Desde República Dominicana.

El ingenio de Boca de Nigua fue construido por el Marqués de Aranda y administrado por su sobrino Juan Bautista de Oyarzabal. Acogía a más de 200 esclavizados en la producción azucarera. Nigua jugó un papel fundamental en el asentamiento de la empresa colonial con el establecimiento de los primeros trapiches que produjeron azúcar de calidad y en cantidad suficiente para suscitar el interés del colonizador. El 30 de octubre de 1796, el grito de libertad y dignidad resonó en toda la isla cuando los 200 esclavizados iniciaron una de las rebeliones contra la esclavitud más trascendentales de la parte oriental de la isla. Proclamaron a Ana María, como reina de la revuelta y se apoderaron del Ingenio por varios días. Al frente de este acontecimiento estaban los esclavizados Tomás Congo y Antonio Carretero.

Luego de varios días y con ayuda de refuerzos externos los propietarios ejercieron las formas más crueles de castigo para retomar el control. Estos incluyeron mutilaciones, ejecuciones y descuartizamientos para enviar un mensaje al resto. Pero la sublevación de Nigua marcó el inicio de un proceso emancipatorio que seguiría hasta la revolución impensable que se daría posteriormente en la parte occidental de la isla.

La élite criolla e hispanófila que logró definir a la República Dominicana como una nación que obtuvo su independencia de Haití (tal y como se celebra hoy día), basada en una ideología antinegra de nación, en la que la negritud se limita a Haití y la nacionalidad dominicana se basa en el antihaitianismo. Es la misma élite que deliberadamente ha decidido el contenido, el currículum y los límites de las políticas educativas y culturales a nivel nacional. Asimismo han aportado al ocultamiento de la historia de lucha contra la antinegritud como estrategia de contrainsurgencia para perpetuar el orden que les permite seguir sosteniendo los privilegios y la acumulación de unos pocos frente al despojo de las mayorías populares.

En los libros comunes de historia de la escuela pública cuando se hablaba de las migraciones que dieron origen a la colonización del continente usualmente se representaban con barcos, carabelas y almirantes vaticinando el mal llamado ’descubrimiento de América’’. Contrario a lo que se piensa desde los inicios del siglo XVI al siglo XIX, 4 de cada 5 personas que arribaron al continente americano fueron personas de origen africano que llegaron en barcos que simulaban cárceles y centros de torturas.

La isla nombrada por los indígenas Ayti, hoy territorio compartido por dos estados nacionales: Haití y República Dominicana fué el primer lugar donde trajeron a personas esclavizadas de África al llamado nuevo mundo.

En 1492 cuando llegaron los españoles a las tierras donde no había ni demasiado frío ni demasiado calor, que llamaron La Española, pronto comenzaron el saqueo de la isla, instalando la extracción de oro como eje fundamental de la economía colonial. Cuando la fiebre del oro menguó y también la población amerindia debido a la violencia desmedida, las condiciones infrahumanas y la poca inmunidad a las enfermedades de los colonizadores, encontraron en la producción azucarera y en la trata transatlántica de esclavizados una nueva dimensión económica que les permitiera seguir explotando las riquezas de la isla.

En 1525 trajeron el primer barco con personas raptadas de África. Entre 1500 y 1870 llegaron a las costas del continente americano y al caribe cerca de 12 millones de personas africanas en lo que se estima fue la migración forzosa más grande de la historia.

Según el sociólogo Dagoberto Tejeda Ortiz, el español Gonzalo de Veloza sembró caña en Yaguate y en Nigua que luego sería exportada a través del puerto de la ciudad de Santo Domingo en 1521 rumbo al mercado español. La demanda de azúcar, indujo a la construcción de ingenios para producir suficiente para los mercados de Europa. El núcleo central de la producción azucarera se concentró en el enclave Haina-Nigua-Nizao que llegó a tener la existencia de 19 ingenios y 6 trapiches, convirtiéndose en la primera industria azucarera de América.

Desde Nigua hasta Palma Sola y los barrios de Las Pobladas, cada intento de sublevación negra y popular en República Dominicana ha sido abruptamente eliminado impunemente con el uso de la fuerza más sanguinaria. Nos han educado para pensar que nunca podremos salir del círculo de subordinación, lo que Fanon nombraría la "epidermización de la inferioridad racial". Es un concepto que usa para describir el “sentimiento de inferioridad” que brota y se instala socialmente, que se hace y vuelve piel.

En República Dominicana el racismo antinegro se expresa además de manera intencional en la invisibilización e infravaloración de las historias de resistencia, saberes y prácticas afrodescendientes dentro de los relatos oficiales de la nación, así como en los espacios de producción cultural y académica.

A pesar que desde el Ministerio de Culturas se han realizado iniciativas como el ‘’Diálogo de Tambores’’ o la denominada ‘’Ruta del Esclavo’’ orientadas a reconocer las expresiones y herencia afro en el país, resultan ineficaces frente a la narrativa oficial y hegemónica que deshumaniza y niega las vidas negras. Esta folclorización y ocultamiento de la historia no sólo tiene efectos simbólicos sino también efectos materiales en la vida, seguridad y bienestar de las personas negras en el país.

En una de las escenas de la película Sugar Island de la cineasta cimarrona Johanne Gómez Terrero, se alcanza a ver una pareja de recién casados posando en las ruinas de Nigua para una sesión de fotos. Estuve allí cuando se filmó y en ese momento no podía leer bien las intenciones de la directora. Hoy entiendo el paralelismo. Que en la actualidad lugares como el ingenio de Boca Nigua, solo se utilice para recrear ‘’fotos lindas’’ por motivos de cumpleaños, bodas y festejos, pero no para sabernos como pueblo sujeto de memoria, dignidad y libertad. Ese es otro logro de las élites blancas que han decidido el destino de esta nación. La reconstrucción de una esfera pública cultural crítica es una tarea que como movimientos antirracistas emergentes nos toca realizar desde los territorios.

*Activista afrofeminista y fundadora del colectivo antirracista Aquelarre Bonao.