DEPORTES › QUé SE JUEGA LA SELECCIóN ARGENTINA EN EL PARTIDO QUE CIERRA EL GRUPO F

Algo más que puro juego limpio

Argentina necesita cumplir una actuación convincente para alcanzar la muy probable victoria clara, más allá de hipótesis sobre futuros rivales y cruces. Lo que más importa es jugar bien y no entrar en ninguna componenda.

 Por Juan José Panno

En Río

El partido contra Nigeria le abre a la Selección Argentina un amplio menú de posibilidades para decidir cómo encararlo. Si se mira la tabla de posiciones, que suele ser lo primero que se hace en estos casos, se llega a la conclusión de que no hay margen para la preocupación. Argentina, ya clasificada tiene 6 puntos, Nigeria tiene 4 y detrás vienen Irán con un punto y Bosnia zapatero. Si el equipo nacional gana o empata, quedará primero por varios cuerpos. Lo peor que le puede pasar es que pierda y en ese caso quedará segundo y tendrá un panorama diferente para lo que siga a partir de ahí, algo en lo que nadie piensa, ni tocando madera.

Visto con ojos nigerianos el triunfo sería sensacional, la derrota pone en peligro la clasificación (habría que ver qué pasa con Irán) y el empate resulta un negocio redondo. O sea un cero a cero espantoso los deja conformes y satisfechos a los dos de cara a lo que vendrá después. Conscientemente o inconscientemente nadie deja de considerar esta probabilidad.

En los partidos de anteayer se dieron circunstancias similares en otros grupos. A Holanda le alcanzaba con igualar ante Chile e hizo un planteo amarrete cerrándole todos los caminos al rival para especular con su mortífero contraataque. No tenía garantías de éxito. Le salió bien.

A México también le alcanzaba con la igualdad, pero fue al frente, tomó riesgos y consiguió una victoria 3-1. Logró lo que quería, la clasificación en el segundo lugar porque pensar en que Camerún le podía ganar a Brasil (lo que hubiera dejado a los mexicanos como líderes) era una utopía. Ir al frente, asumir riesgos, le salió bien.

Italia mostró dos caras: defendió con la pelota en el primer tiempo y se fue para atrás en el segundo, mucho más después de quedar en inferioridad numérica. Se defendió como en la vieja escuela y le salió mal.

Argentina puede jugar a la mexicana, a la holandesa o a la italiana, puede pactar con los nigerianos para que salga un partido tranquilo, sin vencedores ni vencidos y, fundamentalmente, sin lastimados. Se dirá que eso es lo más conveniente porque un par de días después nadie se acuerda y el partido queda resumido a un recuerdo amargo de los puristas. Pero no parece ésta la línea más indicada.

Hay algo más que fair play en la idea de ir “pra frente”. Argentina necesita una victoria clara que llegue como consecuencia de una actuación convincente. En realidad, debería invertirse el orden: necesita cumplir una actuación convincente para alcanzar la muy probable victoria clara. Eso sí, para lograr la aprobación de los de afuera, primero tienen que estar muy seguros los de adentro. En eso debe haber trabajado Sabella, tal vez. En darles confianza a los jugadores (si efectivamente repite la formación dará una señal en ese sentido), en meterles en la cabecita que se puede jugar mucho mejor de lo que lo hicieron contra los bosnios en el primer tiempo y contra los iraníes en todo el partido.

Si el empate se explica con las contingencias propias del juego y no en la búsqueda previa, será de todas maneras un resultado tranquilizador. Dicho de otro modo: lo que más importa es jugar bien y no entrar en ninguna componenda para conseguir dos cosas muy importantes: un buen resultado y la alegría de la multitud que viajó a Porto Alegre haciendo grandes sacrificios.

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Al frente, al frente. Lo que se necesita es que la Selección Argentina vaya al frente...
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