CIENCIA › DIáLOGO CON JULIANA GIMéNEZ, DOCTORA EN BIOLOGíA, LABORATORIO DE BIOLOGíA DE INVERTEBRADOS MARINOS, FCEN

La vida en el fondo del mar

El Zidona dufresnei es el típico caracol de Mar del Plata. Estos caracoles viven a 50 metros de profundidad y forman parte del bentos, el ecosistema que se apoya sobre el fondo del mar.

 Por Leonardo Moledo

–Cuénteme qué hace.

–Lo que hacemos en el laboratorio, en líneas generales, es tratar de entender qué pasa en el fondo del mar en cuanto a los invertebrados marinos.

–¿Y qué pasa en el fondo del mar?

–Bueno, muchas cosas. Tratamos de ver, por ejemplo, cuándo se reproducen...

–Antes que nada: ¿de qué hablamos cuando hablamos del fondo del mar?

–Yo trabajo, dentro de los invertebrados marinos, con moluscos que están en el bentos, que es todo lo que se apoya sobre el fondo del mar.

–¿Qué profundidad?

–50 a 100 metros. Esas son las especies con las que más trabajamos, que son las que pueden capturar los barcos. También trabajamos con animales que están en la costa a poca profundidad (unos 2 o 3 metros), o que están en lo que se llama el intermareal. Lo que hacemos, en general, es estudiar sus ciclos de vida, ver cuál es su momento reproductivo, cuándo ponen huevos, cuánto crecen, cuál es su dinámica poblacional, qué comen, por quién son comidos, cuáles son las relaciones tróficas que tienen con el medio. Sobre todo nos dedicamos a la biología reproductiva: cuándo se reproducen, a qué edad...

–¿Por qué se ocupan de eso específicamente?

–Bueno, conocer todos estos parámetros de reproducción y de crecimiento es importante porque muchas veces estos animales son de interés para la pesca. Es fundamental conocer entonces en qué momento del año se puede pescar para optimizar el resultado, si pescamos animales más chicos o más grandes, si la pesca va a influir en el desenvolvimiento de la población, si la población se va a poder sostener en el tiempo. Es importante conocer todo eso, para poder aprovecharlo y para poder fijar cuánto se pesca y cuánto no.

–¿Y los barcos del puerto lo respetan?

–Eso es un problema.

–Hablemos un poco de estos bichos... Viven en el fondo del mar. ¿Salen?

–No, se quedan ahí. A menos que los saquen. Pongamos un ejemplo. El caracol que estudiamos se llama Zidona dufresnei, es típico en Mar del Plata. Es el que se ve en todas las artesanías. Son caracoles grandes, de hasta 20 centímetros, que se comen. Se explotan comercialmente, entonces, se exportan a Japón o a Corea. Estos caracoles viven a 50 metros de profundidad, tienen branquias y el oxígeno lo toman a través del agua.

–¿Cómo es la vida de esos caracoles?

-¡Una vida tranquila! Están en su hábitat, no pasa nada (salvo, cada tanto, una red de barcos).

–Y si no hubiera barcos, ¿cómo sería la cosa?

–Bueno, estos caracoles viven más de 20 años, se reproducen dos veces por año (en primavera-verano) poniendo unas ovicápsulas de entre cuatro y seis embriones pequeños. Estos embriones tardan en crecer y llegar a su edad reproductiva entre 8 y 10 años.

–Es mucho. La mitad de su vida.

–Sí, claro que es mucho. Son de crecimiento muy lento.

–Bueno, acá estuve escuchando unas historias de peces que se matan entre sí... y ahora me encuentro con unos caracoles buenísimos. ¿No luchan por las hembras?

–No. Son muy tranquilos. Igualmente tenga en cuenta que nosotros no estudiamos el comportamiento sino cosas que podemos obtener de metodologías como, por ejemplo, la histología, que aplicamos y vemos qué pasa en los tejidos. Y de ahí armamos la historia.

–¿Cómo se reproducen?

–Hay machos y hembras, a diferencia de otros caracoles que son hermafroditas.

–¿Pero cómo eligen a la pareja?

–No se sabe, es un misterio el amor de los caracoles. Y es un misterio que no vamos a develar.

–¿Por qué no?

–Queda dentro de la fantasía de la gente.

–Bueno, se puede bucear y mirar.

–A 50 metros es medio complicado.

–¿Tienen predadores?

–Pocos. Tienen uno del hábitat natural, que es otro caracol más grande que ellos. Y si no están en buenas condiciones pueden ser depredados, por ejemplo, por estrellas. Pero el predador fundamental es el hombre.

–Si no hay depredación, las poblaciones tienen que crecer de una manera espantosa.

–Sí. Pero no crecen de esa manera porque puede haber depredación de los huevos en algún momento, por ejemplo. Además, no ponen demasiados huevos por año, con lo cual la descendencia no es demasiado abundante. Se mantiene la población y con eso alcanza y sobra. Aunque en realidad, por la pesca, está disminuyendo. En el año ’97 se pescaban 1300 toneladas y actualmente se pescan 100 o 200 toneladas.

–¿Y eso alcanza para mantener a la población y que no se extinga?

–No sabemos. Por ahora, están.

–¿Y qué importancia tiene el caracol para el ecosistema?

–La misma que tiene cada una de las especies. Es parte de la biodiversidad del fondo del mar. En cuanto a qué puede llegar a ceder... bueno, no tiene un rol específico. Pero es uno de los predadores más importantes del suelo marino.

–¿Qué depreda?

–Otros bivalvos, como mejillones.

–¿Los come con cobertura y todo?

–Sí, los aprietan con el pie y los comen.

–¿El pie?

–Sí. Tienen un pie solo, con el que caminan.

–O sea que se mueven...

–Sí, claro.

–¿Y qué más comen?

–Almejas, caracoles más pequeños. Esa es una de las especies con las que trabajamos.

–¿Y con qué más trabajan?

–Actualmente estamos trabajando con bivalvos costeros y caracoles costeros. Lo que hacemos es estudiar los parámetros reproductivos y analizamos cómo se ven alterados por la contaminación. Estudiamos entonces las patologías que se puedan ver en el sistema reproductivo, en los espermatozoides, y eso nos dice cuál va a ser su éxito reproductivo en las condiciones en las que se encuentra. Después comparamos lugares contaminados con lugares sin contaminar.

–¿Y qué pasa con la contaminación?

–Estamos estudiándolo. Uno de los contaminantes más importantes proviene de las pinturas de los barcos (el TBT), que lo que hace es provocar la masculinización de hembras en caracoles. En el puerto de Mar del Plata en un estudio se vio que todos los caracoles que estaban ahí eran machos. En realidad, lo que verificamos después es que había machos y hembras, pero las hembras se habían masculinizado. Las hembras tenían un ovario, pero tenían también pene. Desarrollaron caracteres sexuales secundarios. Esto es reversible, porque en el momento en que deja de estar contaminado, revierte.

–Y si se extinguieran los caracoles, ¿qué pasaría en el nicho ecológico?

–Cualquier agujero en la biodiversidad es una pérdida enorme, que a veces nosotros no podemos ni evaluar.

–¿Por qué enorme?

–Algunos cambios pueden ser catastróficos, aunque ahora no nos demos cuenta. No sólo hace mal lo que nos afecta directamente: hay que pensar también que cada especie es un granito en el mar de la biodiversidad...

–Bueno, pero si desaparece un solo granito... Desde el punto de vista filosófico, ético, es triste, si usted quiere, porque es una especie que se perdió. Pero desde el punto de vista de la naturaleza... no sé si importa mucho.

–Quizá no estemos en condiciones de decir ahora qué es lo que puede pasarle a la naturaleza por la pérdida de estas especies. Quizás en el mar, con la pérdida de muchas especies, deje de haber posibilidades de pesca. Porque cualquier pérdida puede generar desequilibrios, crecimiento de otras especies que no son tan importantes comercialmente..., cada especie juega un rol en el sistema que tal vez hoy no conocemos. Pero al ir desapareciendo las especies, puede llegar a haber pérdidas visibles para el común de la gente. Tenemos que tratar de tener una mirada, entonces, no tan inmediata. Todo individuo es importante para el sistema. Así como todas las personas son importantes para la sociedad, hagan o no algo trascendente, todos los individuos son importantes para la biodiversidad. Aunque no cumplan ninguna función específica.

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Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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