El 16 de septiembre de 1925 nació en Itta Bena, Mississippi, Riley Ben King, más conocido en el mundo entero como B.B. King, el Rey del Blues. Su infancia estuvo marcada por el trabajo en el campo de algodón y por la música Gospel que lo acompañaría en el cotidiano.
Al principio lo llamaban Riley, después comenzó a ser conocido como Blues Boy King en una radio de Memphis. Con el tiempo, el apodo se acortó a B.B. King, y así se forjó una leyenda que continuaría un legado de toda una comunidad.
B.B. King grabó decenas de discos, pero más que la cantidad, fue la capacidad de transformar al blues en un idioma global lo que lo hizo trascender. Canciones como Three O’Clock Blues o The Thrill Is Gone se convirtieron en himnos capaces de transmitir tanto en un pequeño club como en un estadio lleno. Su presencia en escena era inconfundible: traje impecable, sonrisa amplia y esa guitarra que parecía respirar con él.
El impacto de B.B. King no se mide solo en premios o ventas, sino en generaciones de guitarristas que lo consideran maestro. Desde Eric Clapton hasta Carlos Santana, pasando por miles de músicos anónimos que aprendieron su vibrato en la soledad de una habitación, todos reconocen que King abrió caminos. Supo llevar el blues, una música profundamente afroestadounidense, desde el Delta hasta los escenarios más prestigiosos del planeta.
Pero más allá del mito, B.B. King encarnó una ética: trabajo incansable y compromiso con su público. Llegó a dar cientos de conciertos por año, incluso en edad avanzada, convencido de que el blues debía estar vivo y no guardado en museos. Su música, decía, era compañía para quienes la escuchaban, porque en cada nota había una parte de su propia vida.
Recordar su natalicio es más que rendir tributo a un guitarrista excepcional. Es reconocer la vigencia del blues como un archivo emocional y profundamente político.
Cada septiembre, volver a poner un disco suyo es también una forma de conversación con la historia: escuchar a Lucille hablar, escuchar a un hombre que, con pocas notas, fue capaz de decirlo todo.
Hermanos de distinta tierra
En 1996, B.B. King visitó una vez más nuestro país para presentarse en el Teatro Gran Rex. Aquella noche abrió con el mítico guitarrista afroargentino Carlos García López, acompañado por Claudio “Kake” en bajo y Pablo Maturana en batería. Ese día dos trayectorias forjadas en territorios distintos pero atravesadas por una misma raíz se encontraron para un episodio que quedará para la historia. King y García López, Memphis y Floresta, dos hermanos de la diáspora con mucho más en común que la música Negra, la comunidad, la historia y un legado que debe ser honrado por siempre.
*Artista y activista antirracista afroargentino de DIAFAR.