Al ver las imágenes del pasado, un evento deportivo, la gente caminando por la calle Lavalle o Corrientes, los colectivos... todo le producía nostalgia. “Pero aparecían las imágenes de Videla dando un discurso oficial y ese sentimiento se transformaba de golpe. Ambas sensaciones sucedían al mismo tiempo, superpuestas. Esa tensión, esa mezcla de emociones casi físicas mientras veía el material, fue lo que finalmente me impulsó a seguir adelante con la película”. La voz de Hernan Szwarcbart reconstruye el hallazgo de un material fílmico guardado desde hacía años en el Museo del Cine. Eran grabaciones en crudo del noticiero del Canal 9 de Buenos Aires realizadas entre el año 1973 y 1980, que recogían no solo registros de actos oficiales sino notas de color de la ciudad y su gente. Era un material audiovisual que nunca se había difundido completo y que juntaba polvo y olvido en los anaqueles del Museo hasta que Szwarcbart decidió convertirlo en el corazón de su documental LS83, ganador de la Competencia Oficial Argentina en el último Bafici y recién estrenado en el Malba. Un recorrido por esa persistente contradicción entre la memoria personal y el registro oficial de una época.
El hallazgo fue fruto de la casualidad. Formado en Ciencias Exactas y con estudios de cine en el CIC (Centro de Investigación Cinematográfica), Herman Szwarcbart incursionó en el documental como una forma de conocer la historia de su propia familia. “Como investigación para un cortometraje trabajé sobre la historia de un inmigrante, un poco basada en la experiencia de mi abuelo que había venido de Polonia a principios del siglo XX, y así llegué al libro Pesadilla, de Pinie Wald. Ahí me enteré de la dimensión que tuvo la persecución a los judíos durante la Semana Trágica, dentro de la represión general a los obreros en enero de 1919. Entonces comencé a recorrer archivos y a llevar siempre una cámara para registrar esas situaciones. Y, casi de manera natural, fue apareciendo la forma de mi primer documental, Un pogrom en Buenos Aires”, relata el director. “Era una época en la que empezaban a surgir documentales en primera persona que se alejaban de la forma tradicional del género, más pedagógico. Yo no vivía del cine y estaba bastante al margen de ese mundo, pero la película fue seleccionada en la Competencia Argentina del Bafici, y eso me estimuló a seguir trabajando en nuevos proyectos, como Fuimos felices y LS83”.
La búsqueda de registros de la vida cotidiana en la Buenos Aires de los años ’60 y ’70 para el documental Fuimos felices (2018) lo condujo al Museo del Cine donde descubrió un lote de filmaciones en 16mm que habían sido abandonadas en el sótano del viejo Canal 9 cuando se mudaron de instalaciones a finales de los años ’90. “Había trabajado con películas familiares en Fuimos felices y ahí experimenté el poder evocativo que tienen los archivos fílmicos. Suelo compararlos con la música, con esa capacidad que tiene una canción de transportarnos al momento en el cual la escuchamos. Por ello cuando empecé a ver el material de Canal 9, todo me resultó fascinante. Reconocía las calles, las plazas, los autos (con marcas y modelos), sabía quiénes eran todos los protagonistas. Hasta la textura de las imágenes y el tipo de sonido me resultaban familiares”, destaca. Y para para poder visualizar cada rollo, junto al equipo del Museo tuvieron que restaurar ese material: limpiarlo, rearmarlo, pegarlo, pasarlo por la moviola y luego digitalizarlo. “De hecho, pudimos trabajar solo con 120 latas sobre un total de 12000, lo que hoy permite tomar dimensión de la dificultad que tiene la restauración (y conservación) de este tipo de material”.
EL CONTRAPUNTO PERFECTO
Ese material encontrado se convirtió en un territorio virgen por varias razones. Por un lado, nunca había sido editado ni difundido íntegramente por el canal; por otro, había sido descartado por los nuevos dueños luego de la venta realizada por la familia Romay; por último, porque al parecer a lo largo de esos años a nadie le había despertado interés. ¿Cómo conectar aquel fresco de la Buenos Aires de los ’70 con el discurso oficial elaborado por la dictadura que asoma en las figuras de Videla, Viola o Galtieri? ¿Cómo tensar ese hallazgo de imágenes de la infancia de una generación, y al mismo tiempo el implacable rostro de la dictadura militar? “Lo que me interesaba trabajar era precisamente esa distancia: entre lo que yo recordaba y lo que esas imágenes transmitían, entre lo que las autoridades de aquella época querían mostrar (el canal estuvo intervenido por el ejército a partir de 1976) y la experiencia real que yo podía reconstruir a partir de ese material”, señala Szwarcbart.
Junto a su coguionista Fernando Krapp elaboraron una posible estructura para la película, dividiendo el crudo en regiones temáticas: infancia (muchas notas con chicos en guardapolvo, en actos oficiales, desfiles), rol de la mujer, inauguración de obras, vida cultural, iglesia. Y entonces, por sugerencia de Krapp, apareció la voz de Martín Kohan desde su libro Me acuerdo como hilo conductor, una reconstrucción de su infancia a partir de frases cortas y contundentes, pequeños aforismos sobre su vida en aquella época: la relación con sus padres, los amigos del colegio, las golosinas y los paseos por la ciudad, la cultura que lo formó, el fútbol y Boca Juniors. La coincidencia generacional hizo replicar en la voz de Kohan la experiencia del director y ese relato en primera persona se convirtió en el contrapunto perfecto del registro testimonial de aquellos años. Un cruce entre lo histórico y lo cotidiano, entre el recuerdo personal y la memoria colectiva.
APUNTES DE UN PASADO RECIENTE
Las imágenes de la Casa Rosada en blanco y negro presentan LS83 al espectador: imágenes mudas, con el zumbido del ambiente de fondo, los rostros de los transeúntes, los aviones sobrevolando la sede del gobierno, los papelitos en el aire. Un amplio pasacalle atraviesa la construcción, palabras como Obreros y Octubre destacan sobre el lienzo blanco. Un fotógrafo observa la escena, tres Falcon giran en la ochava. “Yo he sido amenazada por un comando subversivo, la Casa de Gobierno ha sido desalojada”, asegura una cronista. “Los periodistas permanecemos en Plaza de Mayo. La señora presidente María Estela Martínez de Perón se encuentra en una reunión de gabinete en el primer piso. No ha querido abandonar su despacho ni la Casa de Gobierno. Según las informaciones que hemos recibido, va a continuar en su puesto hasta último momento”. Ese clima de zozobra nos introduce en el universo de LS83, cuyas imágenes despliegan el tiempo en viñetas, en retazos algo dispersos, conectados por sensaciones, postales que forman una memoria nunca orgánica, ni sujeta a definiciones o máximas.
Martín Kohan publicó Me acuerdo en 2020, una colección de frases también sujeta a sentires y emociones que recorre la memoria de su infancia. “Con la lectura del libro, notamos que muchos recuerdos tenían relación directa con las imágenes del noticiero, y otros se complementaban. Siempre tuvimos claro que no queríamos que las imágenes ilustraran directamente el texto, ni que los textos fueran epígrafes de las imágenes. Martín Kohan ya había grabado un audiolibro, y eso nos permitió hacer unas primeras pruebas con su lectura. Pero después fuimos reagrupando los recuerdos, cambiando cierto orden, y eso hacía que se perdiera un poco la fluidez y la cadencia. Finalmente, fuimos a un estudio de grabación, y Martín leyó todos los recuerdos en el orden en que aparecen en la película”, explica Szwarcbart.
Uno de los ejes del documental es la cultura popular de los ’70, atravesada tanto por la experiencia de la sociedad civil en aquellos años en los que la gente seguía yendo al cine, concurriendo a eventos deportivos, a espectáculos musicales, a la plaza y los parques de la ciudad mientras la dictadura discurría de fondo. En los registros se ven a las personalidades del deporte y de la canción como Guillermo Vilas o Palito Ortega, algunas campañas de prevención, notas de homenaje al primer colectivero de Buenos Aires, calles inundadas, partidos de tenis, la visita del presidente de Gabón, un país del África central, de los reyes de España, los funerales de Troilo. “Era importante mostrar que la gente seguía viviendo. Y eso también puede verse como una forma de resistencia. Un día estoy viendo con mi hijo, que tiene 25 años, una nota del día de la primavera, donde se ve a unos jóvenes andando en bote, haciendo picnic y bailando en los bosques Palermo. Me pregunta de cuándo es, y le dije 1979. Un poco asombrado me comentó: pero eso era plena dictadura, ¿se podía ir a Palermo, poner música y bailar el día del estudiante? Para él, eso también estaba prohibido”.
LOS DUEÑOS DE LA ARGENTINA
La forma de identificar el material fílmico en el Museo del Cine era mediante etiquetas escritas a mano que anunciaban nombres propios: Videla, Viola, Galtieri, Bignone. La primera aparición de Videla en la película ocurre después de varios minutos en los que la voz de Martín Kohan evoca su escuela primaria y sus novias adolescentes. El momento es inesperado: se lo ve descender de un auto en una imagen muda que genera un profundo contraste con el clima anterior. “Uno ya estaba acostumbrado a ver a Videla hablando sobre los desaparecidos, el primer comunicado de la Junta Militar, esas imágenes que siempre se usaron para ilustrar trabajos sobre la época o los aniversarios del golpe”, detalla el director. “Pero acá empezaban a aparecer otras cosas: Videla de civil, moviéndose con naturalidad en eventos sociales o culturales, mucha gente aplaudiéndolo en la calle. Y, al mismo tiempo, la posibilidad de registrar detalles a los que uno nunca había prestado atención: la diferencia entre cuando habla vestido de civil y cuando está de uniforme militar, cómo tartamudea, sus gestos extraños, los movimientos de ojos y de cuello. La experiencia fue sentirlos, a él y a los otros dictadores, como los dueños del país”.
LS83 es una película de montaje, con la capacidad de unir esos recuerdos personales, dispersos y teñidos de nostalgia, con los fundamentos de un discurso oficial, sus rostros ejemplificadores, ese terror sumergido bajo el silencio tácito. En esas notas de color del noticiero y en las frases pronunciadas con la gracia habitual de Martín Kohan es posible entrever el terror de los años ’70. En las notas donde aparecen los discursos de Videla y de Massera, en los desfiles militares, se hace más evidente. Pero también en los textos íntimos de Kohan. “Nos resultó interesante usar Me acuerdo por dos razones”, concluye Szwarcbart. “Primero, porque está escrito en presente, no son diarios de época como los de Ricardo Piglia; y segundo, porque es un escritor cuya obra está atravesada en gran medida por ese tiempo”.
Una infancia atravesada por esa huella imborrable, la memoria compartida como una forma de mirar de frente el horror.




