PLáSTICA › ANTOLOGICA DE NIGRO EN EL CENTRO RECOLETA

De los objetos recuperados

Una mirada retrospectiva sobre la obra de Adolfo Nigro demuestra la coherencia del artista a lo largo de 35 años.

 Por Fabián Lebenglik

La mirada retrospectiva sobre la obra de Adolfo Nigro que se ofrece en el Centro Cultural Recoleta muestra, a primera vista, la coherencia de un artista a lo largo de cuatro décadas.
Allí, en la Sala Cronopios, la exposición curada por Liliana Piñeiro selecciona obras y series de Nigro realizadas entre 1967 y 2002: 35 años de producción, en un recorrido que al mismo tiempo resulta breve y elocuente. Breve, porque no se trata de un antología maratónica, sino que ofrece un ritmo y un clima muy cercanos al juego permanente que el propio artista entabla con su obra. Elocuente, porque a pesar de esa brevedad relativa funciona como itinerario suficiente para acercarse a toda la obra del artista.
En el arte no hay progreso y eso se advierte, casi como una axioma, por mera inferencia, en la presente retrospectiva: obras separadas por décadas se perciben sin embargo como concebidas por parte, según una misma manera de enfrentar el hecho artístico, entre la libertad y la sujeción, entrelazando una trama suficientemente abierta como para crecer y expandirse y, por otra parte, relativamente cerrada, como para perfilar un estilo y un sentido. Pareciera que Nigro hubiese proyectado de entrada y de una sola vez toda su producción. De allí que el recorrido de la antología no sea cronológico, lo cual ayuda a pensar el modo multiforme y sincrónico en que Nigro compone sus series –enumeradas por Claudia Laudanno en el catálogo de la exposición–: Cromoformas, Jironadas, Buscadores de Almejas, Cartas modificadas, Horizontes catalanes, Dominios naturales, Juguetes, Pesca del viento, Papeles de Calyecat, Desprendimientos, Plancton, Homenajes, Cartas de Dinamarca, Móviles y Barriletes.
La exposición conserva este aspecto químico de la obra de Nigro, según el cual la parte funciona como una molécula del todo y la relación entre el fragmento y la totalidad es sumamente estrecha y a la vez dinámica y orgánica. Como si la parte, la obra individual, contuviera todos los atributos y toda la complejidad del cuerpo mayor de la obra a la que pertenece.
Parte de esa capacidad de condensar sentido en un fragmento sucede por la formación de Nigro, que se completó en el Taller de Torres García, en Uruguay, a mediados de la década del sesenta.
Nigro nació en Rosario en 1942 y vive en Buenos Aires. Egresó de la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano en 1960, estudió en la Pueyrredón (1962) y se formó además en talleres particulares como el de Víctor Magariños. A mediados de la década del sesenta vivió unos años en Montevideo, donde se vinculó con los que habían sido discípulos e integrantes del Taller Torres García. Allí estudió con José Gurvich desde 1966, el gran artista uruguayo que por entonces comandaba el Taller de Torres. Allí recibe Nigro el legado constructivista y la visión del arte como un campo de la cultura inscripto dentro del humanismo.
Nigro presentó su primera exposición individual en Montevideo en 1966 y desde entonces realizó decenas de exhibiciones nacionales e internacionales. A lo largo de los años siempre se comprometió con la causa de los derechos humanos, lo cual se registra, por ejemplo, en varias muestras y publicaciones. En 1989 recibió el Gran Premio de Honor del Salón Nacional de Bellas Artes, y en 1994 el Premio Trabucco de la Academia Nacional de Bellas Artes, que son los principales reconocimientos oficiales a la carrera de un artista plástico argentino. También ilustró numerosos libros de poetas y escritores.
Como había sucedido con el propio Gurvich mientras estudiaba con Torres, Adolfo Nigro comienza a elaborar, como discípulo de Gurvich, un repertorio de imágenes personales y a hacer un uso particular del color, a partir de los fragmentos, patrones y estructuras que componen sus cuadros y dibujos. Cada elemento, como si fuera un fragmento de memoria, pasa a funcionar en un contexto mayor en el que se estructura una imagen totalizadora. La estructura es suficientemente abierta como para contener cualquier forma, cualquier evocación, reproducción o repetición.
El concepto de estructura del cual deriva el constructivismo en las artes visuales, de un modo general, parte de Platón, pasa por Descartes y por las “categorías” kantianas, hasta llegar a la teoría lingüística chomskiana y al estructuralismo europeo. Se tata de una tradición epistemológica que postula el carácter innato de ciertas estructuras rectoras de la percepción, las cuales determinan una serie de predisposiciones del pensamiento según reglas generales y abstractas. Según esta teoría, las ideas innatas moldean y dan forma a la experiencia. En la tradición seguida por Nigro hay un doble equilibrio: por una parte el equilibrio entre lo popular y lo culto. Por la otra, entre lo universal y lo regional. Se trata de la construcción de una estética que dé cuenta tanto de una identidad como de cuestiones más universales.
En la búsqueda por resolver las dicotomías periféricas entre lo culto y lo popular y entre cultura global versus identidad regional, resulta clave la noción de estructura sobre la que el artista planta su poética.
En esa especie de grilla devoradora, caben todos los temas: la estructura toma la forma y a su vez conforma cada tema. Hay que tener en cuenta que cuando se habla de estructura en Nigro no se trata de un esquema rígido, sino de un sistema dinámico de inclusiones infinitas. En este sentido, el collage y el objeto, como categorías formales, casi como géneros privilegiados, responden por su flexibilidad a este modo de concebir la producción artística. Nigro logró a través de ellos generar un mundo propio, incluso en el marco del constructivismo, que crea una fuerte red de dependencias estructurales de la que pareciera, a priori, no haber escapatoria, como si reservara a sus seguidores un camino epigonal.
Para Nigro la obra de arte es un artificio complejo, una incrustación hecha de retazos autobiográficos, citas, memoria, objetos perdidos, recuperados o atesorados. La obra de arte, según este punto de vista, sería el resultado de la destilación de una experiencia de vida. (En el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930, hasta el 18 de abril.)

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De la serie “Jironadas”, un collage de 1999, de Nigro.
 
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