Burbuja especulativa es una situación pasajera donde determinados bienes son sobrevalorados por arriba de la realidad. Como si les dieran anabólicos. Durante la misma, los actores con poder invierten en esos bienes entrando a la burbuja, obtienen ganancias excepcionales para luego escapar. Pero la realidad económica es como el cuerpo. Más temprano que tarde pasa factura. Y así como el sujeto que abusa de esteroides termina enfermo, las burbujas especulativas terminan reventando y esparciendo miseria. Pero cuando llega la explosión, los sujetos con poder ya habrán fugado con sus riquezas. Los que pagan las consecuencias son los humildes que nunca pueden salir.

La Argentina de hoy funciona como una burbuja para la especulación financiera. Y el bien al que se le dan esteroides es a su deuda. Los inversores extranjeros le prestan a la Argentina al doble de interés que a otros países de la región. O aprovechan el carry trade (bicicleta) comprando pesos, colocándolos en Lebac, obteniendo su renta en pesos y luego pasan a dólares para fugar la ganancia obtenida. Se calcula que la bicicleta durante el 2017 dará una rentabilidad en dólares del 13 por ciento, algo que pocos negocios de la economía real pueden ofrecer.

Las publicaciones internacionales refieren a la Argentina como el paraíso financiero, donde es más rentable prestarle al Estado que invertir. En el mundo, de cada cinco dólares emitidos en títulos de deuda soberana, uno lo emitió la Argentina. De cada cinco billetes verdes que ingresaron a la Argentina, cuatro fueron al sector financiero y solo uno a la economía real. Y de cada diez dólares de deuda que toma el Estado, cuatro se utilizan para financiar la fuga de capitales de actores privados. Adivinen quién lo está pagando.

En el Preámbulo de la Constitución están los fines que del Estado. Quizás el más importante sea el de “promover el bienestar general”. La soberanía sirve para eso. Para que el Estado persiga el bienestar general de sus ciudadanos, ordenando sus políticas hacia tal objetivo. La reforma previsional y tributaria no son políticas soberanas del Estado. Ni siquiera se idearon acá, sino que llegaron escritas en inglés. Se las puede leer en la web del FMI, organismo que funciona como una agencia de auditoría al servicio de los capitales especulativos. Cuando el FMI recomienda (e impone) una política, no lo hace en función del bienestar general, sino para resguardar el negocio de la usura internacional. ¿Qué quiere el FMI con la reforma previsional y tributaria? Quiere asegurar el pago de los intereses de la deuda. 

En la ejecución del presupuesto nacional, el rubro pago de intereses no superaba un dígito hasta el 2015. En el 2016 ya rompió ese techo, y para el 2018 perfila llevarse un 14 por ciento. Para tener una idea de lo que esto significa, en la crisis del 2001 se llevó el 20 por ciento y eso el sistema no pudo aguantarlo. Porque lo que se gasta en intereses de la deuda es lo que se le saca a otros rubros. Y el rubro previsional, que es el 40 por ciento del Presupuesto, siempre es variable de ajuste. En el 2001 como ahora.

Es así que el objetivo es que la burbuja aguante lo que más pueda para que los usureros sigan haciendo negocio, hasta que explote. La soberanía no es una cuestión de bandera y alentar a la selección. Soberanía es subordinar la política pública a los intereses de los argentinos. Intereses marcados por el Preámbulo y no por el FMI. Ni mucho menos por las burbujas o los globos.

* Docente Undav. Doctor en Derecho Público y Economía de Gobierno.