DEPORTES › SIN JUGAR BIEN, EMPATO SIN GOLES CON CHILE EN SANTIAGO

La otra cara de la Selección Argentina

Se esperaba otro rendimiento del equipo después de la demostración ofrecida ante Uruguay, pero la actuación de algunos jugadores claves no fue la ideal y eso resintió el desempeño del conjunto, que de todas maneras no pasó grandes zozobras.

En condiciones normales, tratándose de la Selección Argentina en los últimos 30 años, el segundo partido a cargo de un nuevo entrenador se juega de tres años y medio a cuatro antes del futuro Mundial; los problemas lógicos de armonización del juego se evidencian con la suficiente antelación como para poder ser corregidos de cara a la máxima competencia. José Pekerman se hizo cargo de este equipo hace menos de un mes, le queda un solo partido antes de fin de año –el 17 de noviembre con Venezuela en River– y después un año y medio hasta llegar a Alemania (adonde llegará, sin dudas). Algunos nostálgicos extrañan ya, después de ver la producción argentina contra Chile, la dinámica y la presión del equipo nacional que gestionaba Marcelo Bielsa. No es para tanto, claro.
Pekerman descansa sus convicciones sobre la producción de los futbolistas, que están por encima del ensortijado del sistema: cuando tres o cuatro jugadores entregan rendimientos muy por debajo de su nivel, el desempeño global del equipo debe resentirse necesariamente. Eso debe haber pasado anoche en el Estadio Nacional de Santiago.
Hacía mucho tiempo que no se le veía un partido tan impreciso a Riquelme, que venía de sorprender con su elegancia frente a Uruguay. Marcado con firmeza por Fuentes primero, por Meléndez después, tenía que generar juego y en general engendró contragolpes; Pekerman debió haberlo cambiado
Cambiasso no agarró una en el primer cuarto de hora y después perdió más de lo que ganó ante Valdivia; tuvo suerte de que el chileno desapareciera después de errar un gol mano a mano con Abbondanzieri, pero en el segundo tiempo Pekerman lo relevó de su tarea y el ingreso de Mascherano coincidió con el quedo de los volantes chilenos.
Sorin no fue ni el dinámico que acaudilla al equipo hacia adelante ni el incansable robador de pelotas en gestión defensiva; la proyección por la izquierda quedó, entonces, en manos de Heinze, que se reiteró, como contra los uruguayos, en los lanzamientos largos, los pelotazos sin destino, que nunca llegaban ni a Figueroa ni a Saviola.
En un sentido, los jugadores que mejor se habían desempeñado contra Uruguay no gozaron de la noche ideal, y no lograron congeniar una presentación lucida. A la Selección acaso le habría venido bien refrescar algún concepto aprendido en el pasado reciente para ahogarle la salida al rival y recuperar la pelota, porque sin pelota no puede desarrollar el juego que, presuntamente, mejor juega y, según lo declamado, más le gusta. Pero éste es un nuevo proceso y, con menos tiempo disponible, Pekerman tendrá que encontrar la verdadera cara del equipo.
Transpiraron más de la cuenta en el primer tiempo, cuando Chile dominó con claridad, respiraron en la primera media hora del complemento, cuando el local casi no se acercó con peligro al arco argentino, y pudo haberlo ganado en los cinco minutos finales, cuando el ingreso de Tevez aportó cierta explosión de tres cuartos adelante. No hubiera sido justa la victoria, sin embargo, teniendo en cuenta que el mejor jugador de la Selección Argentina fue su arquero.

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Jorge Valdivia intenta llevarse la pelota ante la marca de Juan Pablo Sorin, que no anduvo bien.
 
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