CONTRATAPA

Espontaneidad sí, improvisación nunca

 Por Washington Uranga

El papa Francisco transmite imagen de espontaneidad en cada uno de sus gestos. También se ufana de ello, como lo hizo ahora en Cuba especialmente durante el encuentro con los religiosos y religiosas y con los jóvenes. En las reuniones con las autoridades se lo ve distendido y alegre. Pero sería un error confundir todo lo anterior con improvisación. Bergoglio es un hombre sumamente inteligente que piensa cada movimiento como un hábil ajedrecista. Nada está librado al azar. Tampoco los gestos, las palabras y hasta los silencios. A lo anterior le agrega, como parte fundamental de la estrategia, la discreción acerca de cada movimiento. Tal como lo admitió el cardenal cubano Jaime Ortega en una entrevista ofrecida a la televisión cubana, éste también es un ingrediente “que le permite alcanzar los objetivos” que se propone.

La visita que está realizando a Cuba tiene, tal como el propio Bergoglio lo señaló, un objetivo inocultablemente “pastoral”. Es decir, terminar de reinstalar a la Iglesia Católica en la vida de los cubanos, tarea iniciada por sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI después de años de ostracismo durante la etapa más ortodoxa de la revolución. Pero las condiciones hoy son otras. Porque cambió el momento histórico para los cubanos y porque este papa cuenta con el prestigio y la legitimidad de haber colaborado efectivamente en el restablecimiento de las relaciones entre la isla caribeña y Estados Unidos. Este es un enorme saldo a favor que aumenta su crédito tanto ante el pueblo como frente a las autoridades cubanas. Así lo admiten todos los actores y hasta las críticas de los disidentes –que objetan que el Papa no los escuche– pierden significación en este contexto. Ayer en Holguín el Papa reconoció “el esfuerzo” de la Iglesia Católica cubana. Francisco quiere dejar como saldo de su visita una Iglesia fortalecida tanto en lo institucional como en cuanto a su feligresía.

Pero lo “pastoral” no excluye lo político. No todo lo que ocurre es lo que se ve y se transmite. Junto a las concentraciones multitudinarias hay también diálogos reservados que están ocurriendo en forma simultánea durante la visita y que apuntan a facilitar el fin del bloqueo. Y lo que resulta más curioso es que tanto las autoridades norteamericanas como las cubanas confían en que el Papa “convenza” a la otra parte de acceder a ciertas condiciones o facilitar determinadas cuestiones que harán más posible ir derribando todas las barreras existentes. En otras palabras: unos y otros aspiran a que Bergoglio se convierta en vocero y embajador de sus puntos de vista. Pero no menos cierto es que unos y otros también consideran que Francisco es el garante e impulsor del acercamiento y nadie se atrevería a imponerle una condición. Tampoco el Papa lo permitiría. Mientras tanto Francisco espera llegar en los próximos días a Estados Unidos con una carpeta llena de sus diálogos con los cubanos en la que se incluyen pedidos y también propuestas y concesiones. Con esos argumentos intentará, ante Obama y los suyos, dar un nuevo paso significativo hacia la total normalización de las relaciones entre los dos países.

Pero este propósito tampoco es una jugada aislada de su estrategia respecto de la búsqueda de paz en el mundo. En La Habana dijo que el proceso de acercamiento entre Cuba y Estados Unidos es un “ejemplo de reconciliación para el mundo entero”, en medio de la actual atmósfera “de tercera guerra mundial por etapas que estamos viviendo”. Esta es la idea que el Papa tiene acerca de lo que está sucediendo en el mundo. Y está convencido de que la Iglesia Católica, en general, y él, de forma particular, tienen un aporte que hacer en ese sentido.

Por eso también insiste en que lo logrado entre Cuba y Estados Unidos después de tantos años de enfrentamientos es un ejemplo que puede servir para otros. “Es un signo de la victoria de la cultura del encuentro, del diálogo... por sobre el sistema, muerto para siempre, de dinastía y de grupos”, dijo el Papa. Por ese mismo motivo también hizo una pedido en favor de los diálogos de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), intercambios que se vienen realizando precisamente en La Habana. “No podemos permitirnos otro fracaso”, dijo el Papa al respecto. El presidente colombiano Juan Manuel Santos se apresuró en agradecer las palabras de Francisco.

También dijo Francisco que “nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a las personas”. Ese es el lugar donde quiere pararse. En una perspectiva humanista y al margen de las disputas políticas. No porque no las reconozca o porque no valore la política. Sí porque entiende que es el compromiso con el hombre el lugar desde el cual la Iglesia Católica y, en general, las religiones, pueden hacer sus mejores aportes al mundo. El cardenal Jaime Ortega, en la mencionada entrevista concedida a la televisión cubana poco antes del viaje de Francisco, sostuvo que “la Iglesia no está en el mundo para cambiar gobiernos. La Iglesia está en el mundo para penetrar con el Evangelio el corazón de los hombres. Y los hombres cambiarán el mundo”. La frase fue adjudicada por el propio Ortega al papa emérito Benedicto XVI pero, según relató, fue la idea que él transmitió a Bergoglio el mismo día en que fue proclamado como papa Francisco. Ortega asegura que Francisco hace suya esa perspectiva: una Iglesia que incide, que alienta, que ayuda pero, al mismo tiempo, deja las soluciones finales en manos de los dirigentes. Ese es el sentido de la estrategia político-institucional de Bergoglio.

El Papa que se da espacio para la espontaneidad, que se presenta como el hombre que no escatima franqueza y jovialidad, no deja nada librado a la improvisación. Cada paso está previsto, calculado y meditado. Tiene conciencia de que todos los ojos están puestos en él y que eso acrecienta las posibilidades de éxito en lo que se proponga. No está dispuesto a perder la oportunidad.

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