El Centro Cultural Contraviento abrió sus puertas hace un año y medio. La noción de apertura acá se configura en un doble sentido que sirve como carta de presentación propia, pero también del ecosistema ideal que puede contener intervenciones en la cotidianidad rosarina, como la que ocurrió el jueves 10 de julio por la tarde con la visita de Lito Vitale. En esta oportunidad, en formato trío junto a los enormemente talentosos Víctor Carrión (quena, flauta traversa y saxo soprano) y Mariano Delgado (guitarra).
Pero no salgamos tan rápido de la idea de ese doble sentido, porque es, en sí, lo que acusa el propósito del espacio y la razón por la que atrae aliados a su favor y a los que lo eligen para escribir nuevos capítulos en sus ya enormes y trascendentales historias. Historias importantes para la ciudad y para ese siempre mencionado, y siempre en construcción, ideario identitario de lo nacional. Claro que a su vez ambos carriles —lo local y lo nacional— comulgan, dialogan, tensionan, se seducen, se ghostean, chocan: es decir, conviven de la única forma posible en la que puede convivir todo lo que se necesita entre sí.
Contraviento, con todo el peso de su nombre, abre sus puertas para empujar otras, y con la prepotencia de la alternatividad le da paso a lecturas, músicas e ideas que suelen quedar afuera, o reducidas, de los discursos predominantes o de “lo más escuchado” del momento. Sale de la visión cultural canonizada y le escapa al frenético consumismo cultural, al efectismo de ese consumo, muchas veces patrocinado por quienes deberían problematizar o, al menos, cuestionarlo. Así, desde Rodríguez 721 se proponen otras frecuencias para movernos de lo familiar hacia lo incierto y para transitar una puesta de convivencia que activa la escucha, la mirada y la conversación atentas. O sea que de una apertura concreta —el acto de abrir un centro cultural— y una metáfora —lo que se abre en ese abrir, valga la redundancia— se trabaja en pos de fortalecer una práctica cultural que trata de pensar qué reflejos sociales están ocurriendo en su interior, y qué desafíos pueden contrastar con la inmediatez que impone la época. Claro que no solo para dar anuncio, sino para ir por ellos.
Que Lito Vitale elija este espacio para dar registro de lo que viene haciendo musicalmente con su trío, entonces, no solo no sorprende, sino que nos ofrece un registro casi epifánico. Para un abrepuertas no hay nada mejor que otro abrepuertas, para alguien que no le teme a la incertidumbre de lo abierto no hay nada mejor que otro que no teme. Al contrario, o bien, a contraviento, acontece la unión de fuerzas y se estimula el acontecimiento, el que —siguiendo la huella zizekiana— nunca es trascendental por sí solo, por el solo hecho de ocurrir, sino que su destino queda marcado por cómo se reacciona a lo que acontece.
Sabemos que en Lito Vitale conviven todas las músicas. Decir que en él se encarna gran parte de la fusión musical de nuestro país es cierto, pero también puede quedar solemne e incompleto si no se subraya que esa encarnación no es solo don y talento, solo estudio y conocimiento, o solo destino. Es mucho más: es una encarnación sensible que nos habla de cómo las músicas pueden ser también una política de vida. Con esto quiero graficar que en él las canciones siempre son explícitamente una gesta colectiva, una posibilidad de biografía social por sobre la biografía individual. En cada obra, en cada arreglo o interpretación, Lito siempre nos está trayendo a otros y otras, tal vez porque entiende mejor que nadie que de eso también viven las canciones: de llevar y traer nombres, contextos, circunstancias, sociedades, paisajes, climas. No existe la música sin historia y sin geografía, aún en su producción más comercial y plástica nos hablará, en todo caso, de una historia y una geografía de mercado.
En esta misma dirección, en un multiverso tenemos un GPS que marca cómo la ruta de todas las generaciones musicales de los últimos cincuenta años van y vienen a él. Ese no darle la espalda a las nuevas generaciones, esa pasión indestructible y, a su vez, elaborada del intercambio sonoro, ese respeto a cada desafío cultural, esa generosidad y maestría a merced de algo en común que sostiene las tradiciones como el animal anfibio que en verdad son, en vez del elitismo de pretenderlas estáticas, y así dejarlas morir, puede ser lo más cercano a materializar la idea spinettiana de no caer en el confort de un pasado mejor, sino —aún inconsciente, o aún sin ansiarlo— de ir hacia el mañana mejor. Esta es una idea de futuro con un plan, no un futuro abstracto (que siempre es conservador). Y es también una respuesta posible a lo que se preguntan las paredes del centro cultural: “¿Qué busca quien camina a Contraviento? ¿Será que busca el futuro?”.
En la forma que Lito Vitale vive la música, en cómo piensa los proyectos y en cómo se rodea de los mejores para cada proyecto, como si pudiera escuchar lo que le pide cada canción y cada tiempo para esa canción, ese caminante puede encontrar algo de eso futuro que busca y no desesperar en el “y ahora qué” que suele aparecer cuando se encuentra lo buscado. En su manifiesto posfuturista, Bifo Berardi dice que llegaremos a ese día en el que “cantaremos el infinito presente, y ya no necesitaremos del futuro”. Esto es porque ese “mañana es mejor” puede ser hoy, ahora, acá, el jueves 10 de julio a la tarde cuando recuperamos el fuego sagrado de la ronda para compartir las canciones del Lito Vitale Trío.
La sala musical de Contraviento todavía está envuelta por “Panorama de Rosario”, la línea de tiempo sublime que creó Daniel Santoro para dialogar un poco con el asunto del tricentenario local, pero sobre todo para exponer por primera vez una visión de la ciudad desde su perspectiva. Esa línea de tiempo también pone en diálogo el pre y el posfuturo. Como en un tercer plano, los invitados fueron acomodados en un símil 360, desordenando la visión habitual de escenario y público, de hecho, sobre el escenario había sillas para los asistentes. El trío se acomodó en el medio. Hacia un lado y hacia el otro, la mitología del pintor transmutaba y desde una esquina, por esas casualidades divinas de la exposición, La Trova Rosarina también asistía a la magia de su amigo y colegas.
Mientras se sucedían Taquito Militar, Cueca del reloj, Chacarera de un triste, Milonga del 71, Cueca de las coyas, La vuelta de los tachos y Entre tanto, que son solo algunas de las canciones que prometen tocar en sus presentaciones, el artista Monocittá los ilustraba a ellos y a los presentes en una articulación motriz para admirar: la misma pierna que oficiaba de mesa para apoyar su cuaderno no podía dejar de seguir el ritmo musical. Un ritmo constante de elevación y alto vuelo, que no solo se traducía en esos movimientos desesperados para que la canción no se escape del cuerpo, sino que también se manifestaba en las honestas ganas de abrir pista y bailar.
¿Cómo puede un trío sonar como una gran orquesta esplendorosa y salvaje y a la vez elegante, tan perfecta en su expresión que se naturaliza como el oxígeno que respiramos? Hay un viejo y precioso cuento de James Baldwin, Sonny’s Blues, que nos ayuda a atravesar el misterio sin cerrarlo, sin quitarle la sensualidad a lo inexplicable: "Yo nunca había pensado en lo terrible que debe ser la relación entre un músico y su instrumento. Tiene que llenarlo, a este instrumento, con el aliento de su propia vida. Tiene que conseguir que haga lo que él quiere". Así que tal vez la pregunta no sea correcta, ni en la búsqueda del “cómo puede” ni en su condición, sino, más bien, me obliga a derivar la interrogación hacia la exclamación: ¡cuánta pulsión de vida hay en el Lito Vitale Trío que esos instrumentos obedecen, la reproducen y la contagian!
Estos registros pronto estarán disponibles en redes sociales. Recomiendo tomarse el tiempo para verlos, escucharlos. Que no se pasen de largo, que no sean vistos acelerando, que no se igualen con todo lo mucho que nos acerca el interminable y caprichoso scrolleo. Son pocas las oportunidades que llegan a las redes contenidos que no están producidos para salir a cazar reacciones, sino, más bien, para ofrendar algo. Lito Vitale Trío propone un paquete de canciones que nos reencuentran con lo humano, con una esencia social que nos libra por un rato del modo resistencia y supervivencia para reconectar con nuestros sentidos, con la necesidad de la pausa, con la capacidad de sorpresa, todas cualidades que aún viven en nosotros y que responden con vehemencia al llamado instrumental, o sea, al aliento de vida.