CIENCIA › ANA MARíA LARCHER, ESPECIALISTA EN SEGURIDAD RADIOLóGICA

La seguridad en un país nuclear

Detrás de la puesta en marcha de Atucha II, los reactores de investigación y la red de centros de diagnóstico y medicina nuclear, trabajan especialistas que controlan el uso seguro de las radiaciones. En la Argentina, un centro ya capacitó a más de mil expertos de todo el mundo.

 Por Ignacio Jawtuschenko

Una tecnología como la nuclear requiere de seguridad, es casi de sentido común. Pero implica también una cultura con principios, reglas, normas e instituciones reguladoras en la que la Argentina es referente internacional. Ana María Larcher, física especializada en seguridad radiológica y nuclear, tiene a cargo un centro regional de formación y entrenamiento de especialistas en protección radiológica y seguridad, gestionado por la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN), el organismo técnico encargado de fiscalizar la seguridad de las actividades radiológicas y nucleares, y la no proliferación nuclear.

–¿Qué es la seguridad radiológica? ¿Cuáles son los conceptos básicos?

–La protección radiológica es la disciplina que estudia los efectos de la radiación ionizante sobre los seres humanos y el ambiente, y los procedimientos y las tecnologías para proteger a los seres vivos de sus efectos nocivos. El objetivo de la protección radiológica es permitir el aprovechamiento de la radiación en todas sus formas conocidas, con un riesgo aceptable, tanto para los individuos que la manejan como para la población en general y las generaciones futuras. La radiación es potencialmente dañina, por lo tanto no debe permitirse ninguna exposición innecesaria.

–El poder nuclear sale a la luz para el mundo con la destrucción de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, digamos, no fue la mejor de las presentaciones.

–Si bien nace con el pecado original del uso bélico, es uno de los grandes descubrimientos del siglo XX. Incluso es a partir del impacto de Hiroshima y Nagasaki que se convierte en una actividad con niveles de seguridad muy elevados.

–¿Los especialistas en seguridad nuclear hacen un seguimiento de las fuentes de radiación?

–Sí, nos ocupamos tanto de los materiales radiactivos como de los equipos generadores de radiación. En el caso de los materiales, éstos todo el tiempo emiten radiación ionizante hasta que se van desgastando. En cambio, los equipos, como un acelerador lineal de uso médico o un equipo de rayos X que saca una radiografía, generan radiación cuando se prenden y dejan de producirla cuando se apagan. Y en los reactores nucleares, que no se apagan con un botón, sí se detiene la reacción en cadena para llevarlos a las paradas seguras, pero en su interior sigue habiendo material radiactivo, que al finalizar la vida útil del reactor se tratará como residuo o se reciclará como combustible.

–¿Diría que el sector nuclear es más seguro y controlado que otros sectores o industrias?

–Sí, tanto en las formas de trabajo con el material radiactivo como en el manejo de los residuos. A la par del desarrollo de las recomendaciones internacionales, van apareciendo los organismos que regulan las actividades con esas pautas, con esos estándares. Y nosotros, en particular en América latina, tenemos una historia de más de sesenta años. La CNEA nace en el año 1950, y las primeras regulaciones aparecen en el año 1958. La Argentina ha tenido el privilegio de haber logrado un desarrollo nuclear autónomo y en paralelo ha desarrollado también sus propios instrumentos de control, que cumplen con los estándares internacionales.

–Concretamente, ¿cómo se regula la actividad?

–Se regula de dos maneras. Una de ellas, produciendo normas que los usuarios de radiación tienen que cumplir, por ejemplo, indicando qué condiciones de seguridad tiene que tener un equipo para poder utilizarse. La otra forma es asegurándonos de que las personas que operan equipos o trabajan con fuentes de radiación sepan lo que está haciendo. Es decir, capacitando. Ahí está nuestro trabajo más importante, porque nosotros como reguladores somos los principales interesados y tenemos como responsabilidad propia generar una cultura de seguridad en el uso de la radiación. La ARN se ocupa de capacitar a quienes van a usar radiación y a quienes la van a controlar. Desde hace más de 35 años damos cursos de posgrado, hace poco elevamos su carácter académico y los hemos convertido en carreras de especialización de la Universidad de Buenos Aires, y además la ARN es hoy Centro Regional de Capacitación (CRC) en América Latina y el Caribe para la Seguridad Nuclear, Radiológica, del Transporte y de los Desechos.

–¿Dónde puede ver el ciudadano corriente la labor regulatoria de la ARN?

–La regulación del uso de radiaciones ionizantes tiene dos protagonistas, el Ministerio de Salud de la Nación, que regula el uso de los rayos X, y la Autoridad Regulatoria Nuclear, que regula el uso de las radiaciones nucleares, que comprenden desde los reactores nucleares y reactores de investigación hasta los equipos médicos y las fuentes radiactivas que se emplean en la radioterapia, o sea tratamiento oncológico, y la medicina nuclear, que es la que utiliza radiofármacos para diagnóstico o tratamiento, así como en los usos industriales. Respecto de la presencia de la ARN, es una pregunta muy interesante. Tal vez habría que hablar con nuestros regulados y preguntarles cómo sienten ellos la presencia cercana de ese organismo regulador para poder realizar sus prácticas. También podría decir que la ausencia de la ARN en los medios es una forma de señalar su eficacia, ya que afortunadamente podemos vanagloriarnos de un alto nivel de seguridad en las actividades que controlamos.

–¿Quiénes son los regulados?

–Los planteles técnicos de los reactores y las plantas del complejo industrial del ciclo de combustible, el personal de la CNEA, los médicos, los paramédicos que están en torno de estas prácticas de las que hablábamos. También hay técnicos de diversas especialidades, por ejemplo quienes hacen gammagrafía industrial, es decir radiografías en cañerías con fuente gamma. Estas se utilizan en construcciones como también en prospección petrolera. Hay fábricas con equipos de medición industrial que miden, por ejemplo, espesor de papel, o determinan si enormes tanques de colada de arrabio tienen o no la cantidad de material que requieren. Los usos de la radiación son enormes.

–¿Cómo se comenzó a trabajar en esta disciplina en el país?

–Dentro de la CNEA, que iniciaba el uso de las radiaciones ionizantes en el país, hace unos cuarenta años se creó un grupo y luego una gerencia de protección radiológica y seguridad que tenía a cargo verificar que los usos del material, que siempre han sido pacíficos, sean siempre seguros. Hubo un pionero de la protección radiológica en el país que fue el doctor Dan Beninson, uno de los mayores expertos internacionales en temas de seguridad radiológica, que durante muchos años estuvo al frente de esa gerencia.

–Cuénteme acerca de esa cultura de la seguridad. ¿Qué objetivos se plantean?

–Todo el tiempo hay que estar construyendo esa cultura, la investigación y el entrenamiento son elementos clave para lograrla. El concepto de cultura de seguridad fue introducido en el ámbito nuclear en los años ’80 y, siguiendo la definición del OIEA, es el conjunto de características y actitudes en organizaciones e individuos que aseguren que las cuestiones de protección y la seguridad reciban la atención que merecen en razón de su significación. En la Argentina, llevamos más de 60 años de trabajo, lo cual es significativo. Los usuarios han desarrollado niveles satisfactorios, pero nunca se deja de impulsar esa cultura, porque además la tecnología cambia y los usuarios deben actualizarse. Pero tenemos principios permanentes, uno de ellos es reflejado en las siglas Alara (siglas en inglés de “tan bajo como sea razonablemente posible”). Aunque el beneficio reportado es mayor que las desventajas, y optimizada según la tecnología, se intentará por todos los medios posibles que la dosis recibida por cualquier individuo de una fuente de radiación sea lo más baja posible.

–¿Cuáles son las principales reglas para la protección radiológica?

–Hay tres reglas fundamentales de protección de una fuente de radiación: la distancia, es decir alejarse de la fuente de radiación, puesto que su intensidad disminuye con el cuadrado de la distancia; el blindaje, colocar muros de hormigón, láminas de plomo o acero y cristales especiales enriquecidos con plomo entre la fuente radiactiva y las personas y tiempo, que es disminuir la duración de la exposición a las radiaciones. Los trabajadores suelen llevar dosímetros que miden la cantidad de radiación ionizante a la cual han estado sometidos. Estos dispositivos permiten asegurar que la persona no haya recibido una dosis mayor a la permitida, o en caso de accidente radiológico, conocer el alcance de la dosis recibida.

–Supongo que por tratarse de una fuerza invisible y poderosa, la radiación desde su descubrimiento genera miedos y temores. ¿Qué puede decir acerca de los prejuicios que sobrevuelan el tema del riesgo?

–Lo que hacemos es que en actividades en las que el hombre utiliza radiación ese riesgo disminuya todo lo necesario. No estamos hablando de una actividad que tenga un riesgo diferencial con respecto a otras industrias. Además, una cosa es la apreciación pública de la radiación y otra cosa es la que los propios usuarios tienen de ella, por ejemplo, los médicos. A nosotros nos preocupa el usuario técnico que puede llegar a usarla más allá de las normas que debe cumplir, y respecto al ciudadano no especializado, por supuesto siempre vamos a estar dispuestos a dialogar y explicar. Hay dos aspectos relevantes para el futuro de la cultura de la seguridad, una es mantener un diálogo permanente y abierto con todos los sectores, la otra ser proactivos en materia de capacitación y creación de competencias de los recursos humanos involucrados en las actividades nucleares reguladas.

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Imagen: Sandra Cartasso
 
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