DIALOGOS › PROFESOR VLADIMIR DAVIDOV, 64 AñOS, DIRECTOR DEL INSTITUTO DE LATINOAMéRICA DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS DE RUSIA

“El giro a la izquierda fue una sorpresa”

Heredero de una vieja tradición académica y política de observación, Davidov es un visitante regular que maneja una institución que observa la evolución del mundo iberoamericano. Vista desde Moscú, la ola progresista latinoamericana resulta “lógica” pero a la vez inesperada. Lula, los Kirchner y Chávez. Las explicaciones sobre la “nueva” política rusa.

 Por Andrew Graham-Yooll

Desde Moscú

–¿Se puede generalizar la visión de nuestra región desde aquí? Por ejemplo ¿cómo nos ven ahora, en comparación con los noventa, una década que es el punto de referencia importante en el desarrollo reciente tanto de Rusia como de América del Sur?

–Nosotros pensamos que lo que ha ocurrido en años recientes es un cambio lógico, objetivo. Eso lo puedo decir a pesar de que el giro a la izquierda fue una sorpresa. Sí, una sorpresa. Pensábamos que éramos capaces de predecir esto que ha ocurrido, que teníamos suficiente información y estudio. Lo que ha sucedido es un rechazo del modelo neoliberal que no corresponde a las nuevas realidades. El costo social de los años noventa fue exagerado. El resultado del fracaso neoliberal que hemos visto es la apertura a una nueva opción, por una búsqueda. Nosotros consideramos que el giro a la izquierda es un proceso multifacético y durante este proceso van a perdurar, aunque quizás algunos de los sistemas no duren, y coexistir diferentes modelos. No está garantizado el éxito de este proceso en todas sus vertientes. Hay modelos que pueden tener éxito y otros que van a fracasar, como siempre en la historia, es parte de la experiencia. Pero yo pienso que es una búsqueda justa, una búsqueda que surge no solamente en América latina, sino que es extensiva a todo el mundo. Sabemos bien de las condenas del cambio de Francis Fukuyama, en su concepto del “fin de la historia”. Sin embargo, hemos visto que la historia no se termina.

–Fue un título bastante comercial y logró el impacto que buscaba.

–Reflejaba cierto tipo de pensamiento, el de la concepción neoliberal que lo que se había alcanzado hacia fines de los ochenta y comienzos de los noventa era para siempre, que ya no habría más cambio, porque en la competencia entre las potencias una había ganado. Para ese conservadorismo el año 1991 marcó el fin de las búsquedas y lo que vendría era lo único que se podía hacer. Resultó que no: y todo eso de referirse a la “verdadera” democracia como surgiendo del neoliberalismo y como lo único capaz de crear una economía competitiva, una economía dignamente integrada en la economía mundial y globalizada, no resultó. América latina nuevamente está en un proceso de dura búsqueda.

–Sí, otra vez la búsqueda, y esa exploración de lo que se puede lograr también representa un costo muy grande.

–Claro que sí, pero hablando de Argentina podemos decir que se mejoró la situación considerablemente. Bueno, eso se siente a nivel popular, no solamente en las capas medias, no solamente en las capas altas. Hablo de los niveles populares. Lo he visto así.

–¿Ha estado en Buenos Aires recientemente?

–Yo siempre estoy viajando por Argentina y Uruguay. Estuve en diciembre. El problema desde aquí (Moscú) es que el viaje es largo y costoso.

–Lo sé, Moscú está muy lejos de Buenos Aires. Lo cierto es que usted ve el cambio como algo positivo.

–El cambio en la Argentina en diciembre pasado era positivo. No es lo ideal, naturalmente, queda mucho por hacer, hay muchos problemas, pero hay un cambio hacia lo progresista. En conclusión, el cambio es progresista.

–Hubo cambios alentadores, como la apertura de las causas por los derechos humanos. A más largo plazo, preocupa cuánto va a quedar en forma de conocimiento en la sociedad, cuánta información va a permanecer instalada.

–Aquí el problema es diferente. La experiencia ha sido otra. En los momentos inmediatos al cambio (el fin de la Unión Soviética) hubo mucha información. Pero con el paso del tiempo se impuso el concepto de que al pasado no había que olvidarlo, pero por ahora no hay que tocarlo mucho. Ya comenzó aquí una corriente de revisionismo a comienzos de esta década. Es un revisionismo que se refiere al pasado reciente, a los años noventa. Se considera en los más variados círculos que Gorbachov y la Perestroika, seguido de Boris Yeltsin (1931-2007) fueron un desastre.

–Sin embargo, hay que ver la tumba de Yeltsin en el cementerio de Novodevichy, realmente es impresionante. No parece la tumba de un gestor de desastres. Recuerdo también, a mediados de los ochenta, cuando la primera ministra británica, Margaret Thatcher, proclamó después de su primera reunión con Gorbachov en Londres, que “con este hombre yo puedo hacer negocios”.

–Lo que pasó fue que Gorbachov, el último premier soviético, comenzó la Perestroika con buenas intenciones. Eso levantó una ola de entusiasmo popular que dejó una profunda impresión a lo largo de los noventa. Pero Gorbachov no fue capaz de mantener la línea de cambio. Perdió las palancas del cambio, perdió el control, y comenzó así un proceso espontáneo de rechazo. Yeltsin utilizó eso para retomar el poder, y después fue un desastre.

–Mirando a la gente en la calle, no hay duda de que hubo una recuperación. Vladimir Putin, cuando llegó al gobierno, dijo que el colapso de la Unión Soviética había sido el peor desastre del siglo para la población. El problema con esa declaración es que fue tomada en los medios occidentales como un blanqueo del estalinismo. Putin trató de aclarar que no era una condonación de los años terribles, pero para las nuevas generaciones había que ver el sufrimiento, el hambre y desempleo que causó el colapso.

–Por suerte la gente en la calle luego comprendió, se recuperó. Con Putin, gracias a Dios, comienza a partir de 2000 un proceso de recuperación, y de consolidación, y usted puede preguntar a cualquier ciudadano ruso si se siente mejor hoy o estaba mejor en 1997, y le va a decir que se siente mejor hoy.

–Volvamos a su visión de nuestra región.

–Ahora se ha reabierto el debate sobre derechos humanos. Yo creo que el pasado ha sido una lección muy dura, y por eso se puede pensar que no es posible una repetición del pasado reciente. No hay premisas políticas, sociales ni de valores, para que surja una nueva serie de golpes y dictaduras militares.

–¿Cuál es su interpretación de la actualidad en Venezuela? Existe un intento de imponer un sistema distributivo que no tiene antecedentes. Sin embargo, hay demasiadas fallas de gestión.

–Personalmente, no me convence el modelo que se instaló en Venezuela. Se trata de instalar un socialismo del siglo veintiuno, pero hay demasiados vestigios de un socialismo del siglo veinte. Yo soy hombre de convicciones socialistas, pero con una visión muy crítica. Pienso que todavía la humanidad no inventó un modelo adecuado a las realidades del siglo veintiuno, no hay un proyecto de sociedad económicamente justa y políticamente con derechos humanos adecuados. Eso queda para el futuro. Analizando con cabeza bastante fría la situación y el mecanismo económico que se está formando en Venezuela, no podemos decir que es un mecanismo eficiente, de ninguna manera. Yo no puedo ser juez, no quiero serlo. Pero como estudioso no puedo ver premisas para la construcción de una economía sólida, diversificada, una economía que sea rentable. Es una economía poco rentable. Hay muchas decisiones espontáneas, muchos cambios en el equipo de Chávez, hay mucha rotación, y no se crea una gestión sólida, no hay continuidad en la gestión. Por supuesto es una tarea difícil cambiar una sociedad. Eso hay que entenderlo. Podemos suponer que los ideales son justos, pero la ejecución de esas ideas, de esos planes, no es eficiente, falta viabilidad en el modelo.

–Bueno, entonces qué suerte que ve con buenos ojos a la Argentina.

–Sí, la Argentina ahora tiene ventajas comparativas que se revalorizan con la creciente demanda de alimentos, los precios van a crecer, y esa calidad de Argentina como potencia agrícola puede dar muchos frutos al país. El mercado mundial va a tener necesidad de comer todo, por más que existan dificultades momentáneas. Los chinos y la India quieren comer más y mejor, y no son capaces de satisfacer esa necesidad en forma autónoma. Por eso van a necesitar comprar más y más del exterior. Los pronósticos a largo plazo, preparados por gente muy calificada en diferentes partes del mundo, muestran que esta tendencia va a perdurar.

–Bueno, Rusia en este momento también está beneficiada como nunca por los precios del petróleo.

–Sí, por supuesto. Pienso que en Venezuela también, la gran ventaja de la gestión de Chávez es el petróleo y la capacidad de pago que tiene los salva de que la economía esté mal administrada.

–Pasemos a Brasil, donde la gestión del presidente Lula da Silva ha sido una revelación.

–En una forma equilibrada resulta que ha surgido un político muy hábil, inteligente, cuya política se basa en el arte de lo posible. La palabra “posibilista” no tiene un sentido muy feliz, pero en la vida hay que hacer lo que es posible, y no desperdiciar tiempo en esfuerzos en vano. Pienso que Lula quiere hacer esfuerzos para el provecho de una sociedad. Fue muy criticado, lo sé, desde la izquierda, y dentro de su partido, pero a fin de cuentas hizo mucho para su país, incluso en el ámbito social. Hay menos hambre en Brasil hoy en día, hay menos desocupación, menos pobreza. No se trata de una solución radical de esos problemas. Hay un alivio y un movimiento hacia delante. Pienso que eso es un gran mérito de Lula, de ser capaz de hacerlo a pesar de muchas dificultades. El problema de Lula es otro, la continuidad. ¿Quién viene después de Lula? Es un gran interrogante. ¿Cuál es la diferencia entre Brasil y otros países de América latina? Tengo la respuesta. Es que la oscilación política y social en la historia de Brasil es menor que las oscilaciones en la historia del resto de los países hispanoparlantes. A lo largo del tiempo, los dictadores no fueron tan severos ni tan sangrientos como en Argentina, como en Chile. Los giros a la izquierda no fueron tan radicales en Brasil como en otros países. Es un país más equilibrado.

–¿Cómo ven ustedes las perspectivas para la formación duradera de un bloque económico como el Mercosur?

–Yo sé que tanto en Uruguay como en Paraguay hay disgustos, porque son países más chicos que piensan que ganan menos que Argentina y Brasil. Pienso que es una situación inevitable. Mercosur no es un modelo deseable, y es una construcción inevitable. Eso en todos los sentidos porque en la economía globalizada el poder de negociación de un país, sea pequeño, mediano o grande no puede contraponerse solo a las presiones y los procesos externos. Entonces, lógicamente los países del Mercosur necesitan un poder de negociación colectivo, la suma de varios países. Brasil, un gigante emergente, una potencia del siglo veintiuno, es el único que podría negociar solo, junto con Rusia, India, China. Brasil inevitablemente organiza el espacio a su alrededor. Es un mercado que atrae intereses económicos de los vecinos, y ahora más todavía con el descubrimiento de petróleo. Entonces, el Mercosur es un proceso natural, no es algo evitable. Pienso que todavía no nos damos cuenta de lo que pasó en 2005, cuando la región rechazó el ALCA. Fue muy importante, y fue Brasil, como líder latinoamericano, el país que posibilitó detener el ALCA y promover otro proceso de integración sur americana, que es una alternativa. Bueno, hay disgustos, hay tensiones, seguro que pueden aparecer más. Pero a pesar de todo eso Mercosur es un tren que no se puede parar.

–El Instituto de Latinoamérica de la Academia de Ciencias de Rusia está instalado en un magnífico edificio, casi palaciego. ¿Cómo se trabaja aquí adentro?

–Los institutos en el resto de Europa, en comparación con nosotros, tienen una organización diferente. Aquellos están más bien vinculados con la docencia universitaria, cosa que combinan casi mitad y mitad con la investigación. En lo que se refiere a nosotros, nuestra casa se dedica predominantemente a la investigación, digamos que entre 80 y 90 por ciento de la labor aquí es investigación.

–¿Se estudia toda la región?

–Sí. Nosotros nos distribuimos en toda la región, en los 33 países, más España y Portugal. En ese sentido somos más bien iberoamericanos en nuestro interés. Publicamos folletos, editamos una revista trimestral en Moscú, Iberoamérica, en castellano. Editamos unos 15 libros cada año, tenemos una actividad considerable. Hay muchos estilos diferentes en los institutos de altos estudios de Latinoamérica. El modelo más cercano al nuestro es el del instituto en Hamburgo, Alemania. Pero ellos, más que nosotros, están vinculados con los negocios, con las empresas de su país, con las cámaras de industria y comercio, y otras agrupaciones industriales. Funcionan como un centro de consulta dentro de una entidad sin fines de lucro, como una fundación. Nosotros, en cambio, estamos financiados por el Estado, formamos parte de la Academia de Ciencias de Rusia, un organismo de 300 años. El instituto se creó en 1961. Y hay más de 300 institutos cubriendo todas las ramas de la ciencia en la Academia. Nosotros pertenecemos a la rama de las ciencias sociales y humanísticas, y dentro de esta división estamos agrupados los institutos que estudian el mundo exterior, Estados Unidos, Canadá, Europa, Africa y otros. El instituto central, el más grande, es el de economía mundial y relaciones internacionales. Dentro de la investigación académica tradicional, hacemos trabajos de consultoría para el gobierno, principalmente, y también para las empresas del Estado. La actividad docente es a nivel doctorado solamente. Tenemos 90 empleados, 50 de ellos investigadores con grado científico, y 30 estudiantes de doctorado, en su mayoría rusos, pero hay una pequeña parte, digamos un diez por ciento, que son extranjeros. Viene gente de México, Chile, etc. De Argentina por ahora no hay nadie, pero a la escuela de estudios internacionales, que vendría a ser una escuela de verano, ahí tenemos grupos argentinos, 30 o 40 personas por temporada, que pasan aquí dos semanas. Tenemos estudiantes de Córdoba y Rosario. Concurren a los ciclos de conferencias, que dictan estudiosos rusos, en castellano y portugués. La gente que concurre a estos programas parece muy satisfecha. De aquí surge una percepción de la región, de la economía y de la política internacional, en relación con los asuntos latinoamericanos.

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