Un cronista perteneciente a la generación X, nacido en la década de 1970, atraviesa como pueda la vereda a la salida de una escuela secundaria. No puede evitar escuchar los comentarios, cargados de excitación, sobre "la velada" y sobre lo que ocurrió en "el pesaje".
Sorprendido, repasa mentalmente en qué andan los púgiles más importantes, a nivel local e internacional, para ver qué pelea se le escapó. Pero no, ese fin de semana no pelea el Canelo, no pelea Lomachenko, tampoco ninguno de los Charlo. Tampoco el ligero "Pumita" Martínez, el único campeón mundial argentino hoy por hoy. Resignado, también un poco avergonzado, le pregunta a sus hijos adolescentes, que le explican con infinita paciencia. Y descubre un mundo.
"La velada del año" es un espectáculo con algo de deporte. Lo produce el streamer español Ibai Llanos, lo transmite por la plataforma Twitch, tiene millones de vistas y mueve fortunas. Tanto, que ya cumplió cinco ediciones y anunció la sexta.
En "la velada" streamers, youtubers e influencers de distintos países se eligen mutuamente, se desafían, se provocan, se dedican video reacciones y posteos virales... Y después se suben al ring para una especie de exhibición a tres rounds, en un marco digno de una pelea de unificación de cinturones. Esta vez, fue en "La Cartuja", Sevilla, España.
La mayoría de ellos, se nota, recién aprendió a caminar el ring, apenas saca el jab, cada tanto un directo con la mano de atrás, pero está lejos de poder combinar una serie de golpes. Se descubren al pegar o se terminan parando frontales, errores que se pulen con las horas de gimnasio... acumuladas en años.
Lo que se ve es bastante incómodo para cualquier ojo aficionado al boxeo, pero eso es lo de menos. En un mundo donde importan el tráfico y las visualizaciones, la única consigna parece ser que nadie salga lastimado.
El cronista, entonces, es asaltado por un recuerdo de su infancia, que tenía bien guardado: cómo esperaba ansiosamente, durante toda la semana, la noche del jueves, para ver "Titanes en el ring" en la tele de tubo que presidía el living de la casa paterna. La esencia del negocio de Ibai es la que descubrió, medio siglo atrás, un pícaro inmigrante de origen armenio, Martín Karadagian.
¿Qué no hubiera podido hacer Karadagian, con estos recursos tecnológicos? ¿Al público de cuántos países le hubiera ganado el corazón? ¿Cuánto más hubiera facturado aquel ilusionista?
La mención al dinero se vuelve central, porque para vidas al límite como las de los boxeadores de verdad o luchadores de catch, a veces unos pocos mangos son la diferencia entre tener un retiro más o menos digno y tranquilo o seguir arriesgando un físico cada vez más gastado a una cada vez más probable y severa lesión.
Cuatro de cada diez argentinos residen en la provincia de Buenos Aires y tres de ellos en el conurbano. Por eso es tan frecuente encontrarse muchachos del conurba en los lugares y circunstancias más disimiles.
La mayoría de los "púgiles" no puede sacar bien el uno-dos, pero más allá de las limitaciones, detrás de cada uno de ellos hay algunas semanas (o meses) de trabajo intensivo para, al menos, intentar minimizar el papelón. Y ese entrenamiento debe conducirlo alguien que sepa realmente de qué se trata.
En el rincón de Ro-ro, una influencer conservadora española, estaba nada menos que Jorge "Locomotora" Castro, uno que siempre se animó a todo y, evidentemente, vio luz y subió. A Castro siempre le gustó el showbiz, al punto de haber participado en una edición de "Gran Hermano Famosos".
Es cierto que es patagónico, oriundo de Caleta Olivia, en Santa Cruz, pero lleva muchos años radicado en el sur del conurbano. Tiene un gimnasio en Temperley, donde es muy querido, y en tiempos de covid instaló allí una olla popular para la gente del barrio.
El autor del cross más recordado del boxeo argentino, aquel que le valió un triunfo agónico por KO tras haber sido duramente castigado por John Jackson, encontró la manera de estar en el evento más visto por los millennials, de la misma manera que antes encontraba como resistir hasta encontrar la mano salvadora, la mano decisiva. Su pupila no pudo hacer mucho pero aguantó unos cuantos golpes con dignidad. A veces no se puede aspirar a más.
El cronista no salía de su sorpresa cuando descubrió que, en otra cuenta, un elegante comentarista, con anteojos al tono del saco, analizaba lo que ocurría en el ring, con una seriedad que no merecía. Era, claro, otro muchacho del conurbano: Sergio "Maravilla" Martínez, mezcla de Loco Bielsa y Adrián Paenza del boxeo.
Ambos, Locomotora y Maravilla, encarnaron y encarnan, dentro y fuera del ring, dos estilos opuestos. Uno, obsesivo del trabajo y del estudio, el otro con una confianza en sí mismo a prueba de balas. ¿Qué hacen estos dos ahí o, mejor dicho, por qué están ahí? La pregunta torturaba al cronista hasta que recordó una frase que escuchó y repitió mil veces y sonrió contra su voluntad. Plata y miedo, nunca tuve.