Leonardo Bugliani, un profesor que daba un taller en el Centro Cultural Sabato de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, fue denunciado penalmente por abuso sexual por siete ex alumnas. Bugliani, según la acusación, habría captado a las chicas a través de un espacio llamado Ágora Teatral que funcionaba en ese Centro, para luego llevarlas a su casa, donde habría cometido los abusos. Algunas eran menores de edad al momento de comenzar el taller, que se presentaba como espacio de teatro y –según la denuncia– terminaba en orgías y abusos sexuales de este supuesto profesor, producidas después de un largo proceso de manipulación y sometimiento. Ellas tenían 17 años, estaban en quinto año cuando lo conocieron, él 44. Era “violada todas las semanas porque había una cuestión espiritual de por medio”, relata una de ellas, luego de un largo proceso individual y grupal en el que pudo tomar conciencia de lo que les había pasado. “De repente todo era sexo. Llanto. No entender nada. Volver a mi casa y tener un bloqueo mental. No pensar. Él cada vez pedía más y yo estaba superdeprimida...”, cuenta otra. Las denuncias están en etapa de investigación, pero el juez a cargo ya libró la orden de impedimento de contacto de Bugliani hacia las chicas y su casa fue allanada.

Tres de las denunciantes, a las que llamaremos J, M y L, relataron a este diario los detalles de una metodología muy elaborada, mediante la que este hombre habría logrado someterlas a prácticas rituales, físicas y mentales durante casi dos años. 

Ellas se superponen al hablar. Dice una, agrega la otra. Necesitan contar. No quieren que esto le pase a nadie más. Quieren aclarar que son personas con familias presentes, con una vida de privilegio. Pero que Bugliani “se agarra de alguna vulnerabilidad que tenemos todas. Por eso queremos alertar a todo el mundo. No les pasa solo a mujeres inseguras o vulnerables económicamente. Nuestras familias estaban”, dicen.

Ellas llegaron a mediados de año al Centro de Atención de Niñez, Adolescencia y Género de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad y relataron lo padecido a una abogada y una psicóloga del equipo de género. Después de tres o cuatro encuentros, en los que cada una fue procesando lo vivido, con el acompañamiento del equipo –que facilitó también el encuentro para esta entrevista– decidieron hacer públicos los hechos. El camino sugerido por la Defensoría fue la denuncia ante la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM). Allí tomaron testimonio a las siete, se armó una investigación preliminar y se tomaron las medidas más urgentes. Las chicas también cuentan con el acompañamiento de la Dirección de Orientación, Acompañamiento y Protección a Víctimas (Dovic) de la Procuración General de la Nación. 

Como unidad especializada, la UFEM pidió que se investigaran todos los delitos contra la integridad sexual, desde el abuso sexual simple hasta las modalidades más graves, como abuso sexual gravemente ultrajante o con acceso carnal. Además, solicitó que se investigara el delito de divulgación de imágenes de pornografía infantil. También sugirió otras medidas de investigación, entre ellas, que: 

  • Se dé intervención a la Dirección General de Investigaciones y Apoyo Tecnológico a la Investigación Penal, para  hacer un perfil personal, patrimonial y de redes sociales de Bugliani.
  • Se libre un oficio a la Legislatura porteña porque Bugliani estaría prestando asesoramiento al diputado porteño Marcelo Guouman (Suma +).
  • Se oficie a la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA para que informe si se encontraba teniendo un vínculo laboral. Y si existía alguna denuncia o sumario.
  • Se investigue su vínculo con el centro cultural Casa de la Reforma (de Eco y UCR). 
  • Se evalúe la posibilidad de hacer un allanamiento en su domicilio, por las imágenes que pudiera haber tomado o pudiera tener de pornografía infantil.

Entre las medidas de protección, la UFEM recomendó la prohibición de acercamiento de Bugliani a ellas por cualquier medio y el cese de actos de perturbación o intimidación, directos o indirectos.

Hasta el momento, el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N° 36, a cargo de Alejandro Héctor Ferro, dispuso la prohibición de acercamiento. 

También se llevó a cabo un allanamiento de la casa de Bugliani, donde se secuestró “mucho material informático, que se está peritando”, informaron desde la Fiscalía Nacional Criminal y Correccional N° 9, a cargo de Martín Niklison. 

Los comienzos

“En 2014 yo tenía 17 años, un amigo del colegio me invita a mí y a algunas compañeras a un taller del que no me podía decir nada porque ‘había que vivirlo’. Era en el Centro Cultural Sabato. Vamos un sábado. La mitad del tiempo él se la pasaba dando cátedra, hablaba sin parar sobre su visión del mundo que tiraba abajo tu mundo actual. Criticaba mucho a la familia, a la sociedad, al patriarcado, que somos esclavos del trabajo, que vivimos en una matriz, que estamos desenchufados de nuestro deseo real, la familia solo te castra. Cosa que para una adolescente es todo lo que querés que te digan”, cuenta M.

La primera parte era “bardear tu vida actual”, y la segunda era “yo te puedo llevar por el camino de desprenderte de eso y liberarte”. Se ponía en un rol de guía espiritual y les pedía que fueran sus discípulas. M. empezó a ir al Sabato y paralelamente Bugliani generó un vínculo individual con ella. “Para una persona de 17 años que siente que nadie la entiende, que nadie la escucha, de repente es una persona que valida todo lo que vos decís y lo potencia (“tenés una luz increíble, cualquiera se quedaría cómodo pero vos vas por más”) y te promete todo lo que querés –sigue M–. Tenía con él encuentros con charlas cada vez más largas donde yo me abría y él tenía cada vez más acceso a mi mente.”

De ese grupo donde participaba M, Bugliani seleccionó a algunas chicas, les dijo que tenían potencial y las invitó a ir a su casa. Les propuso trabajar con energías y rituales. Y les empezó a exigir que pasaran cada vez más tiempo con él, hasta ocho horas tres veces por semana. Al año siguiente, cuando terminaron el colegio, el grupo se disolvió. Pero M. siguió yendo. 

Cuenta M.: 

–Ya mi relación con él era supercercana. Todos los días me escribía un montón de cosas: “Sos lo que estuve buscando toda la vida, no puedo creer la potencia que tenés”. Para mí cumpleaños me escribió como un testamento, tres carillas. Todo era valorándote pero también atrapándote: ´guau, sos increíble, qué bueno que ahora vas a poder hacer esto que yo quiero que hagas´. Después él vuelve a abrir el taller. Ahí empiezan a llegar ellas”.

Ellas son J. y L., que se sumaron al taller en 2015. No había convocatoria abierta (aunque algunas llegaban por el Sabato), en general, llegaban por amigos, conocidos. Eso era parte. Había una militancia del espacio (“Vos tenés que pensar qué personas sensibles podés invitar”, les decía).

Estructurando el abuso

Según relatan las mujeres, Leonardo Bugliani proponía tres espacios de trabajo: El Viaje, El Colegio Invisible y Argonautas. “Esto implicaba juntarnos tres veces a la semana un mínimo de tres a seis horas. A veces pasábamos toda la noche en su casa. Uno prometía cierto viaje espiritual. El Colegio era una pata intelectual del espacio. Y Argonautas era como el espacio de nuestro grupo para sensibilizarnos. Encima de todo esto estaba La Logia Dionisíaca, o la Experiencia Dionisíaca Profunda, que era el espacio para explorar la sexualidad sagrada, era lo máximo; entrabas de a uno, era traspasar todas las barreras de tus miedos. La Logia implicaba involucrarse sexualmente con él”, cuenta J., que llegó al máximo escalafón en esta lógica. Cada límite que traspasaban, Bugliani les asignaba un nuevo nombre, todos griegos. J. llegó a tener siete. 

“A medida que el tiempo fue pasando nos fue proponiendo experiencias de caricias, sensibilización, besos. Eso ya eran los ejercicios de teatro básicos. Íbamos y hacíamos eso. De piso, era contacto físico y sin ver. Experiencias muy a ojos cerrados donde entrabas en contacto y... o de correr al máximo hasta que el cuerpo no de más y cuando caigas al piso pasabas a otro nivel, que era en otro salón todo oscuro. Esto era en el Sabato. Él te llevaba a estados, a estar en trance”, dice L.

–¿Con drogas?

–No, pero siempre había mucho vino. Hacía libaciones, brindis por Zeus, por los dioses. O te hacía hacer ejercicios de hiperventilación donde terminabas mareado. Te hacía entrar en estados que vos desconocías.

Prohibiciones, reglas y pasos

A medida que se iban metiendo más en los grupos de Bugliani, las chicas iban perdiendo sus amigos, sus militancias; se alejaban de su familia, y la mayoría cortaba con sus parejas.

Todo tenía su protocolo, sus pasos, su método. Había dos prohibiciones básicas: no usar el celular adentro de la casa ni ver la hora. 

Es difícil seguir el relato de esta compleja maraña de reglas y rituales con los que las ceñía. Una vez, por ejemplo, cuentan que les hizo hacer un ritual en el que les ponía una daga en la espalda, les alumbraba la cara, como en un interrogatorio y les decía “por qué querés hacer el viaje”.  Otra, dicen las denunciantes, les hizo hacer una purificación en una bañera, siempre con ojos vendados.

Hubo distintos grupos, que se armaban y desarmaban. Si bien muchas llegaron a él por el Centro Cultural Sabato, en cuanto avanzaban, como ya se dijo, las prácticas se sucedían en su casa. 

Dice J.: 

–El departamento de él era muy chico. Tenía una planta baja y una planta alta. Ponía mantas y almohadones en el piso y proponía que hagamos ejercicios ahí. Eso rápidamente avanzaba a besos, caricias, sexo oral, tocamientos y él solía estar del lado de afuera o se quedaba en la periferia y acariciaba. Hubo momentos muy puntuales, El Banquete uno y dos, rituales de iniciación, donde terminó dándose esta situación de orgía, donde estuvo involucrado practicándonos sexo oral.

–¿Y también individualmente?

M.: Sí. En La Logia era de a uno.

La Logia Dionisíaca

La Logia era el momento más evolucionado en esa estructura de abusos que, de acuerdo a las denuncias, habría propuesto Bugliani. Se las presentaba como lo más desafiante, un lugar exclusivo, al que no cualquiera podía llegar. “La semana en que íbamos a empezar El Colegio Invisible y El Viaje, a mí me invita a La Logia. El lunes voy a hacer el ritual para entrar a La Logia. Te vendaba los ojos. Te ponía una túnica, una sábana transparente que te envolvías. Te ponía una venda y una capucha encima. La primera parte eran las libaciones, te hacía jurar por todos los dioses del Olimpo que estabas dispuesta a convertirte en una diosa sexual y que vas a traspasar todas las barrearas de la sociedad. Por cada brindis tomabas y por cada nombre que él te había puesto también tenías que brindar. Esa parte tiene que ver con embriagarte pero también con asentar la idea de que ibas a traspasar tus límites”, cuenta M. 

Después la propuesta ritual era bailar sola con los ojos vendados hasta perder el control absoluto del cuerpo y caer al piso. Entonces, según contaron las denunciantes en la justicia– les decía que tenían que desnudarse y entregarse al placer. Para M., ese baile duró como cinco horas, fue eterno. “Me iba a explotar el cerebro porque yo creía que era lo que tenía que hacer. Yo confundía mi deseo con lo que él me imponía. Mi voz interior era su voz. De repente me freno y me largo a llorar desconsoladamente. Él te llevaba hasta tu límite pero cuando vos frenabas, te decía ´no hace falta que hagas nada´”. Tenía mucho manejo, como para que vos creas que es tu elección”, dice M.

J. sí hizo todo el proceso para acceder a La Logia, que terminó “en uno de los primeros abusos sexuales orales y con penetración”, dice. Cuenta ella: 

–Él me invita a la Logia a finales de 2015, yo era menor de edad y él me machacó con que quería que entrara el mismo día que había perdido mi virginidad hacía unos años. Yo estaba totalmente metida. Yo era la que más bancaba. Me puso de capitana. Me dijo que yo tenía que ser el ejemplo del grupo, tenía que mostrar fuerza, militar el espacio. Todo el tiempo me remarcaba que yo era superespecial y que iba a ser la reina del mundo, literalmente.

En teoría, una vez a la semana J. se tenía que encontrar con él para La Logia, además de los otros tres encuentros de los otros espacios. Entonces J. pasaba cuatro o cinco días por semana con él. Él decía que La Logia tenía que ser de noche sí o sí, pero para J. era imposible porque tenía que mentirles a sus padres. Sigue J.: “En un momento me manda una carta muy manipuladora a mi email. Mi viejo lo abrió y me interpelan. Yo les miento. Pero se quedaron muy preocupados. Mi mamá tuvo la inteligencia de no prohibírmelo porque sabía que yo los iba a destituir a ellos de mi vida si me lo prohibían y no durmió durante un año cada vez que yo estaba ahí. Una vez me dijo: ‘mis temores era que estuvieran en una orgía’ y era exactamente lo que estaba pasando”.

La salida 

“La posibilidad de irse de ese espacio no existía. No existía la vida fuera. Estar en la realidad era estar ahí. Todo lo demás era una mentira, era irreal”, dice J. 

Además, dicen, él trataba de que las chicas no tuvieran contacto entre sí. “El proyectaba una imagen de lo que era cada una. Que además delimitaba roles muy claros: yo era la líder de tal grupo, ella la líder de tal otro. Entonces yo no hablaba ni con mi prima que es como mi hermana”, dice J. Y si hablaban era como si lo hiciera él a través de ellas. Todas repetían el mismo discurso aprendido.

El punto flaco de M. era que tenía problemas con su familia. Ella dice Bugliani se agarró de eso para atraparla: “Decía que vivir con mi familia me limitaba mi crecimiento. Me ofreció vivir con él. Me dio la llave de su casa también con un ritual que termina con sexo oral de él hacía a mí. Dos días después, es El Banquete y todo terminó en sexo. De repente todo era sexo. Llanto. No entender nada. Volver a mi casa y tener un bloqueo mental. No pensar. El cada vez pedía más y yo estaba superdeprimida y ahí me voy.”

Eso fue a mediados de 2016. Meses después, se fueron todas.