes como yo y solo tenían ganas de reencontrarse, como yo con ellos. Sus problemáticas seguían siendo parecidas a las mías y Richard Linklater creaba una puesta en escena más acorde a la nueva época que transitaban los protagonistas. La escena final, con Julie Delpy cantando y tocando la guitarra es de mis favoritas en la historia del cine.
Antes del anochecer me encontró más maduro. Al igual que sus protagonistas yo también me había convertido en padre, ya había filmado otra película y mi vida transcurría entre reuniones familiares y conflictos cotidianos. Desde el comienzo entendí que era el final de la historia. Estaba bien que aquí terminara el cuento de Jesse y Céline. ¿Para que otra en el futuro? Hay una canción que dice: “Porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren…” y está bien que no hayamos presenciados ninguno de esos dos finales. Nos hubiera dolido demasiado. Gracias Richard por eso.
Siempre escribí los guiones de mis películas en soledad. Les daba ochenta vueltas antes de presentarlos en sociedad. Me refugié en la idea que comparte Stephen King en su libro Mientras escribo. Aquello de que todos tenemos un “lector ideal” y que, si se lo damos a leer, dejaremos de escribir con la misma intensidad. Si lo que leyó nuestro “lector ideal” no le gusta, tal vez abandonemos la historia para no soportar una nueva frustración, y si le gusta, nos tranquilizaremos y apagaremos esa ansiedad que le brinda gasolina a nuestro motor interno para escribir al otro día.
Hace tres años atrás cuando estaba escribiendo Kabaddi, mi cuarta película, la cual estoy estrenando ahora, recordé el trabajo de Ethan, Julie y Richard, y quise hacer algo distinto a lo que yo venía haciendo y algo parecido a lo que hicieron ellos en sus tres películas. Abrí el juego. No me encerré. Convoqué a los cinco actores protagonistas de mi historia y les dije: “A este guion lo vamos a escribir juntos” Y así fue. Nos juntamos todos los sábados por meses, les regalé los perfiles de personajes, encendía la cámara y los hacia improvisar situaciones que había pensado anteriormente con cautela. Al finalizar, volvía a mi casa y desgrababa los diálogos y algunas acciones. Eso me disparaba situaciones nuevas en las que no había pensado, algunas que no se me hubieran ocurrido jamás. Al otro sábado otra vez sucedía lo mismo, solo que en cada encuentro había cambios en las situaciones producto de los ensayos anteriores. Cuando terminé de desgravar cada ensayo, reescribí con sus propias líneas todo el guion. La estructura se la di yo. Las voces de los personajes, ellos.
El resultado fue maravilloso. Cuando los actores llegaron al set de filmación, ya estaban metidos en sus roles hacía mucho tiempo. En el rodaje no pudieron improvisar, tuvieron que recordar las líneas de los diálogos tal cual estaban en el texto. Solo que esta vez, nadie se quejó.
Y así es como estas tres películas de Richard Linklater, que para mí son una sola obra, fueron un reflejo de mis vivencias y de mi crecimiento, tanto en la vida, como en la profesión.
Posdata: No creo en las casualidades. Escribo este texto hoy, 16 de junio de 2025, cuando se cumplen exactamente treinta años del encuentro de Jesse y Céline, en el tren de Antes del amanecer.
Pablo José Meza es director de cine, guionista y productor argentino. Estudió en la Universidad del Cine (FUC). Sus películas han sido seleccionadas en festivales internacionales, recibiendo premios como Mejor Guion Inédito en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, y Mejor Película y Mejor Guion Original en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva. También ha sido seleccionado en los festivales de San Sebastián y Marrakech. Dirigió los largomentrajes Kabaddi (2024), Las Ineses (2016), La vieja de atrás (2010) y Buenos Aires 100 kilómetros (2004).