La historia de El retorno, disco con el que Santiago Motorizado finalmente formalizó el debut de su carrera solista, es tan longeva como intermitente. En un primer paneo, se parece a la de la película Boyhood, cuya filmación duró 11 años. El mismo tiempo que pasó desde que esas canciones vieron la luz, en 2014: año en el que casualmente el fabuloso y laureado largometraje de Richard Linklater fue estrenado. En el medio, el músico platense compuso la banda de sonido del film La muerte no existe y el amor tampoco (2019) y la del relanzamiento de la serie Okupas, Canciones sobre una casa, cuatro amigos y un perro (2021), que lo catapultó al mainstream. Si bien en los hechos fueron sus dos primeros álbumes sin su banda, El Mató a un Policía Motorizado, él nunca los consideró así. Lo que causó todavía más confusión.

“Me gustó que se genere la polémica en redes sociales”, afirma el icono argentino de la música indie al mismo tiempo que, en el living de su hogar, deja colar una sonrisa suspicaz. “El retorno es mi primer disco de canciones, y está lejos de complementar la narrativa de La muerte no existe y el amor tampoco o de Okupas. La primera banda sonora tiene menos canciones mías, porque la mayoría de los tracks son sonido de ambiente puro, y la otra fue un encargo en el que me pasé de rosca. A Bruno (Stagnaro, director de la serie) tenía que mostrarle 30 segundos de música, y entonces me dije: ‘Ya que estoy, hago una canción entera’. Intro, final y todo, y de paso lo presenté como si fuera un disco. En una entrevista que hice hace unos días para un streaming, me cuestionaban cómo podía ser éste mi primer disco”.

-¿Y qué les contestaste?

-Les dije que estas canciones estaban circulando en YouTube desde 2014, pero sin mi consentimiento. La respuesta les sorprendió, no conocían la historia de que se habían filtrado. Fueron subidas de manera pirata, así que no eran las versiones que yo quería mostrar. Me acuerdo que cuando eso sucedió me enojé mucho. Sentí que alguien estaba abusando de mi confianza, aunque podía pasar. Lo que sí sé es que no estuvo involucrado ninguno de los amigos a los que les compartí esos temas. El enojo me duró poco tiempo, porque vi que la gente reaccionaba ante eso, y me gustó. Lo que tuve en mente siempre fue que las canciones no iban a ser así. Desde ese entonces, no volví a escuchar el disco hasta ahora. Cuando puse “Google Earth” me dio vergüenza, no me gustó para nada. Éstas son las verdaderas formas de mostrarlas. Durante mucho tiempo me acompañó esta cosa de sacar el disco.

-De hecho, “Google Earth” la rebautizaste como “Google Maps”.

-“Google Earth” pasó a ser un tema nuevo porque le cambié el nombre, lo que enojó a muchos. Como la cantaron varias veces así, con esta nueva versión se sintieron defraudados. Nadie se va a violentar por semejante tontería, pero me gusta ver la potencia que tienen esos pequeños detalles. Uno nunca lo imagina hasta que sucede.

-¿Por qué te mantuviste fiel a la idea de no sólo de hacer el disco, sino de incluir las canciones de aquella época?

-Ese disco pirata tampoco llegó a tantos lugares, tiene tres millones y medio de reproducciones. Me di cuenta en estos días de que hay mucha gente que está descubriendo “Google Maps”, mientras que temas como “La revolución” no eran parte de ese disco pirata. Entre diciembre de 2016 y enero de 2017, fuimos a grabar con El Mató el disco La síntesis O’konor (2017) a Estados Unidos, y todo lo que pasó luego con esas canciones fue muy importante para la banda. Tuvo tanta repercusión que cambió nuestra dinámica. Eso generó que el disco solista fuera quedando en un segundo plano, porque los tiempos se achicaron con las giras y todo lo demás. Recién en la pandemia lo retomé. Cuando escuché lo que tenía, no me gustó para nada. No las canciones, sino la forma en que fueron hechas. Y en 2021, empecé de vuelta a grabar todo. Le sumé canciones que no estaban, y recién el año pasado pude terminarlo.

-Ahora que sacaste El retorno, ¿no te parece que está bueno que exista ese álbum pirata? Es una polaroid de ese momento, en el que salías a tocar con la guitarra acústica. A partir de ahí, construiste tu carrera solista.

-Muchas de las canciones del disco pirata no dejé de tocarlas en vivo, como “Amor en el cine”. Arranca como la versión acústica, yo sólo con la guitarra, y después entra la banda y se acelera todo. De esos primeros shows, que arranqué con la guitarra, hasta ahora, se armó una banda de cinco músicos. Pipe Quintans (coproductor del disco, e integrante del grupo que lo acompañó en la grabación del disco y en los shows en vivo) quiere que haya un integrante más. Le dije que no porque ya somos un montón en el escenario, pero Pipe comanda.

-¿Por qué “La revolución” o alguna de las otras creaciones nuevas del disco no terminó siendo parte de El Mató?

-Se barajó la posibilidad. Incluso grabamos una pequeña base cuando fuimos a Estados Unidos a grabar Súper terror. En un principio estaba clara la diferencia entre los dos proyectos: El Mató iba a ser más ruidoso y ésta sería una cosa mía acústica. Pero el grupo fue ampliando su universo, al punto de que llegó a tener momentos acústicos. En La síntesis O’konor está “Excálibur”, que es guitarra y voz, y en Súper terror hicimos “El universo”, hecha con piano y voz. A mi producción solista le fui metiendo instrumentos, y se fue poniendo un poquito más ruidoso. Esto llevó a que tuvieran más punto de contacto. Sin embargo, lo que me llevó a decidir que “La revolución” estuviera en este primer disco es que hay una estética narrativa que tiene que ver con el humor. Hay cierto humor, cierta ironía y otro lenguaje que me permito recorrer sin ningún tipo de vergüenza. Y con El Mató mi idea es escribir para el resto de los integrantes para que juntos podamos defenderlas en el estudio. Por más que escriba algo personal o íntimo. Me encantan las dos experiencias, me encanta pensarlas como algo más global.

-Esa forma de ironizar le viene bien a esta época, en la que todo es tan oscuro. Es como un broncodilatador emocional. ¿Esa suerte de escape fue consciente?

-Sí, lo fue. Como las canciones provienen de diferentes épocas, me preguntaba de qué manera podían encajar en este mundo. Súper terror fue escrito en este contexto, y para mí habla de este mundo con bronca. Mientras que El retorno lo hace con humor. Si bien lo que pasa es angustiante, también nos reímos porque es delirante. Por momentos, no sé si reírme del presidente o preocuparme. Es una cosa que no se puede descifrar bien. Y el humor nos salva por un momento. Me gustó ver el video de Marilina Bertoldi de “El gordo”, porque ella tiene también un compromiso político muy potente y uno está esperando qué mensaje tiene para decir, y al ver el humor que hay ahí sentí que tiene una potencia muy fuerte. Hoy la queja es como la palmada en la espalda del que piensa igual que uno.

-El disco de Marilina al que hacés alusión, Para quien trabajas, es resultado de la post post pandemia. El título se refiere al nuevo medioevo que vive la sociedad. Durante el encierro, vaticinaron que la nueva normalidad iba a ser mejor, y sucedió todo lo contrario. ¿Vos también te sentís engañado?

-Pienso mucho en el medioevo, en esa época oscura donde todo era caos, y hay un montón de situaciones que te llevan hacia eso mismo. Y la sensación de lo que pasará después es peor, porque de pronto la noticia es que se viene la Tercera Guerra Mundial. Ésta es una película que necesita poner escenas cada vez más impactantes porque te estás aburriendo de la tragedia anterior. Es todo un delirio. No sé qué pensar. Hay días en los que tengo arrebatos de optimismo, que pienso en un rebote a todo esto. Es un mundo que tiene que ver con estar en la dinámica del algoritmo, y la política y lo social también entraron ahí. Es aberrante y ridículo, es estúpido y oscuro.

-En paralelo a eso que decís, a lo que hay que sumar que el actual gobierno nacional avanza en su proyecto de acabar con el Estado, la Argentina vive una especie de chovinismo. Lo que profundiza la distorsión de la realidad.

-Yo creo que ese chovinismo se potenció con el Mundial, que fue un evento extraordinario. Hay algo del argentino muy orgulloso de eso, de estar todo el tiempo viendo cómo los demás nos miran. En el Mundial de Clubes los de Boca estaban orgullosos con cómo los alemanes destacaban el aliento de su hinchada. Al otro día estaban todos enojados porque los alemanes pusieron suplentes. Acá es todo así, una neurosis colectiva infinita. A mí, en lo particular, me gusta todavía tomar lo de la argentinidad con cariño. Es como aferrarse a algo porque hay una cosa rota en otro lugar. Pero luego me pongo más oscuro y pienso si ese chovinismo y esa locura no nos lleva a ese mundo que propone Milei, de que somos re porongas y no nos importa nada. Son cosas que están dentro de la cultura argentina, como ser el más vivo, lo que alimenta ese discurso de que no importa el otro y con nada nos hacemos millonarios. Todo eso es una mierda.

El Mató a un Policía Motorizado.


El cantante, compositor, bajista y guitarrista, que presentará por primera vez en vivo El retorno el 4 de septiembre en el Teatro Gran Rex, templo de la música popular local en la que hará su debut (ni siquiera llegó a pisar ese escenario junto a su banda), todavía conserva el pelo teñido de rubio. Confiesa que luego de hacer el video del tema “La revolución”, donde se lookeó de esa manera para encarnar a Claudia Villafañe, decidió dejárselo. Más por fiaca de sacarse la tintura que por el deseo de renovación. No obstante, vale la pena destacar que, antes que apelar por el travestismo, la trama del clip invierte la identidad de género de los protagonistas, por lo que el rol de Maradona lo encarna la actriz Florencia Pereiro, quien, a su vez, protagoniza la recreación del 2 a 1 de la Argentina sobre Nigeria en el Mundial del ‘94.

Canciones que se ven

-Tus canciones se distinguen por su condición visual, lo que las hace muy accesibles. ¿Cómo materializás esa impronta?

-Hay algo en el pulso de eso que es muy visual, como la brevedad de las palabras, lo que ayuda a que haya margen para la imaginación. Me salen así, y las ideas parten un poco de ese universo. De todas formas, al hacer los videos, lo que me gusta es ir por un camino diferente a lo que dice la canción. Es como darle una nueva dimensión a todo ese universo. El video de “La revolución” tiene eso, que encaja con la letra. Pero no estaba pensado para Maradona. Me gusta pensar todo el tiempo qué otra lectura puede tener esa misma canción. En este disco, todas las canciones van a tener un video. Eso me entusiasma mucho porque quiero que me juzguen.

-Tu carrera solista sirvió para convertirte en un artista de corte popular, sobre todo a partir de la banda sonora de Okupas, en tanto que con El Mató seguís siendo un músico de rock. ¿Sentís que supiste fluir con eso?

-Algunos se quejan, y me dicen “Te teñiste de rubio”. Pienso que quien me lo dijo prefiere a El Mató. Este camino en solitario me liberó de cualquier atadura que tuviera en la cabeza. Está bueno tener otro proyecto para ir a un lugar diferente, y lo hago sin vergüenza. Para mí hacer cumbia en Okupas fue un momento. Nunca fui fan de la cumbia, no era algo que tuviera reprimido. Lo hice porque Okupas me lo pidió, para que los fans no se sientan defraudados. Igualmente, sentí el cariño del otro lado.

-Parecieras enrumbado hacia el mismo camino de Andrés Calamaro o Vicentico.

-Yo escucho a Calamaro desde muy chico. Pero en los primeros años de El Mató, cuando estábamos definiendo nuestro sonido, él no entraba en ese universo. También éramos muy fans de Pixies, Velvet Underground, Sonic Youth y todas esas primeras referencias, y queríamos hacer ese lenguaje porque cuando encendíamos la radio no había nadie haciéndolo. Hay bandas como Genesis, que pasaron del rock progresivo al pop más radial, y no veo nada malo en eso. Hay tantas cosas por hacer que me parece un buen plan tener dos proyectos. Incluso, tengo guardadas hace un montón 10 canciones que son para un disco de heavy metal que quiero hacer.

-Esa veta popular quedó legitimada una vez más con la invitación que te hicieron Los Fabulosos Cadillacs a cantar “Nro. 2 en tu lista” en el pasado Quilmes Rock.

-Los Cadillacs son mi banda favorita de todos los tiempos, y de repente estar con ellos en el escenario fue increíble. Fue como un sueño. A la vez, soy amigo de Vicentico, de Florián y de su hermano. Con mi familia veíamos La noche del domingo, que conducía Sofovich. Grabábamos en VHS las bandas que tocaban ahí, y lo mirábamos toda la semana. Todo eso volvió cuando canté “Nro. 2 en tu lista”, que de paso era de esa época. Es una canción muy “loser”, muy de las que hago yo.

-Al menos en tu carrera solista, tus canciones son cada vez más “winners”. De a poco, fuiste soltando la figura del antihéroe.

-Puede ser. Me parece que el disco es una mezcla de lo loser y lo winner, sobre todo porque es irónico en los momentos de desamor. Lo que estaba notando al encontrarme con estas canciones, es que muchas tienen las mismas temáticas que abordo con El Mató, pero riéndome un poco más de la situación. Aunque idea es no sentirme winner, no soy así.

-Un rasgo que mantuviste en ambas facetas fue la autogestión. ¿Alguna vez te sentiste tentado por la oferta de una multinacional?

-Varias veces me ofrecieron, y dije que no. Y no me ofrecieron más. Al principio no era la idea. Pero todo empezó a funcionar. Me divierte estar encima de cada proyecto. En la actualidad, y conociendo a más artistas que me contaron su vínculo con las “majors”, me interesó menos.

Constituido por 11 canciones que fueron develadas el pasado 26 de junio, El retorno es un álbum en que el Santiago Barrionuevo, el nombre detrás del álter ego, alcanzó su cima creativa al lograr que ese sonido indie minimalista, loopero, expectorante, sensiblero y descarnado que patentó se desapropie de cualquier imaginario para tornarse en una maravilla pop. Nada de esto hubiera sido posible sin sus socios en esta empresa, el ya mentado Felipe Quintans y el ingeniero de sonido Eduardo Bergallo, quien fungieron además como coproductores de este material. Además, fueron de la partida en las dos etapas en las que se grabó el disco: una primera en febrero de 2021 en Romaphonic (Buenos Aires), y la segunda en julio de 2024 en Sonic Ranch, estudio texano en el que El Mató grabó sus últimos discos.

-Ahora se celebraron los 30 años de Sueño Stereo, último disco de estudio de Soda y del que Bergallo fue protagonista. ¿Cuánto impactó él en tu evolución artística?

-Ahora el equilibrio es al revés: me copé con el estudio, quiero que todo suene más perfecto y que la voz no tenga ninguna falla. Y él me dice. “No, Santi, tranqui. Tu voz está bien así”. Como músico, uno se enrosca. Me fui más a la grabación con clic, a que la cosa no se vaya de tiempo. Y él quiere que fluya como una banda tocando en vivo.

-Este año Navidad de reserva, el primer EP de la trilogía de El Mató, celebra 20 años. ¿Harán alguna movida similar a la que hicieron con el primer álbum del grupo que, tras regrabarlo, lo presentaron en vivo?

-Regrabamos el disco sin esa idea de que ahora lo íbamos a hacer bien. No lo hicimos pensando en un sonido más hi-fi. Cuando lo preparamos no le dimos muchas vueltas. Las canciones suenan igual, con las herramientas actuales y nuestra forma de ejecución actual. Tuve dudas con eso porque no me gusta la nostalgia. Cuando presentamos el disco fueron 50 personas. Pero esta vez llenamos tres Art Media. Eso nos emocionó mucho, y nos envalentonó para festejar la trilogía. Tenemos la idea de preparar algo con los tres discos juntos, y quizá una película. Estamos viendo bien qué hacer.