CONTRATAPA

Acelerar

 Por Rodrigo Fresán

Desde Barcelona

UNO Los imagino habitando una escenografía parecida a aquella sala de mandos catastrófica en Dr. Strangelove. La máquina en el centro, iluminada por ominosos reflectores. Silencio profundo y religioso y uno de los hombres allí presentes pregunta y otro responde y el dedo que presiona el botón y el zumbido y los rayos y centellas y...

DOS ...y fundido a negro, a agujero negro.

TRES Mientras tanto y hasta entonces, uno sigue aquí comprendiendo día a día que los fines del mundo (los fines de quienes habitan el mundo) parecen conducir inevitablemente a su final. Y es que pasan cosas raras, muy raras: George W. Bush llora, Osama Barack parece Denzel Washington haciendo de futuro primer presidente negro, la descompuesta Hillary Clinton me recuerda cada vez más a esa dura y tan frágil Mary Tyler Moore en Gente como uno y tal vez algún asesor de imagen de Cristina Kirchner le habrá recomendado que lo que corresponde para marchar por las calles de París es llevar boina, pero... Mientras tanto aquí, donde yo escribo esto, José Luis Rodríguez Zapatero no consiguió ser investido en la primera vuelta pero no hay problema porque sí lo fue en la segunda y la sola idea de cuatro años más de Zapatero versus Rajoy produce un feo dolor en las partículas de la cabeza (aunque los oráculos aseguran que a Rajoy le queda poco en un PP convertido en drama isabelino donde se sonríe con dientes afilados como puñales) y todo se desacelera y por la televisión no dejan de proyectar postales documentales de la crisis que se viene y que ya está aquí. Paisajes de la pinchada burbuja inmobiliaria. Barrios fantasmagóricos recién estrenados y donde, parece, nadie va a vivir. El otro día vi un programa especial dedicado a Francisco José Hernando alias Paco El Pocero, autor de la autobiografía Paco Hernando, la pasión de construir: un hombre que si no trabaja se muere. Hernando comenzó limpiando cloacas y llegó a magnate. Una especie de Ciudadano Kane de la construcción que levantó en Seseña una macrourbanización de 13.000 viviendas con su nombre que incluye estatua de sus padres, parque con el nombre de su esposa, un lago artificial con embarcadero (en medio de un casi desierto manchego carente de infraestructura hídrica) y ausencia casi total de habitantes. Lo mismo está ocurriendo con las metrópolis vacacionales a orillas de Mediterráneo. Todo se ofrece, nada se vende. Partículas en busca del vacío absoluto. Entropía. Para colmo, las piscinas no pueden llenarse porque está prohibido llenarlas, porque hay sequía y aquí viene, ya se acerca, el agua viajando en barco.

J. G. Ballard, seguro, está encantado con todo el asunto.

CUATRO Y vi una foto del aparato en cuestión que ahora empieza a vibrar y hace que todo vibre. Es lindo y tiene algo del carácter juguetón que se encuentra en cualquier Imaginarium. Y apunten este nombre: Acelerador de Partículas LHC.

CINCO Y Bob Dylan acaba de ganar un más que merecido Premio Pulitzer honorífico. Dylan, se sabe, es posiblemente el cantautor que más canciones apocalípticas ha escrito y –misteriosamente– ha sido contratado por la ciudad española de Zaragoza para que sea su voz e imagen en una inminente megaexposición cuyo tema es el agua y sus propiedades redentoras. La cosa tiene algo de gracia, porque nadie ha dedicado más versos a la potencia destructora del líquido en cuestión. Nadie ha rimado más inundaciones y diluvios que Dylan. Aun así, la banda local Amaral ha grabado versión castiza de “A Hard Rain’s A-Gonna Fall” a modo de himno del evento. Y me parece que alguien está un poco confundido por allí, me parece que alguien no entendió bien las instrucciones de la letra y que presionó el botón equivocado.

SEIS Y hablando de máquinas, me acuerdo de Epicac, la supercomputadora que solía aparecer en cuentos y relatos de Kurt Vonnegut donde se advertía acerca de los riesgos de las revoluciones industriales. Vonnegut decía que la primera revolución industrial devaluó el trabajo muscular, la segunda está devaluando el más rutinario trabajo mental, y la tercera –en la que ahora nos adentramos– devaluará directamente el pensamiento humano. En el último relato que lleva el título del nuevo y póstumo libro de Kurt Vonnegut –ya me he referido a él, se llama Armageddon in Retrospect– el fin del mundo ha tenido lugar hace cinco años. Y todo bien.

SIETE Las siglas LHC equivalen a Large Hadron Collider o Gran Colisionador de Hadrones y ése es el artefacto que –cualquier día de la tercera revolución industrial– se pondrá a funcionar para que todo deje de andar.

OCHO Uno de los libros que más releo es The End of the World: A History y está firmado por Otto Friedrich y es una historia de las “ansiedades apocalípticas” a lo largo y ancho de la historia de la humanidad: un examen de los diferentes momentos históricos en los que, para muchas personas, el mundo se acabó: la ola gigante que arrasó con buena parte de la cultura de las islas del Egeo, el saqueo de Roma, el terremoto de Lisboa en 1755, Auschwitz, Hiro-shima, esas cosas... Kurt Vonnegut sobrevivió a un fin del mundo conocido como el bombardeo a Dresde y ese fue el comienzo de su mundo como escritor. El problema –la paradoja– es que no quedará nadie para escribir acerca del último y definitivo y final fin del mundo.

NUEVE Pregunta: ¿y qué escucha uno de los asistentes de los científicos en ese laboratorio en las afueras de Ginebra donde por ahora duerme el LHC que no es otra cosa que un colosal acelerador de partículas cuya construcción necesitó de 14 años y 5000 millones de euros? Respuesta: “It’s the End of the World as We Know It (And I Feel Fine)” de R.E.M. El nuevo disco de R.E.M. –nada es casual– se llama Accelerate. A acelerar que se acaba el mundo.

DIEZ Astrónomos españoles han descubierto otro nuevo planeta parecido a la Tierra. Demasiado tarde, me temo.

ONCE Y la noticia del día –la noticia que se come a todas las noticias del día, de la semana, del año, de la década, del siglo, del milenio, de todo el tiempo ganado y perdido– es ésta y la leo en The New York Times: dos científicos llamados Walter L. Wagner (que vive en Hawai) y Luis Sancho (que, parece, vive en Barcelona) han presentado una demanda contra otros científicos del CERN (European Organization for Nuclear Research) para así impedir que enciendan el LHC ante la posibilidad, aseguran, de que el experimento de entrechocar protones genere un agujero negro capaz de devorar la Tierra y, tal vez, al universo todo incluyendo a las estatuas de los padres de Paco El Pocero y la boina de Cristina Kirchner. Los especialistas del CERN afirman que son dos locos y que “el riesgo de que eso ocurra es ínfimo”.

Nunca me dio un miedo tan grande la palabra ínfimo.

DOCE “¿Este botón?” “Sí, ése” “Ya está.” “Uy.”

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