PLáSTICA › ESTEBAN LISA: DE ARTURO AL DI TELLA

Mapa y guía para un pintor

El gran artista argentino vivió una larga vida en secreto, automarginado del sistema artístico. Una muestra lo coloca ahora entre pares, en el contexto de la mejor abstracción.

 Por Fabián Lebenglik

El comienzo del descubrimiento y la circulación de la obra de Esteban Lisa (1895-1983) se produjo en 1988 por una muestra organizada en el Museo Sívori gracias al esfuerzo de sus discípulos (como Isaac Zylberberg). Aquella exposición, sin embargo, pasó casi inadvertida y hubo que reeditar la operación –en la galería Palatina–, nueve años después, esta vez bajo la batuta del coleccionista y ensayista Mario Gradowczyk, quien a su vez había conocido a Lisa en la década del cincuenta, cuando el pintor era un oscuro profesor con teorías un tanto esotéricas.
Desde fines de los años noventa hasta el presente, la obra de Lisa, gracias –entre otros– a Gradowczyk, cuenta con un creciente reconocimiento nacional e internacional, con libros publicados, participación en muestras y ferias internacionales, lo cual convocó a galeristas, museos y coleccionistas a poner el ojo sobre este gran artista secreto.
Ahora, con la muestra Esteban Lisa, de Arturo al Di Tella, se logra una puesta en contexto de la obra de Lisa, concatenando la producción de otros grandes artistas argentinos que sí brillaron en público, mientras Lisa era el secreto mejor guardado.
“La aparición reciente de la obra pictórica de Esteban Lisa –escribe Mario Gradowczyk en el catálogo– plantea una serie de interrogantes: ¿Cómo reubicar a Lisa dentro de la historia? ¿Sería posible confrontar su obra con las pinturas de actores conocidos? ¿Deberíamos resignarnos a verlo como un personaje atípico, un meteorito que no alcanzó a impactar nuestro territorio? Fabián Lebenglik, en su nota sobre la primera exposición póstuma del artista en una galería señalaba que ‘La irrupción de Lisa demuestra que la historia siempre se reescribe, no sólo por las luchas por imponer interpretaciones y sentidos nuevos, sino también por la incorporación de nuevos elementos de juicio’ (Página/12, 25 de marzo de 1997).”
“Ahora bien –sigue el ensayista– ¿cómo rehacer esa mirada? Para ello, en lugar de una discusión retórica se propone realizar un experimento: exhibir su obra junto a la de los integrantes de la vanguardia abstracta del cuarenta y del cincuenta, para concretar así esa mirada arqueológica de la que hablaba Lebenglik, y ‘reponer la información faltante, procesarla y volver a configurar el mapa mental’ (Página/12, ídem).”
Lisa produjo la totalidad de su obra automarginado del sistema artístico local e internacional, caído del mapa. De modo que con esta muestra se lo vuelve a colocar en el mapa, tal vez forzando su voluntad, pero no la lógica de su obra, que ya no le pertenece.
La muestra presenta pinturas de Lisa del período 1944-1963 en diálogo y contrapunto con algunos de los artistas que sí formaban parte del sistema artístico. La selección de obras y artistas es parcial y caprichosa aunque iluminadora, porque se vuelve productiva. Como se dice en el catálogo:
“ ... el experimento propuesto equivale a desarticular el diagrama canónico que rigió la historia del arte argentino durante muchas décadas para introducir las pinturas de Lisa; establecer nuevas conexiones; generar un nuevo diagrama”.
La trayectoria de Lisa se desarrolla en simultáneo con los principales movimientos del siglo. Su relativo aislamiento y su pudor hicieron que construyera en soledad una historia marginal y paralela de la pintura moderna, completamente consciente, racional y naïf al mismo tiempo.
La puesta en contexto que guía esta muestra recorre el mapa de la abstracción. Comienza por la revista Arturo, sigue con los ecos de la Asociación Arte Concreto Invención, el grupo Madí, el Perceptismo sigue con el informalismo y termina con la fundación del Di Tella. Todo un recorrido que se concentra en la conjugación de ciertos “casos” notorios,a través de un paralelismo cronológico y de parentescos formales que acompañan el período 1944-1963, con obras de Carmelo Arden Quin, Raúl Lozza, Juan Melé, Kenneth Kemble, Josefina Robirosa, Luis Wells, Alberto Greco, Rubén Santantonín, Clorindo Testa, Rogelio Polesello y León Ferrari. (En la galería Ruth Benzacar, Florida 1000, hasta el 14 de setiembre.)

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Arriba: portada de “Arturo” (1944), Tomás Maldonado.
Abajo: “Composición”, 1951, pequeño óleo de Esteban Lisa.
 
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