Las obras de la artista visual Liliana Fleurquin son el resultado de un proceso de escritura estética apasionada que conjuga materiales, estructuras, colores y formas. A partir de geometrías y texturas, transpone los límites de lo real para ponernos en presencia de una vivencia sensorial única. En su trabajo no hay narración, sino estados de ánimo.
La artista dedica incansables horas de experimentación a su trabajo. Cada obra lleva meses y encara varias simultáneamente. Liliana Fleurquin no descansa, hace, deshace y rehace una y otra vez la estructura compositiva de su repertorio iconográfico. Organiza singularmente líneas, bandas, planos de color y texturas ornamentales en el espacio visual. Meticulosamente, fragmenta, subdivide, yuxtapone, rompe la continuidad de la comunicación, apela a la repetición y al contraste, al equilibrio y el desequilibrio, a la simetría y la asimetría.
Del conjunto de obras exhibido, la serie predominante se llama “Kimono”, en referencia a la cultura gráfica japonesa. El resultado del primer paso de esta investigación son los pequeños collages. Una síntesis de éstos se activa en obras de mayor tamaño, materializadas en soporte de papel. Para la serie “2 x 4”, también derivada de los collages, la artista selecciona detalles y focaliza la mirada en recortes minúsculos. Ensambla formas geométricas sobrias con gráficas lineales y texturas barrocas que, ampliadas en gran escala, pinta con óleo sobre lienzo. Sus imágenes antidescriptivas niegan el relato. Trasformadas en poemas visuales convierten los elementos formales en expresiones poéticas transmitidas en el instante de un encuentro que parte de la idea de que el universo todo, está conectado.
Breves en ocasiones, complejas en otras, podríamos decir que las obras de estas series portan una conjunción intrínseca entre un poema Haiku y una estampa Ukiyo-e que, como afirma Roland Barthes, percibidas por la vía de los sentidos se convierten en “un acontecimiento breve que encuentra de golpe su forma justa”.
Finalmente, la serie “Cuadrado” toma como elemento básico esta figura geométrica. Aquí la artista experimenta con la interacción del color y el espacio. Formas ortogonales proponen planos de asociaciones cromáticas sobre fondos tratados en falsos drippings. Es decir, imita el chorreado de la pintura permitiendo que artificialmente, goteos y salpicaduras se mezclen y superpongan para transmitir, en un instante fugaz, un sentimiento profundo de una manera apasionada e inmediata. Los elementos adoptados mantienen su autonomía aunque forman parte de un conjunto. En la totalidad de “Cuadrado” se reconocen los principios de serie y de composición amalgamados en un equilibrio perfecto que subordina las partes al todo. Mediante la modificación, desplazamiento, repetición intermitente y rotación, crea un espacio tridimensional que pone en cuestión el concepto de pintura plana del arte abstracto y el minimalismo. Esto da cuenta del coraje de una artista que busca nuevas formas de dar vida al arte de la abstracción.
Crear, en lugar de representar, puede considerarse una práctica activista, porque la propia artista se posiciona en orden a comunicar las ideas embrionarias de un lenguaje más profundo, inespecífico y atemporal. La idea de que el acto artístico pueda empoderarse de esta manera ha formado parte algunos discursos del arte contemporáneo en los últimos tiempos. Retomar la abstracción en la actualidad es uno de sus modos.
En 1908 el historiador y teórico del arte Wilhelm Worringer produjo un tratado provocador que argumentaba que el resurgimiento del impulso abstracto a principios del siglo XX se fusionó con un momento en que la situación política, social e intelectual del mundo occidental lo requería. Según Laura Hoptman, el autor definió a la abstracción como “arte para un tiempo de angustia”.
En el siglo XXI, más de cien años después, en este mundo incierto, la potencia de la belleza de las obras atemporales de Liliana Fleurquin no podría ser más apropiada para el momento que vivimos. Estas “imágenes del mundo flotante” remiten a la armonía del universo y al carácter efímero e ilusorio de la existencia y su profunda hermosura.
* Curadora de la exposición “Imágenes de un mundo flotante”, de Liliana Fleurquin, en el Museo Caraffa, Avenida Poeta Lugones 411, en ciudad de Córdoba. La muestra, que permanecerá abierta hasta marzo de 2026, incluye tres series de obras; un video, diversos libros de artista y cuadernos.



