PLáSTICA › MONICA VAN ASPEREN EN LA GALERIA MAMAN

Sobre frágiles tensiones

Las relaciones humanas, la teatralidad y la música son algunos de los núcleos sobre los que reflexiona la artista a través de sus esculturas, objetos, fotografías y dibujos.

 Por Fabián Lebenglik

Como suele suceder, el primer contacto con la muestra de Mónica van Asperen fue la tarjeta de invitación: allí, una fotografía muestra a una pareja que se enfrenta desnuda, sentada, ante un fondo claro y neutro, teatralmente iluminado, en el que piso y pared se funden indiferenciados. La pareja, enfrentada, exhibe una desnudez en la que se juega una actitud mutuamente desafiante y juguetona. Lo que le otorga más teatralidad a la escena es el objeto que cada uno lleva en la cabeza. Con esos objetos, a modo de grandes anteojeras, sólo pueden ver hacia adelante y concentrarse en la extraña relación que los enfrenta. Ambos personajes, hombre y mujer, a su vez componen una inestable simetría que los asemeja –tanto como el peinado–, hasta por momentos indiferenciarlos.
Una vez en la galería, ante la muestra, la serie de fotografías se extiende a varias situaciones en las que puede intuirse un diálogo donde se pasa de la tensión al reposo y del enfrentamiento al juego y el contacto.
El extraño cono que aísla y proyecta sus caras puede pensarse como un modo de recuperación de las máscaras que los actores usaban para representar las tragedias griegas durante el Siglo de Pericles. Aquellas máscaras funcionaban a su vez como cornetas o primitivos megáfonos, para proyectar y amplificar la voz hacia los espectadores que ocupaban el anfiteatro.
La teatralidad es un componente recurrente en la obra de Van Asperen, desde que comenzó cubriendo los cuerpos de sus personajes con globos. Y ese juego teatral es el modo en que la artista elige colocar al cuerpo (y la relación de escalas con el cuerpo) como uno de los ejes fundantes de su trabajo. A ese núcleo se suma la evocación del sonido y la música. Se trata de una evocación silenciosa (y el silencio es constitutivo de la música), porque la voz no se oye pero a ella se alude en la serie de fotos mencionadas. En otros trabajos la artista utiliza pentagramas como soporte y vidrio como materia (que se define por su cualidad sonora, su fragilidad y tensión).
Mónica van Asperen se graduó como diseñadora gráfica en la Universidad de Buenos Aires en 1989. Estudió música y matemática. Fue docente en materias relacionadas con el diseño de indumentaria y la comunicación. En 1997 fue seleccionada para participar del programa para artistas jóvenes de Guillermo Kuitca. En 1998 obtuvo una beca en el Instituto de Diseño de Copenhague (Dinamarca). Participó en el 2000 del proyecto Trama de la Academia Real Holandesa y la Fundación Antorchas. En 2001 ganó la beca de esta fundación para un proyecto de residencia en el Centro Banff, de Canadá, y obtuvo también una beca del Fondo Nacional de las Artes. La Asociación de Críticos le dio el premio a la artista joven del año (2001). En 2002 ganó el premio Konex. Desde 1996 exhibe su obra en muestras individuales y colectivas, nacionales e internacionales.
La muestra que presenta en la galería Maman –curada por Sonia Becce– tiene el atractivo de la variedad: esculturas, fotografías, instalaciones, dibujos, objetos. Aunque toda definición técnica es sólo aproximativa, porque se trata de una artista completa y casi ninguna de las obras que presenta es definible por una sola técnica.
En una de sus series fotográficas –(“Inclusión de mí hacia el otro”)–, Van Asperen vuelve sobre los cuerpos envueltos en globos, y vuelve también sobre la tensión/unión entre los cuerpos. No se trata nada más que de tensiones y distensiones, sino que el componente escénico genera un espacio para la construcción de un relato sin palabras.
La obra que abre la muestra es “ADN”: una instalación de pared, en la que cápsulas y tubos de vidrio fundido por la artista –transparentes y plateados– colocados sobre decenas de largas agujas clavadas sobre la pared conforman una secuencia rítmica o un código genético. Las cápsulas ytubos de vidrio, estirados y segmentados, llenos de aire, colocados a diferentes distancias y alturas, suponen una lengua secreta, escrita, musical y a la vez silenciosa.
Esta obra se deriva de las que comenzaron de manera similar pero con globos inflados y tensados, que se sostenían y estiraban en la pared gracias a agujas de tejer clavadas. El “ADN” de Van Asperen relaciona de manera directa la génesis biológica con la notación musical y con el sonido aludido por las tensiones y distensiones a las que fue sometido el vidrio.
Otra serie de obras de vidrio, que se yergue en la entrada como un conjunto de delicadas columnas transparentes de colores, remite a la clasificación filosófica –sobre todo en Leibnitz– de seres autosuficientes, diferenciados e indivisibles, que tenían como cualidad central la fuerza. Pero a la vez la mónada también constituye una unidad orgánica. Como en “ADN”, lo biológico es punto de partida para un cruce entre materiales, disciplinas y pensamientos.
La naturaleza física del vidrio, que la artista trabaja como si fuera una veterana en el oficio, reúne al mismo tiempo las nociones de fuerza y fragilidad que atraviesan toda la exposición.
Otra serie de fotos pone en escena de manera particularmente literal la relación entre lo lleno y lo vacío. Van Asperen rellena con arcilla los vacíos que las distintas posiciones del cuerpo le permiten –salvo en la foto “anómala” en que cubre la espalda de una mujer con ese material y allí la arcilla viste en lugar de rellenar–. Esta serie luce primitiva y extraña y aparece más como un ejercicio que como una obra terminada.
Algunos de los dibujos que presenta la artista ofician de gráficos sobre las coordenadas de fuerza y fragilidad. Sistemas y estructuras se cruzan en los diagramas y bocetos de modo que aparece claramente el concepto de medida, de proporción, de espacialidad y el planteo de líneas de fuerza.
Otra obra central es la que sirve de título a toda la muestra, “Círculo”. Allí la artista combina piezas de vidrio con platillos de percusión de aluminio. La obra constituye una cadena que a través de la relación cóncavo/convexo propone desde el encuentro de materiales heterogéneos la complementación poética entre fragilidad y resistencia.
En el catálogo, que lleva un texto de Lucas Fragasso, la artista elige mostrar su propia imagen tal como es, sin “producirse”, en actitud de trabajo, fuera de toda aspiración mundana. Más allá de cualquier impostura se la ve concentrada felizmente en su obra. Y allí parece completarse el círculo recurrente entre fortaleza y fragilidad. (Galería Daniel Maman, Avenida del Libertador 2475, hasta mediados de agosto.)

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De la serie de fotos “Inclusión de mí hacia el otro”, de Mónica van Asperen.
 
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