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Dos partidos muy distintos

 Por Pablo Vignone

Dos partidos muy distintos
Mientras el equipo argentino se desplaza sobre el césped del Gottlieb Daimler, al espectador más o menos crítico comienza a embargarlo la sensación de que, mientras Bielsa ve el partido como una sumatoria ínfima de partes de un rompecabezas, el hincha lo está viendo como el rompecabezas entero. Lo que para el técnico es una muestra de laboratorio, un útil ensayo de probetas –dos o tres de las once que tiene llenas en la cancha–, al hincha lo sumerge en sucesivos estadios de depresión –cuando advierte una formación inicial sin el lustre necesario– o de euforia -cuando esos mismos once hilvanan un entretenimiento apreciable– que se inclina hacia un lado a partir del resultado y de un funcionamiento más o menos coherente, que es la fotografía que cierra el partido.
Bielsa, como siempre, guarda su análisis íntimo, y lo que resulten ser sus conclusiones jamás alcanzarán la luz. Pero, más allá de los 90 minutos en los que el hincha siente haber perdido o aprovechado el tiempo, el técnico toma los dos o tres apuntes que le permitirán, seguro, finiquitar los detalles de su lista. Por eso, para él este partido era más –o menos, según se lea– que un Alemania-Argentina, un clásico entre dos de los cuatro colosos (fuera Italia y Brasil) del fútbol mundial. Para él, además de un formidable clásico que era mejor ganar que perder, el partido era otra cosa. Era Quiroga contra Bierhoff, o Gustavo López jugando a la derecha pese a ser más zurdo que la Pasionaria. Eran piecitas del rompecabezas general que está terminando de armar.
Así, mientras el hincha le pide brillantez –y ayer se la pidieron hasta los sacerdotes del resultado, como si además importara otra cosa–, Bielsa los deja correr, y ensaya cuestiones que parecen contra natura, como esa posición extraña de López. El hincha pide a gritos a Saviola; Bielsa está en otra cosa: ya sabe que Saviola no irá al Mundial y no sabe todavía si vale la pena llevarlo a López.
Aquella vieja idea que hace diez años graficó Alfio Basile en esta página (“el prestigio de la Selección Argentina hay que defenderlo hasta en los amistosos”) es, en este caso, un concepto accesorio. Lo mismo que el resultado: el 1-0 no defiende mejor el prestigio. Pero no le falta razón a Bielsa en lo que hace, aunque no complazca a la mayoría.

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