DEPORTES › JOSE MARIA AGUILAR, EL PRESIDENTE DEL CLUB DE NUÑEZ

“El fútbol está pagando el ajuste que necesita River”

El dirigente asegura que River “no es una institución de déficit cero”, pero que para poder sostener su funcionamiento debe vender figuras “por valor de 5 o 6 millones de dólares al año”. Su relación con Macri y el apoyo a la continuidad
de Bielsa.

 Por Gustavo Veiga

El día que había soñado sólo tuvo represión y muerte. Aquella tarde del 20 de diciembre, mientras Fernando de la Rúa se alejaba para siempre de la Casa de Gobierno, José María Aguilar presidía su primera reunión de comisión directiva en River. Cuando por las calles de Buenos Aires todavía corría la sangre de las víctimas y el aire se tornaba irrespirable por los gases lacrimógenos, el club organizaba la salida ordenada de sus 800 empleados. Ese sería el acto inaugural de gobierno de un hombre que, sin detenerse, tomaría decisiones tan controvertidas como trascendentes. La designación de Manuel Pellegrini como director técnico y el impacto que causó su encuentro con Mauricio Macri lo colocaron en el centro de la escena futbolística. Desde entonces se acostumbró a gobernar un club en dificultades y a ejercer el poder. Un poder que parece acotado por la crisis y ciertas incertidumbres.
–¿Está en condiciones de llevar adelante los objetivos que había proyectado cuando asumió la presidencia de River?
–Se pueden hacer las cosas que habíamos planificado adecuándolas al contexto del país que nos toca vivir. Creer que éste es el turno de llevar adelante la institución más importante del mundo sería caer en el ridículo. River no está al margen de esta realidad. Y, obviamente, hay proyectos que debieron paralizarse a partir de la crisis, porque es muy difícil conseguir inversión genuina en la Argentina. Lamentablemente, nos toca ejercer la conducción en un momento crítico.
–¿Podría mencionar uno de esos proyectos que quedó paralizado o suspendido hasta nuevo aviso?
–Hay uno tendiente a colocar al club en la Liga Nacional de básquetbol. Hubo empresas que nos ofrecieron su colaboración, pero hoy están convocadas o a punto de convocarse. Parece un tema menor para la gran opinión pública, aunque era importante para nosotros volver a jugar al nivel de la alta competencia en el segundo deporte histórico de River. Ahora vamos a ver si podemos comprar una plaza del TNA, que no es lo mismo, pero al menos implica cumplir con una cuestión que habíamos querido llevar adelante.
–Esto significa que, sin inversiones, ¿resultará imposible cambiar la política histórica del club que vende a sus mejores futbolistas todos los años para sostenerse?
–Hoy es más difícil que nunca modificar esa conducta. Nuestro gran compromiso consiste en no hacer el ajuste a partir del personal y de las actividades federadas y amateurs. Pero sí en ser más severos con el control de los gastos. Si nos guiáramos por las recetas económicas clásicas que se aplicaron en la república, el caso de River sería de fácil solución. Se despiden 400 empleados, se cierran 30 de las 50 actividades, nos dedicamos casi con exclusividad al fútbol y el club se torna superavitario por obligación. Lo que intentamos hacer es que River no necesite vender por 60 millones de dólares para poder presentar un ejercicio económico favorable.
–En los últimos diez años, el pasivo de River creció en siete ejercicios. ¿Esa tendencia continuará durante su gestión?
–Nosotros creemos que, para el 31 de agosto próximo, en que cierra el balance, si no hacemos locuras, vamos a lograr un tenue cambio en esa tendencia alcista en la deuda del club. Y, fundamentalmente, aspiramos a lograr una caída de alrededor del 30 por ciento en el déficit operativo mensual, que profundiza la deuda.
–¿A cuánto ascendía el déficit cuando usted asumió y en qué nivel está ahora?
–Al cierre del último ejercicio era de aproximadamente 2.300.000 a 2.400.000 pesos. Hoy continúa siendo muchísimo, pero pretendemos bajarlo hasta 1.200.000. De todos modos, no aspiro a tener un club de déficit cero. No creo que River sea una sociedad de esas características y también considero que esta conducción debe plantarse frente a sus socios paradecirles: ‘Señores, si queremos mantener esta estructura polideportiva de 50 disciplinas, de las que 30 son federadas y asumimos que son deficitarias, tenemos que vender por 5 o 6 millones de dólares al año’. No me parece una mala política.
–Antes mencionó qué gastos no iba a tocar: personal, disciplinas deportivas... Pero si se propone bajar el déficit, ¿dónde haría el recorte?
–Primero, en esas actividades que son deficitarias no deberá haber cotos de caza donde el dirigente de turno hace o deshace. Que River sostenga la actividad no significa que pueda haber despilfarro. Pero el ajuste lo estamos haciendo en el fútbol. River llevó adelante operaciones en las que vendió por 6.200.000 dólares y ha gastado en refuerzos alrededor de 2.100.000. Nos desprendimos de jugadores muy valiosos que afectan nuestra capacidad futbolística, aunque también digo que contamos con buenos reemplazos y cuyos contratos son menores a los de aquellos que se fueron.
–De todos modos, ¿a cuánto estima que ascenderá el pasivo cuando cierre el ejercicio 2001-2002 a fin de este mes?
–Voy a cometer una grosería. Recuerdo que durante la campaña el doctor Santilli lo estimaba en 70 millones. Pues bien, al 31 de agosto y aunque sea arriesgado decirlo por el contexto en que estamos viviendo, no creo que vaya a ser superior a los 45 millones. Lo que implica una tendencia al descenso.
–Si la deuda es tan abultada, usted admitirá que, mientras ocupó el cargo de secretario general en comisiones directivas anteriores, se cometieron graves errores.
–Errores necesariamente hubo. Hicimos muchas macanas, que no quepa ninguna duda. Fuimos poco previsores, cuanto menos, de la Argentina que se venía. No generamos ahorro en un momento en que River tuvo ingresos importantes. Pero esto no significa echar culpas. Hay gente que me reclama: ‘Salí a hablar de la presunta herencia recibida’. Yo, en cambio, prefiero asumir el River que tenemos, con todas sus virtudes y sus defectos, con los problemas graves que conocíamos el día en que asumimos.
–¿Cómo quedó su relación con la gente después de que decidió no renovarle el contrato a Ramón Díaz y contratar a un técnico sin relación con la historia de River?
–Yo sabía que, al momento de tomar esa decisión, iba a haber mucha gente dolida. Y lo asumí como parte de un costo. No es lindo convivir con una carga de esa naturaleza. Pero estaba absolutamente convencido de la decisión tomada. Pensaba que debíamos cambiar el rumbo, aunque siempre que uno toma decisiones existe el temor a equivocarse y, en este caso aún más, porque dejamos a un lado a un icono popular como Ramón.
–¿Manuel Pellegrini sintetiza un proyecto estratégico o es una apuesta de transición ordenada?
–Pellegrini posee el perfil del técnico que estábamos buscando para intentar encabezar un proyecto futbolístico que coincida con nuestra idea institucional.
–La relación comercial de River con los intermediarios y, en particular con Gustavo Mascardi, siempre estuvo sospechada de actos de corrupción, ¿su enfrentamiento con Roberto “Tota” Rodríguez marcó un punto de ruptura con ese pasado?
–La relación con los intermediarios hoy es inevitable. Porque, en líneas generales, son también representantes de los jugadores y sus contratos hay que discutirlos con ellos. Yo traté de despojarme de los prejuicios cuando llegué a la presidencia, pero tuve un incidente grave y desagradable con Rodríguez. No porque fuera intermediario, sino porque actuó con mala fe en un club que le había brindado todo. Por eso me presenté ante la FIFA y estoy esperando una resolución a tres reclamos. Uno personal, contra Rodríguez, con un pedido de sanción para él, otro por el tema Bonano y su pase libre y el restante es un expediente por el caso Cardetti. –River también tiene un serio problema en las divisiones inferiores por los negociados que hacen los intermediarios, ¿qué han hecho para controlarlos?
–Es un tema de preocupación y ha dejado de ser una sospecha para convertirse en una realidad que advertimos día a día. Se han desarmado carpas, aunque seguramente se han levantado otras nuevas. El poder del dinero, en ese sentido, es notable. Nosotros llevamos adelante políticas con las filiales de River. Por eso, con una red de escuelas de fútbol, captamos directamente a los jugadores y son las mismas filiales, por su amor al club, las que luchan contra aquellos personajes.
–En las carpas que levantaron, ¿había dirigentes de River?
–Sí.
–¿Y bajo esa condición hicieron negocios a expensas del club?
–La apreciación es mucho más de tipo político que de denuncia judicial. Acá no hay delito de por medio.
–Pero aunque fuera así, ¿hay un comportamiento ético repudiable?
–Por supuesto. No se puede estar de los dos lados del mostrador. No se puede pasar por las dos ventanillas. Porque el tráfico de influencias a partir de contar con el sostén de determinado directivo es una conducta que se repite, que se vive y no hay que ser exageradamente audaz para observar la facilidad del trámite. Yo no descarto que pueda haber directivos que se vean tentados a llevar adelante este tipo de conductas. El tema pasa por tener la decisión política suficiente para apartarlos del camino.
–A propósito de voluntades políticas, River comenzó el torneo y sufrió un grave episodio de violencia a las puertas de su casa. ¿Desde que llegó a la presidencia hizo todo lo que debiera hacer un dirigente para luchar contra el problema?
–Hice todo menos transar, pero no descarto transar.
–Así expresado suena mal y la frase hasta se presta para un título de primera plana.
–Sí es así, empecemos de nuevo.
–Entonces, ¿por qué no explica lo que quiso decir?
–Yo creo que lo único que no se puede hacer es sostener prácticas violentas. A partir de ahí, desde el lugar que uno ocupa, se pueden generar pagos para represiones insoportables o intentar políticas de contención. Hemos intentado lo uno y lo otro. Nos hemos sentado con el ministro de turno, el legislador de turno, el comisario de turno, el secretario de Deporte de turno. Propiciamos ambientes y gestos para advertir que nos estábamos quedando sin actividad. El domingo del partido con Newell’s, para mí fue un día trágico. No sólo por una cuestión de conducta evangélica, sino porque debemos defender el negocio. Hicimos un esfuerzo enorme, agotamos las populares rebajadas a 7 pesos, se llenó de socios la platea San Martín alta, invitamos a mil niños de escuelas carenciadas...
–¿Quiere decir que todo eso quedó opacado por la violencia?
–Sí, basta leer los títulos de los diarios. Entonces, ahí uno se pregunta: ¿cómo seguís? Genera hasta miedo personal y dudas sobre para qué uno está donde está. Porque la impotencia consiste en saber que los ejes más profundos de la solución no pasan por nuestras decisiones, que pueden ser o no equivocadas.

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