Desde Lima

Un ex dictador condenado por crímenes de lesa humanidad y corrupción está libre, suelto en la calle y con renovado poder político. Once días después de haber sido indultado por el presidente Pedro Pablo Kuczynski, Alberto Fujimori, de 79 años, abandonó la clínica donde estaba internado por supuestos problemas estomacales y cardiacos. Hace veinte años tuvo un cáncer a la lengua que está controlado. Fue hospitalizado un día antes que se anuncie el indulto, lo que dejó muchas dudas sobre la veracidad de su supuesto mal estado de salud y abrió las especulaciones de un montaje para respaldar la cuestionada versión oficial de un indulto humanitario por razones médicas, versión que se ha derrumbado ante las contundentes evidencias de un pacto político bajo la mesa para sacar a Fujimori de prisión. El ex dictador, que gobernó entre 1990 y 2000, cumplió menos de la mitad de una condena de 25 años. Ahora disfruta su libertad en una lujosa residencia, mientras en las calles crece la indignación ciudadana y se anuncian nuevas protestas contra el indulto, y el gobierno que lo liberó se hunde en una grave crisis política a causa de esa medida.  

El indultado ex dictador salió de la clínica cerca de las diez de la noche del jueves (medianoche hora de Argentina). Lo hizo en silla de ruedas, pero se le veía de buen semblante, sonriente y saludando con la mano a las cámaras, y se paró sin problemas para subir a la camioneta que lo llevó a la casa donde vivirá, una amplia residencia de unos dos mil metros cuadrados, de dos pisos, con amplios jardines y piscina, en una de las zonas más lujosas de la capital peruana, ubicada en un exclusivo barrio cerrado, al que solamente se puede ingresar después de pasar una tranquera con seguridad privada. La zona fue reforzada con vigilancia policial. La vivienda ha sido alquilada para recibir al ex mandatario. Ha trascendido que Fujimori, que no ha pagado un solo dólar de la reparación civil que se le impuso por los crímenes por los que fue condenado alegando falta de recursos, pagará cinco mil dólares mensuales de alquiler.  

Fujimori dejó la clínica acompañado por el menor de sus cuatro hijos, el congresista Kenji Fujimori. Fue Kenji el que negoció con el gobierno el indulto, ofreciendo diez votos de un sector del fujimorismo en el Congreso para salvar al presidente de ser destituido del cargo por sus vínculos con la trama de corrupción de Odebrecht. A cambio recibió el indulto para su padre. El propio Fujimori habría intervenido en la negociación secreta. El pedido para que el Congreso destituya a Kuczynski había sido impulsado por el partido fujimorista Fuerza Popular, que encabeza Keiko Fujimori, también hija del ex dictador y dos veces derrotada candidata presidencial. Yendo contra su hermana y su partido, Kenji, de la mano de su padre, selló con el presidente el pacto de impunidad que canjeó votos por el indulto. Keiko quedó descolocada. Y el fujimorismo que ella controla quedó con su bancada parlamentaria partida, al borde de la división. 

Keiko no estuvo en la clínica para la salida de su padre. Recién lo vería después en la residencia a la que éste llegó junto con Kenji. Desde ahí publicó en sus redes sociales una foto en la que aparecía sonriente junto a su padre, a Kenji y a sus otros dos hermanos. Un intento de presentar una imagen de armonía familiar, muy alejada de la realidad de la guerra fratricida por el poder al interior del fujimorismo entre los hermanos Keiko y Kenji. La hija de Fujimori ha dicho estar feliz con la liberación de su padre, pero políticamente pierde con el indulto. Su poder absoluto en el fujimorismo entra en cuestión y ahora tendrá que negociar ese poder ya no solamente con su hermano Kenji –el gestor del indulto–, a quien tenía marginado, sino con su padre, ahora aliado de Kenji. Eso cambia radicalmente el escenario, y no para bien de Keiko. Un empoderado Kenji pide las cabezas de los principales aliados de su hermana en el partido. El jueves, horas antes que Alberto Fujimori deje la clínica, la dirigencia de Fuerza Popular emitió un comunicado cuestionando la forma como se le otorgó el indulto al ex dictador. Una inesperada, y reveladora, crítica. Un reflejo del malestar de Keiko –sin cuya aprobación ese comunicado no habría salido– con lo ocurrido. Algo que la foto familiar no puede ocultar.  

“La farsa se termina de completar con esta salida (de Fujimori de la clínica). No es más que un teatro. Hoy el crimen y la impunidad salen a la calle, pero este once de enero la dignidad de los peruanos saldrá a las calles”, señaló Marisa Glave, congresista del izquierdista Movimiento Nuevo Perú, comentando la salida de Fujimori de la clínica y una nueva movilización de protesta contra el indulto convocada para el próximo jueves once. 

Organismos de derechos humanos y familiares de las víctimas han denunciado la ilegalidad del indulto ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que verá el caso en una sesión el próximo dos de febrero. Se alegan irregularidades en su trámite y que ha sido producto de un pacto político y no una medida humanitaria. Esperan que la Corte anule el indulto y Fujimori vuelva a la cárcel.  

Por ahora, está por verse qué papel político cumplirá el ex dictador puesto en libertad. Lo primero debe ser buscar reunificar a sus hijos, enfrentados por el poder, y a su partido. Con un presidente como Kuczynski debilitado y aislado como consecuencia del indulto, lo que lo ha dejado como dependiente del apoyo de Fujimori, el autócrata se reestrena con un importante poder sobre el gobierno. Un peligroso escenario.