El adolescente de 14 años que había atacado a una profesora de música en un colegio secundario de Francia falleció el domingo por la tarde, sin lograr sobreponerse a las cuchilladas que él mismo se autoinfligió en el cuello cuando estaba por ser detenido por la policía. Su muerte, confirmada por una fuente cercana a la investigación, volvió a instalar en el centro de la escena el debate sobre la violencia escolar, que en ese país ya acumula varios episodios recientes.
El hecho ocurrió el miércoles pasado, a primera hora de la mañana, en la localidad de Benfeld, al noreste de Francia. El adolescente ingresó al colegio Robert Schuman y atacó con un cuchillo a su profesora de música, de 66 años, que resultó herida en el rostro. Tras el ataque, huyó del establecimiento en bicicleta sin agredir a otras personas.
La persecución policial se extendió pocas cuadras hasta que el chico, acorralado, se apuñaló varias veces en el cuello. Fue trasladado en helicóptero en estado crítico hasta un hospital, donde fue operado y mantenido en coma inducido. A pesar de los esfuerzos médicos, falleció este domingo.
El caso impactó de manera particular porque, según se supo después, el adolescente no tenía antecedentes penales ni un historial de alumno violento, aunque sí había mostrado señales de alarma. La ministra de Educación Nacional, Élisabeth Borne, confirmó que el joven había sido sancionado previamente con “una exclusión temporal” por su “fascinación hacia Hitler y también hacia las armas”.
Las autoridades escolares lo tenían bajo seguimiento debido a lo que definieron como una situación de “fragilidad escolar”. Además, arrastraba un historial personal complejo: estaba en situación de discapacidad y había estado bajo cuidado de los servicios sociales desde que era un bebé. La fiscalía recordó que incluso había sido víctima de malos tratos por parte de una familia de acogida, condenada en 2024 por esos abusos.
Los motivos del ataque aún se desconocen. Sin embargo, la investigación reveló que el adolescente estaba particularmente interesado en el nazismo y en las armas, un rasgo que preocupaba a su entorno y que, según admitieron desde el rectorado local, había sido detectado por el colegio.
La profesora atacada, que sobrevivió, permanece en recuperación de las heridas en la cara. El gobierno francés dispuso asistencia psicológica tanto para ella como para los estudiantes y docentes del establecimiento.
El episodio de Benfeld se inscribe en una seguidilla de hechos violentos en el sistema educativo francés. En junio, otro adolescente mató a una asistente educativa de 31 años en un liceo, un crimen que conmocionó al país. Los sindicatos docentes vienen alertando sobre el aumento de situaciones de agresión en las escuelas y reclaman más recursos para prevención, apoyo psicológico y equipos especializados.
En paralelo, el gobierno endureció las medidas de seguridad. Desde hace varios meses, la policía lleva adelante controles aleatorios en los accesos a secundarios y liceos, incluyendo la revisión de mochilas. Pese a estas iniciativas, la sucesión de hechos violentos pone en cuestión su eficacia y alimenta el debate político en torno a la seguridad escolar.
El ministro del Interior había señalado semanas atrás que “la violencia de la sociedad se infiltra en las escuelas”, al tiempo que diferentes asociaciones de docentes advirtieron que la respuesta no puede limitarse a controles policiales, sino que debe reforzarse el acompañamiento pedagógico y social para estudiantes en situaciones de vulnerabilidad.
La muerte del adolescente, que pasó de victimario a víctima en el transcurso de pocas horas, reaviva preguntas incómodas sobre la capacidad del sistema educativo y social francés de detectar y contener a tiempo las señales de riesgo. También expone las tensiones entre dos miradas: la que reclama mayor seguridad y la que enfatiza la necesidad de políticas de prevención e inclusión.
Mientras tanto, en Benfeld, la comunidad escolar permanece conmocionada. La imagen de un chico de apenas 14 años, marcado por la violencia y la marginación, que terminó su vida tras herir a una de sus profesoras, se convirtió en símbolo de un problema que Francia no logra resolver y que vuelve, una y otra vez, a interpelar a toda la sociedad.