Estaban dados todos los elementos necesarios: una mujer hermosa, una familia rica, sexo, infidelidades y el viejo tropo de de “pueblo chico, infierno grande”. Todo contribuyó a que los medios no pudieran resistirse a exprimir el crimen como si se tratara de una telenovela mexicana, pero el caso de Nora Dalmasso no fue un culebrón sino el femicidio de una mujer de carne y hueso, como tantas otras que mueren cada año en la República Argentina. 

Nacida en 1965 en Córdoba, casada con el traumatólogo Marcelo Macarrón y madre de dos hijos, Nora era, de acuerdo a los medios, casi una socialité de la ciudad riocuartense, de una familia “de alcurnia”, poderosa y que se movía en círculos exclusivos.

El asedio mediático a una familia desgarrada

El cuerpo sin vida de Nora Dalmasso fue hallado el 25 de noviembre de 2006, en la habitación de su hija en su casa en el barrio Villa Golf de Río Cuarto. Desnuda, estrangulada con el cinturón de una bata que formaba un nudo alrededor de su cuello. La posición del cuerpo y las circunstancias del estrangulamiento generaron especulaciones tempranas sobre cómo la causa podía ser (como se denominaba en ese momento) un “crimen pasional”.

La policía comenzó una investigación para encontrar al presunto asesino mientras que la intimidad de la familia Dalmasso-Macarrón era pulverizada por una voracidad mediática sin límites. Marcelo Macarrón, el viudo, y sus hijos, Facundo y Valentina, fueron sometidos a un implacable asedio: cámaras y micrófonos se instalaron en su duelo, analizando cada gesto y palabra, transformando el dolor privado en un espectáculo público que desvió la atención de la investigación criminal hacia un circo sensacionalista.

La infame teoría del juego sexual

Desde el primer momento de la investigación, la imagen de Nora Dalmasso fue brutalmente mancillada por la prensa. El contexto íntimo de la escena llevó a los investigadores y los medios a poner al componente sexual del crimen en el centro de la escena. Según los primeros informes de los forenses, se llegó a la conclusión de que Dalmasso habría tenido relaciones consentidas justo antes del crimen. La primera conferencia de prensa en la que el viudo salió a hablar tras el crimen solo embarró más la cancha: “Si se ha equivocado en los últimos tramos de su vida, la perdonamos totalmente”, fueron las palabras de Macarrón. 

Sus desconcertantes declaraciones junto con la impasividad con la que enfrentaba los flashes generó aún más revuelo. Esto, junto con la belleza y alto perfil de la víctima, una mujer que según sus amigas íntimas “amaba la vida” hicieron de Nora una mujer fatal con múltiples amantes, convirtiendo su tragedia en un “juego sexual” que salió mal. Las infames remeras con la frase “Yo no estuve con Norita” evidenciaron como los supuestos amoríos de Dalmasso, se convirtieron en motivo de risas y escarnio público. El documental expone la misoginia imperante en el periodismo de la época, hace tan solo 18 años. Quién sabe si, en el contexto en el que nos encontramos hoy, la cobertura mediática sería muy distinta a la de ese entonces.

Tal vez el punto cúlmine de los abusos en la ética periodística respecto al caso fue la filtración y exposición de las fotografías del cuerpo desnudo de Nora Dalmasso. El 27 de junio de 2007, durante una emisión a las 19:00, en horario de protección al menor, el noticiero América Noticias de América TV emitió imágenes del cadáver de la víctima, tomadas de la escena del crimen. Alejandro Zeverín, secretario del sindicato de policías de Córdoba, admitió que el gremio proporcionó las imágenes al canal. La periodista Cynthia García fue quien obtuvo las imágenes de “una fuente” no revelada. Ni la sororidad, ni la decencia o respeto básico hacia Nora, su esposo o hijos menores de edad evitaron que la periodista entregara esas imágenes para ser divulgadas.

La jueza federal Clara Julia Curtido prohibió a América TV seguir emitiendo las imágenes, imponiendo una multa de 50.000 pesos por cada emisión futura, y el Comité Federal de Radiodifusión (COMFER) sancionó al canal por violar normativas, calificando la difusión como carente de valor periodístico y morbosa, pero el daño ya estaba hecho. Las fotos fueron vistas por primera vez por la familia en televisión, causandoles un profundo daño emocional. Pero la revictimización de los hijos de Nora solo estaba comenzando.

“¿Vos entendés, Facundo, que los medios no inventan las cosas?”

La primera gran herida de Facundo fue la pérdida de su madre, suficiente para marcarlo de por vida. La prensa llegó a seguir a su familia durante su visita al cementerio, con fotógrafos saltando entre las tumbas para conseguir sus preciados flashes mientras los hijos, destrozados, pedían a gritos que los dejen en paz.

La segunda herida fue su acusación, que sacándolo “a patadas del closet” lo puso además como principal sospechoso del asesinato. Su familia no sabía nada de su orientación sexual; y cuando su padre se enteró, a través de los medios, su sentencia fue: “Nosotros no te criamos para esto”. Unos meses más tarde, fue sometido a una pericia psicológica de la policía judicial de Córdoba, cuyo veredicto fue que madre e hijo tenían una “relación perversa” usando, como único argumento, el ADN en la escena del crimen. 

La homosexualidad de Facundo se usó, absurdamente, como móvil del crimen, implicando que había sido causa del quiebre en la relación madre e hijo y hasta al llegar a sugerir que estos mantenían una relación incestuosa. El fiscal promovía la teoría de que Nora y Facundo habrían discutido, y él la habría matado, no sin antes “meter sus dedos” dentro de la víctima. El incesante asedio mediático sobre Facundo Macarrón sólo disminuyó cuando la atención de la investigación viró hacia su padre.

“Mafia, dinero y poder” y distorsión mediática

Es cierto que Norita provenía de un ambiente acomodado: vivía en el barrio Villa Golf, una zona exclusiva de Río Cuarto, y frecuentaba el Jockey Club, pero también se exageró esta narrativa para servir ciertos propósitos. Los medios resaltaron el perfil socioeconómico de Nora para presentarla como una figura de la alta sociedad. Detalles de su vida social, su participación en eventos y rumores sobre su vida personal fueron adornados para construir una imagen de privilegio que la alejaba del ciudadano promedio. 

La cobertura mediática llevó a amplificar la percepción de su riqueza, y construir la idea de que el crimen ocurrió en un contexto que los medios describieron como "de clase alta" aunque en términos prácticos su situación económica era más bien la de una familia profesional acomodada, no necesariamente multimillonaria. En el contexto argentino, donde las diferencias de clase son un tema sensible, presentar a Nora como una mujer de "alcurnia" facilitó su deshumanización y distanciamiento del público general: su muerte era un drama de élite, no una tragedia universal. Esto fue también funcional para las autoridades: al presentar el caso como un problema de “las elites” se reducía la presión pública para resolverlo. La desconfianza social hacia la familia Dalmasso/Macarrón fue palpable en la contundente movilización ciudadana que respaldó a Gastón Zárate, el primer detenido en la investigación. La población cordobesa interpretó la acusación contra Zárate, uno de los obreros de la residencia, como un intento de las élites de hallar un chivo expiatorio entre los trabajadores para eludir su propia responsabilidad en el caso.

La ausencia del femicidio y el legado de la impunidad

El documental termina presentando al último acusado del crimen: Roberto Barzola, uno de los hombres que trabajó en la refacción de la casa. Su ADN fue encontrado en la escena del crimen, pero no fue analizado a fondo hasta 18 años después del crimen en 2023, a pesar de que la familia y un ex agente del FBI ya lo habían señalado como sospechoso en 2007. Aunque su material genético se encontró en el cuerpo de la víctima y en la bata, tal vez la hipótesis de un simple abuso seguido de muerte no era lo suficientemente jugosa para la prensa de la época. 

Tal vez entretenía más la historia de una mujer “desviada” y “castigada” por su mal comportamiento. En su testimonio Valentina Macarrón, cuenta cómo el crimen marcó, a sus 16 años, un antes y un después en su personalidad: “Cuando miro mis fotos siento que hay un gran cambio entre la Valentina que era antes y la que soy. Capaz era más fosforita, espontánea y pícara. Después de eso siento que todo lo minimicé. No sobresalir en ningún lado, no decir nada de más. Tener cuidado de no decir eso o lo otro. En cierta forma terminó definiendo mi personalidad. Y eso de que si sobresalís, está mal. Y… te matan”.

La prescripción del crimen y la ausencia de la categoría de femicidio

El caso Dalmasso se produjo en un contexto legal que hoy resulta anacrónico: la ausencia de la categoría legal de “femicidio”. En 2006, la Ley 26.791 que incorporó esta figura al Código Penal aún no existía. El crimen de Nora no pudo entonces ser calificado bajo este agravante sino como homicidio calificado o abuso sexual seguido de muerte. Las demoras de la investigación, los cambios de fiscales y la falta de acción oportuna hizo que se cumpla el plazo de prescripción de 15 años. A pesar de la identificación de Bárzola como sospechoso en 2024, gracias a un nuevo análisis de ADN, el fiscal Jávega ha señalado que, incluso si se comprobara su culpabilidad, no se podría dictar una condena penal debido a la prescripción. El juez Diego Ortiz ordenó un “juicio por la verdad” que pueda llegar a esclarecer los hechos incluso si no puede llegar a una condena. Sin embargo, Macarrón apeló contra esta medida exigiendo la necesidad de un juicio ordinario que pueda por fin, condenar al culpable y honrar la memoria de Nora.

A pesar de sus aciertos, el documental de Jamie Crawford presenta limitaciones: no logra dar una exposición clara de los detalles del caso ni de sus últimos avances, lo que resulta en una cobertura por momentos confusa. En lugar de priorizar la dilucidación de quién fue el asesino o la complejidad de la trama judicial, Crawford parece más interesado en generar suspenso que en ofrecer una reconstrucción precisa y coherente del crimen. A pesar de estas falencias “Las mil muertes de Nora Dalmasso” no solo revisita un crimen que conmocionó a Argentina, sino que también se erige como un poderoso artefacto temporal. Logra recrear con maestría el clima de una época, sumergiéndonos en una sociedad donde los sesgos de género y la morbosidad mediática terminó de convertir una terrible tragedia en un “gran culebrón nacional”. 

La película no escatima en presentar una dura y necesaria crítica a la cobertura periodística, que, enfocado en el escándalo y la victimización, priorizó el sensacionalismo y el rating sobre la rigurosa búsqueda de la verdad y el respeto por la dignidad de la víctima. Nos confronta con la imagen de un periodismo irresponsable y misógino, que alimentó prejuicios y distorsionó la realidad en pos de una audiencia ávida de detalles escabrosos. También nos deja con una pregunta inquietante que resuena mucho más allá de la pantalla: ¿Cómo se cubriría hoy un crimen como el de Nora Dalmasso, en un contexto de mayor conciencia social y perspectiva de género, pero con medios aún más invasivos y redes sociales más omnipresentes que nunca?