Dicen que el bloco -comparsa- de las Carmelitas comenzó con una monja que saltó el muro del convento ubicado en el barrio de Santa Teresa para salir a carnavalear y solo volvió el martes, último día de esta fiesta pagana y popular que  acá, en Río de Janeiro, alcanza su cenit. Una semana a pura fanfarria, de excesos y samba. 

Sea como fuere, la leyenda de este bloco creado en 1990  por una decena de amigos que iban a jugar al fútbol y beber cerveza en este barrio, tan bohemio como Río  misma, resume de qué va el carnaval en la Cidade Maravilhosa, que ostenta un Cristo Redentor que durante estos días se hace el distraído. 

Porque el carnaval es la fiesta para celebrar a más no poder y dejar las penurias a un lado.  Para ocupar el espacio público como forma de resistencia. Y qué mejor que un carnaval durante los tiempos que corren para resistir con alegría de las buenas. Resistir ante la embestida neoliberal, con reforma laboral como estandarte del presidente Temer. “¡Fora Temer, fora Temer!”, se grita en cada bloco. Resistir ante el alcalde Crivella, hombre de la poderosísima Iglesia Evangelista Universal del Reino de Dios, quien intentó cortar el carnaval. ¿A quién en su sano juicio se le puede ocurrir prohibir el carnaval en Río? Y como no pudo, recortó ampliamente el presupuesto para la fiesta. ¡”Fora Crivella, fora Crivella”! También osó pedir que la gente no bebiera en carnaval, justo cuando se toman hectolitros de cerveza, y la celebración es la salvación o un alivio económico para muchas familias que esperan estos días de gloria para hacerse unos pesitos de más. Y son tiempos también de resistencia feminista, visibles en cuerpos semidesnudos, abrillantados, con inscripciones que dicen “nao e nao”, “Meu corpo, minhas regras, o “Sou rueira” (soy de las calles).

Guido Piotrkowski
Una fiesta de pura celebración y la hora de dejar las penurias de lado.

SANTO CARNAVAL Es viernes, hora del mediodía y hay un sol imposible. Carmelitas se concentra a la una de la tarde en el bar de Serginho, una esquina típica del barrio, para salir en su ya tradicional vuelta por Santa Teresa, que este año llegará hasta el Largo dos Guimaraes, un punto central de este vecindario de caserones antiguos. 

En la puerta del bar se refugian a la sombra quienes caben, que no son muchos si se cuenta los miles que se van acercando. Muchos visten la camiseta de Carmelitas, como los músicos de la batería, que llevan una naranja, bien vistosa. Muchos otros,  los que vienen a cantar y disfrutar bailando junto al bloco, llevan disfraces de todo tipo y color. Claro que predomina el de monja. 

Raquel está sentada en la sombrita, a resguardo del sol infernal, que hace transpirar la camiseta sin necesidad de andar mucho. Es zanquista, y está maquillada y vestida de arlequín. Sale con la agrupación desde hace unos años, aunque también participa en otros blocos. A tono con los tiempos de resistencia, dice que el tema del bloco este año es la diversidad. “Para mí el carnaval es una oportunidad para conectar con las personas, de salir a las calles con alegría, de fiesta, de felicidad. Donde la gente deja de lado las angustias, los dolores, y los transforma en protestas a través de nuestras fantasías.  Es una forma de transitar los sentimientos que traemos en el año y transmutarlos en alegría”. 

Pasadas las tres, suenan las trompetas, redoblan los tambores de la batería. Una vecina sesentona sale a la calle con atuendo colorido de bailarina de Escola de Samba. Se llama Celia, dicen que es una histórica del bloco y el barrio. Todos quieren una foto con ella. 

Mientras buena parte de los blocos de acá transitan las calles caminando, Carmelitas también lleva dos camiones o tríos eléctricos, usuales en Salvador, Bahía, donde van los cantores. Ya no cabe más gente en las estrechas calles adoquinadas del barrio, y esto recién empieza. Y suena la música y se desata la locura, y todo el mundo corre y canta y salta y baila detrás. 

Un día después, el sábado a las siete de la mañana es el turno del Ceu una Terra, un bloco que está cumpliendo veinte años en este 2018. La suave luz de las primeras horas del alba cae sobre los devotos carnavaleros que comienzan a concentrar en el Largo dos Guimaraes, y a beber y comer como si fueran las siete de la tarde. En un par de horas, tampoco cabrá un alma en estas calles, que tronarán al ritmo de sambas y marchas de carnaval, pero también del frevo y maracatú, dos ritmos nordestinos, ya que el bloco nació como una agrupación de tradiciones folklóricas brasileñas, que toca ritmos de Pernambuco. 

Acá, la condición sine qua non parece ser venir disfrazado. Pelucas y sombreros carnavalescos, esos de ala corta que usan los sambistas. Hay hombres araña y hombres vestidos de mujer, arlequines, mujeres maravillas, mucha media de red y malla enteriza brillante, purpurina purpurina y más purpurina. 

La salida es un fiestón. Trompetas, saxos y clarinetes, una batería afilada, y miles de personas en trance carnavalero durante un  recorrido de unas dos horas a todo vapor, con altos picos emotivos y canciones que penetran en las fibras intimas del “carioca da gema” (carioca de ley). 

Jean Felipe es uno de los directores del bloco, toca en la batería y desfiló con un dragón sobre su cabeza y alrededor del cuerpo. Al término, con los decibeles más bajos, y luego de un caldo de “feijao preto” (porotos negros) Jean habla con TurismoI12 en una terraza tropical con vista al centro donde se juntaron los integrantes del bloco a comer y compartir un rato de calma luego de una mañana intensa. “Era un acción entre amigos, como todo bloco comienza así, y luego se fue desenvolviendo”. El carnaval, dice Jean, es “un sueño colectivo, pero más que un sueño es una realidad. En realidad es cuando el carnaval termina que viene la fantasía”. 

Guido Piotrkowski
Ceu na Terra, un bloco que celebra sus dos décadas este año.

CENTRO DE LAS REVUELTAS Por la tarde es el turno de Cordao de Prata Preta, una banda que delineó su circuito en el centro de Río bajo un espíritu contestatario y reivindicatorio de una revuelta popular conocida como la revuelta de las vacunas. El nombre remite al estibador y capoeirista Horacio José da Silva, o  “Prata Preta”, el héroe de aquellos días. Bruno, quien participa desde la fundación del grupo en noviembre de 2004, explica que se fundó en esa fecha porque fue cuando se cumplió el centenario de la revuelta, como un homenaje a esa lucha. 

La Praça da Harmonía, en el barrio da Saúde es el lugar donde los fantasiados en busca de bloco tras bloco se juntan ahora para seguir la fiesta. “Fue una revuelta popular contra innumerables medidas impopulares de los gobiernos. Una conjunción de factores que culminó cuando vino la vacuna obligatoria”, explica Bruno, en cuero, sombrero de Arlequín y collares de cuentas bahianas. Prata Preta, el héroe, tumbó un poste, simuló que era un cañón, e hizo creer a las fuerzas de choque gubernamentales que lo era. 

Pero Bruno tiene que dejar de hablar de historia: su historia ahora es este carnaval y el bloco ya se apresta a salir por las callejuelas del centro carioca. Hay una buena cantidad de gente que se alista detrás de la banda, y una vez que suenan los tambores y arrancan las marchitas carnavaleras, la fiesta que en realidad nunca terminó vuelve a comenzar.   

El bloco se mete por una ladera, sube y luego le sigue otra ladera, mas pronunciada aún, por la que bajan entre baldazos de agua que llueven desde los balcones. “¡Agua, agua, agua”, piden a gritos.  Es que el calor es agobiante. Y todo culmina en el mismo punto de partida, bailando al son de la música de la banda, que seguirá por un buen rato más. 

El domingo por la mañana la posta es ir a ver el Cordao de Boitatá, uno de los blocos callejeros que más creció en Río en los años. La salida por las calles ya la hicieron en la semana previa al carnaval. Ahora, en este domingo, tienen escenario montado en la Praca 15. Pero también hay que estar atento a un bloco más anárquico, del que no circula mucha información. Se llama Boi Tolo y una parte de la banda está tocando ahora a la vuelta de la Praça 15, sobre las escalinatas  de un edificio público. Es un bloco que tiene varios desprendimientos y circula por diversas partes de la ciudad, de forma aleatoria. No tiene punto de partida ni de llegada. No están en la programación oficial de los blocos callejeros. Y sin embargo, arrastran miles de personas por toda la ciudad. Este domingo, dicen que dicen, una parte salió a yirar alrededor de las ocho de la mañana. Y pasado el mediodía, esa parte, o alguna otra, aparece en el Largo de Carioca, a pasos del centro financiero de la ciudad. Un ala de personajes en zancos y el portaestandarte encabezan el bloco. Acá también todos van disfrazados, pero nadie sabe a dónde ni hasta cuándo. Solo hay que seguir atrás de la banda. ¡Fora Temer, Fora Crivella!,  retumba en las calles de Río, donde el carnaval resiste.