CONTRATAPA › A 65 AÑOS DEL ASESINATO DE TROTSKY

La raíz de los grandes crímenes

Por Jack Fuchs *

Un nuevo aniversario del asesinato de León Trotsky, acontecido hace 65 años, me hizo retrotraer a mis doce o trece años de edad cuando, viviendo en Polonia, escuchaba discusiones –en el seno del partido socialista Bund al que yo pertenecía– sobre las posiciones encontradas de Stalin y Trotsky respecto de la universalidad del socialismo. Escuché decir también que Trotsky había sido uno de los principales artífices del triunfo de la Revolución Socialista en la Rusia zarista en 1917 y organizador del Ejército Rojo. Posteriormente, sus desencuentros y luchas con Stalin lo condenaron a un exilio, primero dentro de su propio país y luego en el exterior, terminando exiliado en México y luego asesinado. Me explicaron también que su nombre había sido borrado de la historia de la Revolución Socialista contra el zarismo y que había sido condenado a muerte en la Unión Soviética en su ausencia.
Al escribir estas reflexiones necesito aclarar que mi objetivo no es tomar posición frente al personaje de Trotsky. Mi intención no es entrar en la polémica política, me interesa la polémica vinculada a lo humano y compartir los pensamientos que me fluyen frente al acontecimiento del aniversario de su asesinato.
En 1940, desatada ya la Segunda Guerra Mundial, con Polonia ocupada por la Alemania nazi y por la Unión Soviética, Checoslovaquia asimismo ocupada por los nazis, Francia, Holanda, y Bélgica, también en poder de Alemania y el proyecto de Hitler de ocupar Inglaterra y Japón adentrándose en China, Corea y Vietnam, resulta difícil entender la energía puesta en planificar semejante asesinato. Con el mundo precipitándose al cataclismo mayor de la Historia, que concluyó con Auschwitz e Hiroshima, con sesenta millones de muertos, parece desconcertante que hubiera quien se ocupara de planificar el asesinato de una persona que vivía aislada en Coyoacán, México, y que no contaba con fuerzas políticas ni militares para organizar ninguna revuelta. Es difícil pensar que podía ser considerado un hombre peligroso.
Me pregunto ingenuamente a quién molestaba Trotsky y qué cambió con su muerte. Me pregunto qué hubiera sucedido si en vez de asesinar a Trotsky se hubiera perpetrado un atentado contra Hitler, Mussolini, Roosevelt, Stalin, Churchill o Hiroito. Probablemente un hecho semejante hubiera cambiado el curso de la Historia.
¿Cómo fue posible que alguien como Ramón Mercader, que no conocía a Trotsky, fuera con tal montante de odio como para descargar su piolet contra la cabeza de un hombre que jugó un papel crucial en el triunfo de la Revolución Rusa y realiza este violento acto en nombre de la causa comunista? Si el asesino hubiera sido un mercenario, un fascista, un nacionalista o un fundamentalista religioso el hecho sería más fácil de comprender. Mercader cumplió órdenes, por su propia convicción estalinista o, lo que a mí me lleva a la reflexión, por el mero hecho de matar. Creo que se trató de un crimen por el crimen mismo.
Todavía me resulta difícil, a pesar de los años que llevo a cuestas, aceptar que un hombre nacido en el seno de una familia socialista y humanista como Mercader, que soñaba con un mundo más justo con igualdad y respeto entre los hombres, pueda actuar tan brutalmente. Toda su preparación humanista no pudo vencer la fuerza del mal y del odio hacia el otro.
A través de la historia de la humanidad, gran parte de los asesinatos se llevaron a cabo con pretextos basados en alguna ideología. La raíz de los grandes crímenes no difiere de la de los pequeños. Simplemente se intentan justificar.

* Escritor y pedagogo. Sobreviviente de Auschwitz.

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