Más que una parrilla de barrio

Ahí, en ese Núñez que por poco no es Belgrano, Solomía es más que una parrilla de barrio. Con 21 años de recorrido, esta casa es reconocida por sus vecinos a costa de buenas carnes a las brasas, sin adornos ni grandes puestas en escena. Solomía cumple con lo que pregona: ser una parrilla porteña, deambulando por sabores locales con el conocimiento que da la experiencia.

La carta es un canto a la argentinidad. Para arrancar, la provoleta a $13000 sale perfecta, es rico el chorizo a $5500, correcta la morcilla a $4000. Hay mollejas, siempre de corazón ($35000, $25000 la media porción), también chinchulines ($7500) y unas ya vintage milanesas de mozzarella a $12000, entre más entrantes. Quien quiera medir gastos, puede ir por el lado de los sándwiches: un choripán en pan de chipá a $7000 o un más ampuloso chivito uruguayo a $22000 son opciones posibles. Pero la mayoría apunta a los cortes salidos de los fierros: el generoso bife de chorizo a $28000, la entraña para compartir a $48000, el medio matambrito de cerdo a $16000, o el corte secreto (de 600 gramos) a $44000.

Como en toda parrilla de bien, se suman platos de cocina, defendiendo una tradición muy local: ahí se enlistan un par de pastas (ñoquis, sorrentinos), una milanesa napolitana ($20000), un lomo a la mostaza o trucha sobre crema de espinacas y papas españolas a $27000. Para terminar, mejor ir por el flan y panqueque de dulce de leche que por especialidades polémicas como la chocotorta o la Mongo Cookie, una suerte de galletita Oreo gigante rellena de helado de crema americana, bañada en crema de dulce de leche y charlotte ($12500). Hay vinos clásicos partiendo de bienvenidos precios populares (San Felipe Tinto a $7000) para terminar de armar un rompecabezas del comer argentino: una imagen que no falla. Por algo, desde hace dos décadas, esta parrilla está siempre llena.

Solomía queda en Quesada 1699. Horario de atención: martes a domingos, mediodía y noche. Instagram: @solomiaparrilla.

El paraíso en tierra

La charcutería da vida a miles de productos basados en carne, que no sólo son capaces de soportar el paso del tiempo, sino que incluso mejoran a través de la maduración. Sobre esos productos se especializa Buche Salumería, abierto hace unos meses por Julio Figueroa, chef cordobés que pisa fuerte en Devoto (además de Buche, es socio de Ávito Bistró y Café).

Para amantes de jamones, salames, patés, pastrones, quesos, Buche es un paraíso. Una vereda con mesas protegidas del viento, un patio interno y un cálido salón en el primer piso conforman un espacio protagonizado por la barra de fiambres y una bellísima cortadora Berkel. Ahí explotan los aromas y los colores: quesos como el 4 Esquinas de los rionegrinos de Ventimiglia o el Toro Azul de Córdoba, salazones cocidas como el Asadito Argentino de Las Dinas (Tandil), salazones crudas como los distintos jamones crudos, especialidades como los salames con avellana o cacao; esto es apenas una pizca de lo mucho y de lo bueno que ofrecen para llevar a casa o comer en el lugar.

De esta barra sale lo mejor de Buche: tablas como la de Al Buche Listo, que por $53000 incluye jamón crudo, bondiola, salame picado grueso, mortadella con pimienta, lomo horneado con hierbas, pavita, queso gruyere, brie y trenza ahumada, berenjenas al escabeche y aceitunas verdes; también ofrecen raciones (speck con hierbas a $5500, queso Rumel a $7900) y los “san-buche”, unos excelentes sándwiches como el de spianatta, queso reggiano y manteca, en pan de masamadre, a $12500.

Más allá, la casa dispone de una carta mediterránea, con tortillas, mollejas laqueadas con miel y un sabayón de arveja y menta, rabas con romesco, ricas croquetas ($10500), entre más opciones, algunas mejor resueltos que otras. Hay vermú, happy hour, cocteles, vinos, menú del mediodía a $19000, cafetería y etcéteras. El cielo charcutero en el polo gastronómico de Devoto.

Buche queda en Asunción 4085, Devoto. Horario de atención: domingos a miércoles de 10 a 24, jueves, viernes y sábados de 10 a 1. Instagram: @buche.salumeria.

Treinta de años de lujo

Cuando uno imagina una parrilla exclusiva, es fácil pensar en Las Lilas. Un local en Puerto Madero con vista al río, que utiliza carnes de novillos de raza inglesa criados a pasto en la pampa húmeda. No extraña que, a lo largo de estas tres décadas, este restaurante se haya convertido en un símbolo visitado por miles de personas, seducidas por un servicio que no falla y por una carta que, además de los cortes parrilleros, se permite varios lujos: el carrito de quesos de productores de distintas regiones del país; una cava de vinos con añadas guardadas y platos que son emblema de la casa, como su steak tartare con papas soufflé ($32000), el carpaccio de lomo, la panera con el adictivo pan de queso ($6000) y la merluza negra (este es uno de los poquísimos lugares donde siempre está este formidable pescado de los mares del extremo sur del país, $73400).

A la hora de los bifes, el emblema de la casa es el ojo de bife ($59800), también la picaña (media porción a $37800, porción completa a $54000), aunque hay más cortes conocidos: vacío, T-Bone, entraña, asado de tira, entre otros. Por fuera de las brasas, el cochinillo cotiza alto ($66800), lo mismo la paletilla de cordero braseada en sus jugos, con puré trufado, a $64600.

La lista sigue, con opciones para todo público que pueda pagarlas: guarniciones no tradicionales como la farofa o los hongos a la provenzal, ensaladas potentes como la de rúcula, langostinos y queso de cabra, achuras varias incluyendo morcilla, chinchulín de cordero patagónico, mollejas de corazón, entre otras. Un best seller: la provoleta de cabra ($18000).

Está claro: Las Lilas apuesta a precios altos, aunque no más que otras tantas parrillas lujosas de Buenos Aires. Y a su favor tiene historia, constancia y algunos ases bajo la manga.

Las Lilas queda en Alicia Moreau de Justo 516. Horario de atención: todos los días, de 12 a 24. Instagram: @cabanalaslilasrestaurante.