Él dijo: “Estoy feliz cuando una mujer se hace madre porque ahí es cuando realmente se realiza”.

Ella dijo: “Le pregunto a @Facundo_Arana qué piensa de las mujeres que no tienen útero. ¿Qué son para él? ¿Seres humanos imposibilitados de realizarse? ¿En el amor? Y no somos sagradas, las vacas en India lo son, acá somos iguales a ustedes”.

Sucedió en Twitter. Hasta ahí el hashtag era #Aranapolémico. Algunos programas de chismes y de los otros dieron lugar a este enfrentamiento (“picante”) casi pugilístico (“fuerte cruce”) en el que Muriel Santa Ana  “destrozó”, “aniquiló” al galán “bueno”. Hasta que…

Ella agregó: “Yo, sin ir más lejos, aborté a los 24 años estando en pareja porque no quería ser madre. A los 40 no me quise casar con mi ex novio y le dije que no iba a tener hijos”. Luego, no se hizo ni un instante de silencio, los pulgares se abalanzaron y las redes estallaron. Del #Aranapolémico y la maternidad puesta en cuestión, se pasó a Muriel Santa Ana “asesina de bebés por nacer”, a la que se le desearon enfermedades varias y la muerte también. En esta semana, la agenda feminista más dura –maternidad y aborto– se coló en la farándula y tuvo chances de llegar a otros públicos. Cuánto sumó todo esto al debate que se viene trabajando hace décadas desde el feminismo es difícil saberlo. Expertas ayudan a pensar la cuestión. 

Todo empezó con el actor Facundo Arana hablando de su ex pareja Isabel Macedo. A propósito del actual embarazo de la actriz, hoy casada con el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, dijo “yo estoy muy feliz por ella. Estoy feliz cuando una mujer se hace madre, porque ahí es cuando realmente se realiza. Por supuesto que si no tenés hijos, después te realizás con tus sobrinos y los hijos de tus amigos”. Esa mirada idealizada de la maternidad y reduccionista sobre las mujeres –como si solo pudieran “realizarse” (¿los hombres tendrán que realizarse o ya vienen completos de nacimiento?) a través ya no únicamente de la maternidad sino de ¿la crianza? ¿de estar cerca de niños?–, fue expuesta en las redes y rápidamente desenmascarada. Lo hicieron muchas personas pero fue la actriz Muriel Santa Ana quien se convirtió en la antagonista perfecta, seguramente porque es una figura pública y porque los medios necesitan simplificar los discursos para plantear los temas como un enfrentamiento en pares opuestos (él, ella; bueno, mala; maternidad, aborto). 

Ella le explicó que las mujeres no son sagradas, tengan hijos o no. Lo que desató muchísimos comentarios, con la furia y la virulencia con que se dan en Twitter, tanto a favor como en contra. Me gusta, no me gusta. Arana terminó retractándose: “Me disculpo por decir que una Mujer se realiza con la maternidad o por encontrar al amor de su vida. Muy equivocado, y además mal usadas las palabras.. no me di cuenta hasta que me lo señalaron. A veces pasa. Reitero mis disculpas. Repensaré y Estudiaré” (sic las mayúsculas). Pero la primera piedra ya había caído y seguirían cayendo muchas más. 

“Es una falsa dicotomía pensar que las mujeres estamos a favor de la maternidad o a favor del aborto, o que quienes luchamos por el aborto legal seguro y gratuito no queremos ser madres. Lo que queremos es que para todas sea posible decidir sobre nuestra sexualidad y reproducción. La lucha es por la posibilidad colectiva de no verse forzada a un plan de vida no deseado, y en esto tiene mucho que ver el Estado. Hay mujeres que eligen la maternidad y no tienen suficiente apoyo público para el cuidado y la crianza, de modo que evalúan esa responsabilidad solitaria ante un embarazo. Hay quienes quieren interrumpir un embarazo no deseado o no oportuno y el Estado no satisface esa demanda incluso cuando es legal y deben hacerlo con riesgo en un circuito clandestino. Así que la reticencia del Estado con las mujeres es una barrera importante para nuestra seguridad y derechos”, reflexionó en diálogo con este diario la filósofa feminista Diana Maffía, echando un poco de luz sobre tanto oscurantismo.

Las piedras cayeron hasta que otro foco, aún más peligroso, aún más “polémico” como gustan decir muchos medios, se instaló. Santa Ana dijo que había abortado cuando tenía 24 años y ahí la catarata de acusaciones fue imparable. Porque una cosa es poner en cuestión que la maternidad sea destino obligado para las mujeres, pero otra mucho más difícil de digerir todavía para muchos sectores es que una mujer confiese que se hizo un aborto porque no estaba en condiciones de ser madre. Periodistas como Marcela Tauro y Eduardo Feinmann la criticaron duramente, por otro lado, también tuvo mucho apoyo de periodistas, entre ellas la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género en Argentina (Rivpg). Le dijeron muchas cosas a Santa Ana, asesina la primera; le desearon cáncer, muerte, entre otras tantas barbaridades. Pero también se solidarizaron con ella colegas como Carla Peterson, Griselda Siciliani, Dalia Gutman, María Carámbula, Mike Amigorena y Sebastian Wainraich.

Ejemplo del tenor del debate puede ser este breve hilo de intercambios. La actriz Verónica Llinás twiteó: “Creo que debe existir el #AbortoLegalYA en un marco de contención psicológica y acompañado de un plan de #EducacionSexualYA”. Alguien le contestó “El modelo uruguayo ha bajado el número de abortos y ha llevado a cero la muerte por abortos clandestinos”. Mientras que otro señor respondió: “El aborto, es asesinato de tu propio hijo!! Es asesinato agravado!!. No creo que se pueda argumentar algún derecho moral!!” (sic).

Cuánto sumó todo esto al debate que se viene trabajando hace décadas desde el feminismo es difícil saberlo. “El debate entre dos personas públicas del mundo del espectáculo tiende a banalizar los argumentos e inclinar las opiniones por motivos que se anclan en lo personal y no en lo político. Las redes sociales, con su anonimato y violencia, usan irresponsablemente adjetivos desmesurados y los personalizan, transformando lo que debería ser un diálogo y una oportunidad social de reflexión en un escenario de lucha en el barro patético que los medios de comunicación venden como pantalla partida. Que sea en enero, donde no ocurre casi nada que no sea banal, empeora las cosas”, apuntó Maffía.

Para Coca Trillini, feminista y socia honoraria de la Red Latinoamericana de Católicas por el Derecho a Decidir, primero “hay que reflexionar que las redes en algún punto tienen una lógica que no permiten la reflexión sin violencia, que no abonan a un proceso reflexivo porque así como no voy a aceptar que a mí me convenzan, no voy a convencer a nadie. Y la construcción colectiva, porque las leyes necesitan construcción colectiva, no se hacen con esos niveles de comunicación agresiva.”  Liliana Hendel, periodista y psicóloga coordinadora de la Rivpg, consideró que los debates en las redes son necesarios pero teniendo en cuenta que tienen sus límites: son “cortos, son debates de clase media y alta Eso no le quita valor, solo me parece importante que cuando decimos ‘todo el mundo habla’ deberíamos decir ‘el mundo al que pertenecemos que es una partecita del mundo’. Esto es importante porque no es un debate que les llegue a quienes son víctimas de alto riesgo, las mas jóvenes y las más pobres.”

Consultadas por cómo leer esta discusión, coincidieron en que no es algo nuevo, desde hace varias décadas se han dado distintos momentos en los que el tema estuvo en debate en los medios. Incluso, como recordó Mabel Belluci en la nota “Orgullo: acciones feministas para visibilizar los abortos propios”, publicada por Latfem hace unos días, hace casi cinco décadas que las campañas para visibilizar que las mujeres abortan existen en el mundo y unas tres décadas en Argentina. “Me parece que lo que sí cambia es la mejor aceptación del tema como un hecho público, de derechos, es decir, político. Dejamos atrás el ‘de eso no se habla’ al mismo tiempo que desaparece en esta sociedad ‘selfie’ el concepto de intimidad. También cambió la edad de las reclamantes, ahora es mayor la participación de jóvenes en las marchas”, dijo Hendel. Sobre las consecuencias o los alcances de este estallido tuitero, Trillini consideró que “siempre estas discusiones públicas traen consecuencias en algunas personas, sobre todo en aquellos que siguen a referentes mediáticos sin tener la práctica de tomar sus propias decisiones. Cuando yo me vuelvo fanática de un artista o de un programa, no tomo eso como un insumo que me sirve para la reflexión, sino que digo que si él lo dice está bien. Por eso la responsabilidad de la gente que genera opinión es muy importante. En ese sentido, la actitud de Arana me parece buena al decir repensaré y aprenderé”.

El movimiento #Niunamenos y más cerca el #Me too parecen ubicar los debates en otros términos, por lo menos a nivel del lenguaje. De todas formas, tampoco hubo claridad sobre este punto. Para Hendel está claro que estos movimientos “sacuden el tablero de los sentidos comunes. Rompen con el discurso hipócrita. Agitan cuando suman medios y personalidades. Aceleran los procesos sociales. Los países como Uruguay se convierten en modélicos, ahora también Bolivia... Es decir hay avances”. Aunque, como siempre que se trata de los derechos de las mujeres, “primero es en la calle después en las leyes. Los militamos, los conseguimos... los exigimos, como pasó con paridad. Todo suma. Todo es importante. Es un rompecabezas donde cada pieza es vital para avanzar hacia la meta que es una vida libre de violencias para todas. No es otorgado, es conseguido con militancia, unión y estrategia .Y transversalizando más allá de los partidos y las pertenencias de clase o etnia. El mundo de politic@s es más complejo. Hemos visto que gente que apoyaba e incluso firmaba en la Campaña (por el derecho al aborto), después no iba al recinto o no presionaba para que se discutiera alguno de los proyectos”.

Consultada por el avance del debate a partir de este episodio, Trillini dijo que “no lo pondría en términos de avances o retrocesos. Esto es un tema siempre actual, siempre permanente y siempre con posturas extremas queriendo universalizar lo que está bien y lo que está mal. No creo que esto beneficie mucho el avance de algún tema pero por lo menos no hay esa prohibición de hablar que había antes”.

–¿Se amplía con este tipo de debates la base de concientización o apoyo a la agenda de género?

–Lo que hace esto es confirmar que la agenda permanente que se tiene en búsqueda de igualdad de derechos entre mujeres y varones ha sido, debe ser y –todavía le falta mucho tiempo–, será permanente. No hay que escandalizarse, conviven avances, conviven ideas que no están tan a tono –finalizó Trillini.