Referente ineludible del psicoanálisis contemporáneo, el prestigioso psiquiatra y psicoanalista argentino Juan David Nasio, discípulo de Jacques Lacan --estudió en su escuela-- y traductor al español de los Escritos del gran psicoanalista y psiquiatra francés, hace más de cincuenta años que reside en Francia y la misma cantidad de tiempo lleva abordando la problemática de la mente humana. Hace unos años, Nasio recibió una llamada telefónica inesperada: "¿Doctor Nasio? Soy la secretaria de la nueva directora de France Inter (radio de gran audiencia del país galo), quien quisiera reunirse con usted". Nasio pudo conocer, entonces, a Adèle van Reeth, quien le pidió que contara en la radio cada domingo, a las tres de la tarde, una historia de sufrimiento o de amor que hubiera vivido alguno de sus pacientes, y que mostrara cómo el inconsciente decide el curso de la vida humana. Nasio relata parte de aquella experiencia en Diez historias de vida, sufrimiento y amor (Editorial Paidós). "Yo les he modificado los nombres a los pacientes, pero pedí la autorización porque eran historias muy fuertes. Son historias de vida, de sufrimiento y de amor que fueron dichas en la radio y de las veintidós elegí diez que me parecieron las mejores", comenta el autor en diálogo con Página/12. "Si todo va bien, vamos a ver si podemos hacer un segundo volumen con las otras doce historias", anticipa.
--Usted menciona que ha realizado sesiones fuera del consultorio. ¿El rol del analista sigue siendo el mismo independientemente del contexto donde se desarrolla la sesión o hay cambios sustanciales?
--No, el analista sigue siendo el mismo. Quizás sorprenda ver a un psicoanalista actuando en la calle y es cierto. Entonces, como yo soy psicoanalista en todo momento, más allá de la acción, cuando uno está con el paciente en cualquier circunstancia, el lugar del psicoanálisis no está en el espacio, sino en la cabeza y en el corazón del psicoanalista.
--¿Cómo trabaja internamente usted después de análisis muy movilizantes e impactantes? ¿Cómo es el trabajo consigo mismo?
--El momento más importante es la terapia para curar al otro, para ayudarlo, como hay medicamentos que ayudan al otro. Mi manera de ayudar al otro es concentrarme. Es escuchar tratando de entrar en el mundo interior de él, sentir lo que él siente. Primero, imaginar lo que él siente y sentirlo. Y cuando estoy así, las palabras que me vienen son palabras buenas, eficaces, que ayudan. Y ahí yo me doy cuenta de que ayudo al paciente. Ahora bien, usted me pregunta algo muy interesante que yo no digo en el libro: "Bueno, doctor, muy bien, usted escucha concentrado, usted siente las emociones del paciente, usted dice las palabras que le vienen cuando siente la emoción del paciente, todo eso está muy bien. Y usted, doctor, cuando termina la sesión y va a su casa ¿qué pasa?" Cuando yo voy a mi casa, corto. Y si tengo alguna cosa que pasa con alguna paciente, que puede ocurrir, y estoy lejos como ahora, mi señora está al tanto de que tengo una paciente "x" y, a veces, me dice: "¿La llamaste?". Uno necesita también descargar en algún momento. Bueno, la primera que me acompaña en mi vida es mi mujer. En una palabra, la respuesta a su pregunta es que para un trabajo, cualquiera sea el oficio, necesitamos otro. Necesitamos un otro que nos quiera y que yo quiera. Yo necesito otra persona, una amiga, una madre, una hermana, alguien a quien contar, compartir. No puedo trabajar así si estoy solo en la vida.
--Respecto de las fobias, usted relata unos casos y dice que es un miedo anormal a un peligro imaginario. Teniendo en cuenta que no es un peligro que viene del exterior, sino del interior, ¿a qué le teme el sujeto que la padece?
--Es un peligro imaginario. El paciente que tiene fobia de entrar en un supermercado porque está muy lleno de gente tiene miedo de estar en el medio de la gente y que le pase algo, que se ahogue y no pueda ser salvado porque hay mucha gente. Por eso le tiene miedo a la multitud. Y es un hombre o una mujer que no irá nunca a una manifestación, por ejemplo. Es decir, inventa un peligro que lo angustia y lo paraliza porque es una angustia excesiva. Todos nos angustiamos, pero este paciente fóbico tiene una angustia muy alta para un peligro imaginario.
--Claro, pero ese peligro imaginario viene del interior.
--Usted va muy lejos. Es un peligro imaginario que es una proyección del abandono, el miedo inconsciente. Hay peligro imaginario, pero en el inconsciente... ¿Qué pasa con el inconsciente? Yo diría: el inconsciente va a proyectarse en un miedo imaginario. Pero, ¿qué le pasa al inconsciente? ¿Cuál es el miedo real del inconsciente? Es el miedo de ser abandonado. El miedo interno que yo tengo es que me abandonen y me imagino en medio de la multitud. Yo, en el medio de la multitud, estoy abandonado. No me socorren. Entonces, esa idea "no me socorren", en realidad es: "Tengo miedo de ser abandonado, abandonado por mi padre, abandonado por la vida, abandonado por la gente más cercana. ¿Por qué tengo miedo al abandono? Porque cuando tenía 3, 4 años mi mamá fue hospitalizada y durante un mes no apareció en la casa. Y yo decía: '¿Dónde está mi madre?'. Y mi padre decía: 'Está en el hospital, pero vos no podés ir'. Entonces, durante un mes yo viví el abandono". Ese es el traumatismo del abandono. Luego los años pasan y "ahora soy fóbico". "Tengo miedo del abandono. Del abandono que no era un abandono, en realidad, porque mi mamá no me abandonó, pero yo lo viví así". Esto es el traumatismo. Todo fóbico, toda persona que tiene miedo al avión, miedo al ascensor, miedo a la multitud, ha vivido cuando era niño un traumatismo de abandono. En general, es lo que aprendí con los pacientes.
--También toma un caso impresionante de una joven anoréxica. La persona anoréxica no piensa su condición como enfermedad, ¿no?
--Ella sabe que está mal. Todo paciente sufre y sabe que está mal, aun el psicótico grave. El yo del paciente muy enfermo sabe que está enfermo.
--El tema es que no lo puede evitar...
--No lo puede evitar.
--¿Hay un incremento de los casos de anorexia a partir de la transformación que significó el mundo virtual, en el sentido de que se le rinde un culto a la imagen?
--Sí, hay una influencia nítida, influencia observable, una influencia perfectamente comprobable de los cánones de la mujer de hoy, los cánones de la mujer delgada, de los modelos, a tal punto que hay un problema para que no haya modelos tan tan flacas, tan delgadas que provocan en las chicas una influencia terriblemente nefasta.
--Es como que hay una propuesta consumista, ¿no? Y la idea de felicidad sin límites ahora también está ligada al cuerpo humano, como si le dijeran a las jóvenes: "Venga con el cuerpo que tiene y váyase con el que desea". ¿Cree, en ese sentido, que las publicidades audiovisuales promueven conductas anoréxicas?
--Sí, la respuesta es sí. Las publicidades de cremas, las publicidades de la moda actual provocan una excitación y una influencia nefasta en las jovencitas. No olvidemos que la anorexia es una enfermedad eminentemente femenina. No hay hombres anoréxicos. Es raro. Hay chicos, jovencitos anoréxicos, pero inclusive debe ser el 5 por ciento. El 95 por ciento son todas mujeres y son mujeres entre 13 y 25 años. Hay mujeres anoréxicas maduras, pero yo diría que se han instalado en la anorexia y siguen siendo anoréxicas como si se hubieran acostumbrado a esa enfermedad, que es perfectamente soportable y perfectamente integrada en la vida cotidiana. Por eso, una mujer de 50 puede ser una mujer anoréxica y ya se ha convertido en un hábito la manera de comer.
--La Organización Mundial de la Salud prevé que para 2050 la principal enfermedad planetaria va a ser la depresión. ¿Usted a qué atribuye el incremento de tantos casos de depresión?
--Como lo dije en mi último libro, que se publicó acá el año pasado, La depresión es la pérdida de una ilusión, atribuyo la depresión a que perdemos ilusiones. El ser humano tiene ilusiones y la vida, a veces, es muy dura, y hace perder las ilusiones y ahí adviene la depresión. Por eso, en general, se dice que la población en los pacientes deprimidos es más alta en la mujer que en el hombre. Hay más mujeres deprimidas que hombres deprimidos. Y no se sabe por qué. Mi interpretación es que la mujer tiene más ilusiones que el hombre. La mujer es como Susanita, de Mafalda. Es una maravilla Susanita, porque Susanita tiene cosas de la mujer, de lo femenino. No por nada se llama Susanita y no por nada Quino inventó este personaje. Es una caricatura de lo femenino, pero en esa caricatura, como en todas las caricaturas, hay rasgos de verdad. Y un rasgo de verdad es la ilusión, la imaginación, la espera, el sueño. Yo tengo una frase que es la siguiente: "El hombre es un cobarde. La mujer es una soñadora". Y pienso que es cierto, la mujer es una soñadora y como es una soñadora, esto explica que muchos sueños se pierden, muchos sueños desaparecen porque la realidad es muy fuerte y ahí viene la depresión y más en las mujeres que en el hombre.
--¿Por qué el hombre es cobarde?
--Porque el hombre tiene miedo. Es un hombre con miedo.
--¿Miedo de qué?
--De perder la fuerza. De perder la potencia. A veces, la potencia es el reconocimiento. El miedo de perder ser reconocido, ser valorado.
--¿Por qué señala que el neurótico es un verdadero actor de teatro?
--Porque el neurótico tiene rasgos. Primero, es un ser insatisfecho, lo propio del neurótico, que es lo propio de todos nosotros, porque neurosis y normalidad se mezclan. Un rasgo, insatisfecho. Insatisfecho de lo que tiene, insatisfecho de lo que hace, e insatisfecho de lo que es. Insatisfacción. Dos, susceptibilidad. Él está siempre cuidándose que no lo humillen, que no lo dejen, no le hagan daño, susceptible, a la mínima cosa ya está reaccionando. Tercero, no se quiere a sí mismo, está todo el tiempo descontento consigo mismo. Cuarto, tiene accesos de perversión, a veces de maldad, a veces es cruel, es malo, y a veces también acceso de perversión sexual. Perversión quiere decir abusar del otro sin el consentimiento del otro, sin tener en cuenta lo que el otro quiere, lo que el otro es. Esa es la perversión. Entonces, yo neurótico me escondo, escondo mi perversión, escondo mi insatisfacción, escondo todas mis fallas y me hago el teatro de que estoy bien y juego en la vida un rol que es un rol de estar más o menos mostrándome digno de convivir o cohabitar con el otro.