CULTURA

Variaciones sobre el tema

El tópico literario del hombre viejo enamorado de una jovencita ha sido explorado desde distintas perspectivas y géneros literarios. El caso más reciente es el del Premio Nobel de Literatura 2003, el sudafricano J. M. Coetzee, que abordó el tema en su novela Desgracia. Allí narra la decadencia de David, un profesor de literatura, cercano a la vejez, que ve cómo se desbarata su vida cuando se enamora perdidamente de una alumna. “Pasada cierta edad, todas las aventuras van en serio. Igual que los ataques cardíacos”, señala el personaje, un mujeriego empedernido. El triestino Italo Svevo, en Senectud (1898), elabora un agudo retrato de un burgués, Brentani, que sublima la pérdida de su amada: “Durante mucho tiempo el recuerdo de su aventura lo dejó descontento y desequilibrado. El amor y el dolor habían pasado por su vida y, privado ahora de aquellos elementos, se encontraba con la sensación de alguien a quien le han amputado una parte importante de su cuerpo. Aquel vacío, sin embargo, acabó por colmarlo. Renació en él el gusto por la seguridad, por la vida tranquila, y la preocupación por sí mismo sustituyó cualquier otro deseo”. El norteamericano Philiph Roth también ha indagado sobre el amor y la vejez. Tanto en La mancha humana como en El animal moribundo, los protagonistas son hombres en el crepúsculo de la vida, acompañados y perdidos en brazos de adolescentes y mujeres en la plenitud de la edad (una especie de postlolitas), alambicadas y pecadoras.
La escritora francesa Simone de Beauvoir escribió en La Vieillese (La vejez): “Admitir que yo estaba en el umbral de la vejez acechaba a todas las mujeres, que ya se había apoderado de muchas. ¡Con amabilidad o con cólera mucha gente, sobre todo gente de edad, me repitió que la vejez no existe! Hay gente menos joven que otra, eso es todo. Para la sociedad, la vejez parece una especie de secreto vergonzoso del cual es indecente hablar. Sobre la mujer, el niño, el adolescente, existe en todos los sectores una abundante literatura; fuera de las obras especializadas, las alusiones a la vejez son muy raras. Un autor de historietas cómicas tuvo que rehacer toda una serie porque había incluido en sus personajes a una pareja de abuelos: ‘Suprima a los viejos’, le ordenaron. Cuando explico que estoy trabajando en un ensayo sobre la vejez, las más de las veces me dicen: ‘¡Qué idea...! ¡Si usted no es vieja...! Qué tema triste...’ Justamente por eso escribo este libro: para quebrar la conspiración del silencio”.

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