DEPORTES › EL PELIGROSO ENCANTO DEL FUTBOL RUSO

“Los dirigentes siempre tienen que cuidarse de las bombas”

Nicolás Pavlovich, ahora en Banfield, cuenta su experiencia en el medio que se lleva jugadores en cantidad.

La emigración de los futbolistas argentinos se expandió a mercados impensados. Hasta no hace mucho, el jugador que tenía un camino recorrido en el campeonato local esperaba ofertas de las ligas italiana o española. Pero el mercado ruso se convirtió en un negocio difícil de rechazar. Contratos millonarios, con poderosos empresarios involucrados y diferencias económicas imposibles de equiparar, con pagos al contado, provocan el éxodo hacia una liga sustancialmente menor, de la que ni siquiera se ven imágenes por TV. El último, sonado caso, es el de Maxi Moralez, una de las estrellas del campeón mundial Sub-20 que, tras jugar la primera fecha del Apertura en Racing, emigró repentinamente al FC Moscú, tras una negociación que consumió apenas tres días y que implicó el pago de 7 millones de dólares.

Nicolás Pavlovich fue el protagonista de la primera gran transferencia de un futbolista argentino al fútbol ruso, en 2003. El delantero que hoy juega en Banfield recibió una oferta del Saturn de Moscú y decidió irse a un destino peculiar. “Estaba en Racing cuando me llamó mi representante y me dijo que tenía una oferta para mí, que era medio loca, pero que la escuchara. Me comentó que había unos rusos que habían venido a ver jugadores y pretendían que me fuera a jugar allá.”

–¿Se pierde un jugador argentino en el fútbol de Rusia?

–Sí, se pierde un poco. Pero yo creo que depende de cómo se adapte cada uno. Lo más difícil es al principio, acostumbrarte a esa vida, pero a mí me sirvió mucho a nivel cultural, conocés lugares increíbles. En cuanto al fútbol, lo peor son las pretemporadas, que son larguísimas, de tres meses, no se te terminan más.

–¿Qué diferencias hay?

–La económica es una gran diferencia, los 15 de cada mes se cobra sí o sí, el club te deposita el sueldo o te lo da en efectivo, como uno elija. Hay muy buenos premios contra los equipos más grandes, como Lokomotiv, CSKA o Spartak. Lo que más me sorprendió fue la organización: antes del comienzo del torneo ya estaba diagramado todo el fixture, con los días y los horarios. Algo que para nosotros es impensado.

–¿Cómo es la relación con los jugadores rusos?

–Al principio no me daban bola, ni me pasaban la pelota en los entrenamientos. Además, como al comienzo no entendía el idioma, no podía hablar con nadie fuera de la cancha. Era un club al que nunca antes habían ido extranjeros y me discriminaban, me hacían a un lado. Después, con el tiempo, fueron llegando más argentinos y fue distinto. Me acuerdo de que en una de mis primeras prácticas no me pasaban nunca la pelota, entonces me señalé la pechera y se la mostré a un compañero para que se diera cuenta de que era del mismo equipo. Cuando llegás te tantean, para ver si aguantás.

–¿Cómo es el vínculo con los técnicos? ¿Son autoritarios?

–Sí, nada que ver con la Argentina. Allá llovía muy seguido, entonces el técnico pedía que jugáramos los partidos con tapones altos. Un compañero al que le molestaban prefirió jugar con unos bajos. Pero en una jugada se resbaló y nos hicieron un gol justo por el lado que tenía que marcar. No jugó nunca más, pobre, el técnico pidió que lo transfirieran y se tuvo que ir. Son bravos.

–¿Los dirigentes también son personajes singulares?

–Sí. El presidente de nuestro club (Saturn) era el gobernador de la región, entonces siempre antes de que llegara venía un montón de custodios a revisar la cancha, para controlar que no hubiera bombas. Era increíble: llegaban los tipos a revisar cada rincón de la cancha, los vestuarios, las tribunas, todo... Sabías que al rato caía el presidente.

–¿Qué hay de cierto en el vínculo entre los clubes y la mafia?

–Se escucha que varios clubes son bancados por familias o grupos mafiosos, eso sí. Y en la vida en general, parece como se ve en las películas: ves en las avenidas los Mercedes custodiados por dos camionetas negras gigantes. Eso al principio te choca, porque, te repito, es igual que en las películas.

–¿En algún momento tuvo miedo de que le ocurriera algo?

–En un momento sí, tuve miedo. Allá es terrible el tránsito que hay, yo siempre viajaba en el metro. Un día, volviendo a mi casa, explotó una bomba a una estación de distancia. Ahí tuve miedo, dejé de viajar en el metro. Además, mi familia no se podía comunicar, esa vez fue feo.

Producción: Mariano Verrina


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