Desde Rosario

De pronto, brotaron las comparaciones con el Bombita que encarna Ricardo Darín en Relatos Salvajes, o el frustrado William Foster de Michael Douglas en Un día de furia. Pero todo sucedió en la tranquila ciudad de San Jorge, 20 mil habitantes, 180 kilómetros al noroeste de Rosario, en el centro santafesino. Un hombre irrumpió en la oficina local de la Empresa Provincial de la Energía (EPE) y, sin aviso previo, arremetió con un pico de demolición a destrozar escritorios, computadoras y mamparas. La escena duró unos pocos segundos que quedaron registrados en la videocámara de la oficina. Alrededor puede verse la fuga en estampida de empleadas y clientas que huyeron para ponerse a distancia del irascible vecino.

Así arrancó el lunes y la semana en este rutinario municipio más conocido por el Club Atlético San Jorge y sus rifas que por los arrebatos iracundos de sus pobladores. Pero a las 10 de la mañana todo cambió en el modesto edificio de San Luis y Rivadavia, donde funciona la administración local de la EPE. El hombre ingresó ya con el pico, y de repente lo clavó de punta sobre un CPU que destrozó junto con el escritorio que lo sostenía. Y así siguió. Hasta el ventanal de la oficina reventó por la furia del sujeto.

El ataque fue el desenlace de una serie de reclamos no satisfechos a partir de la avería de una computadora, al parecer, debido a una alteración brusca del voltaje en su domicilio, algo que el hombre atribuyó a la empresa distribuidora que pertenece al Estado provincial.

Según comentaron vecinos conocedores del asunto, el detonante fue, además de la delgada paciencia del usuario, la respuesta que brindó la EPE ante el primer reclamo: como el hombre no tiene el servicio instalado a su nombre, para proceder al resarcimiento que exigió el personal de la empresa le indicó que primero hiciera el cambio de titularidad del suministro, y que después entonces realizara el reclamo correspondiente. La escena siguiente fue su visita, pico en mano, a la sede de la empresa distribuidora.

Empleados y clientes escaparon como pudieron, ante la incertidumbre de semejante agresión fuera de sí. No obstante, nadie resultó herido y solo quedaron los destrozos de muebles, artefactos y vidrios.

Un rato más tarde, una brigada policial rastreó al irascible, ya identificado, y lo detuvo por orden del fiscal Diego Rodríguez, quien preparará una imputación por daño agravado y amenazas.

La escena registrada por el video de seguridad se viralizó rápidamente por redes sociales y medios de todo el país. Y las opiniones de la gente se dividieron entre el repudio a la violencia y la validación a la reacción de un ciudadano en esas circunstancias.

Polémica aparte, la seccional local de Luz y Fuerza emitió rápido una condena hacia lo que definió como "un ataque vandálico". El gremio señaló que además de los daños materiales, estuvo en riesgo la seguridad de los y las trabajadoras de la oficina pública. "Este acto irresponsable no solo daña la propiedad, sino que también afecta directamente a nuestros compañeros y compañeras trabajadoras, quienes realizan su labor con esfuerzo y dedicación", señaló el gremio lucifuercista en un comunicado.

"Repudiamos cualquier acción que ponga en riesgo la integridad de nuestros espacios laborales y la seguridad de nuestros trabajadores. Hacemos un llamado a las autoridades para que se tomen las medidas necesarias que aseguren la protección de nuestro derecho de trabajar en paz", señalaron.