DEPORTES

Distinción a perpetuidad

 Por Pablo Vignone

Era miércoles y hacía calor. En edad adolescente y futbolera, me había tumbado una gripe. Con computadoras, TV por cable o Internet sólo en mentes afiebradas, el único entretenimiento posible de aquella tarde postrada era la radio. El múltiple dial de a-emes y efe-emes nutrido de relatores también era cosa del futuro: la única emisora que podía transmitir fútbol una tarde de día de semana era Rivadavia.

En aquella época, treinta años atrás, el programa del fútbol de Primera era mucho más racional: un partido los viernes a la noche (televisado por el viejo Canal 7) y el resto de la fecha, íntegra el domingo. Pero como el Metropolitano terminaba en agosto, quedaban apenas cuatro meses para jugar el Nacional, con los clubes del interior, así que se usaban algunos miércoles para jugar. Esa era la época del fortísimo Talleres cordobés que había puesto en marcha Angel Amadeo Labruna en 1974, el club más poderoso del interior del país, en el que brillaban el Hacha Luis Ludueña, el jujeño José Daniel Valencia (al que Menotti apodaría sin tino el “Pelé blanco”), el negro Luis Galván, Angel Bocanelli o Humberto Bravo. Por eso la transmisión rumbeó para La Paternal.

El comentarista era el recordado Horacio García Blanco (el mismo al que, 25 años más tarde, el corralito le atenazó los fondos que necesitaba para operarse y se murió), pero la memoria gambetea a la hora de establecer el nombre del relator: no era Muñoz ni tampoco Juan Carlos Morales. Talleres era más equipo y ganaba bien con el gol de Ludueña. La tarde languidecía entonces cuando el periodista al borde del campo de juego anuncia que va a ingresar en Argentinos el pibe Maradona, de 15 años. “Me han dado buenas referencias de este chico”, cantó el vozarrón de García Blanco.

La media hora final del partido estuvo sazonada de sensatos elogios que el comentarista le dedicó al chico que todavía no era Diego en la consideración general, sino apenas el pibe Maradona. El entusiasmo con que el Gordo coloreó ese rato carente de goles sigue repiqueteando en la memoria. Esa tarde, ese rato, Maradona fue distinto. Pero nadie podía saber que esa distinción iba a perpetuarse.

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