DIALOGOS › MARIELA BELSKI, DIRECTORA DE AMNISTíA INTERNACIONAL ARGENTINA

Una nueva agenda de derechos humanos

A más de medio siglo de su fundación, la organización amplió sus temas y puso el énfasis en cuestiones de género, de salud sexual y reproductiva y de pueblos originarios. Por qué ahora toma campañas “locales”. Su relación con el Gobierno. El apoyo al acuerdo con Irán en el caso AMIA.

 Por Andrew Graham-Yooll

–A medio siglo del inicio de Amnistía Internacional, ¿qué es, qué representa? El comienzo coincide con lo más candente de la Guerra Fría.

–Al cumplir cincuenta años en 1961, Amnistía Internacional se replantea su modo y manera de trabajar. Históricamente se trabajaba con campañas, grandes campañas en momentos en que se consideraban solamente los derechos políticos individuales. Ahora se extiende la acción a los derechos sociales, un poco tarde, pero están en la agenda de trabajo. Esto se explica porque Amnistía desde su fundación es un movimiento de personas, donde cada uno hace un aporte a una causa de libertad individual en la que creen. La nueva agenda temática se define en una asamblea general en la que están involucrados o representados tres millones de personas, sí, tres millones, que Amnistía Internacional tiene como miembros en ciento cincuenta países. Amnistía no recibe dinero de ningún gobierno, desde un tiempo más reciente recibe de algunas fundaciones. Básicamente los fondos se reciben mediante contribuciones individuales. Esto significa que es muy independiente, muy transparente y la agenda está realmente determinada por la membresía. Fue muy arduo el debate con esa membresía en esa asamblea reciente para lograr incorporar los derechos económicos, sociales y culturales, dado que Amnesty tradicionalmente trabajaba para la liberación de personas detenidas o perseguidas, las campañas contra la tortura, presos de conciencia, libertad de expresión.

–¿Cómo han cambiado las campañas en torno de situaciones específicas?

–La primera campaña de la nueva etapa se llamó “Demanda Dignidad”. Amnistía desarrolla acciones por los derechos de las mujeres, cosa que incorpora derechos sexuales y reproductivos, violencia de género, que son puntos de atención muy fuertes, derechos de las comunidades indígenas, de las comunidades migrantes y grupos homosexuales. Básicamente la atención se dirige ahora a esos tres grupos. Esa es la nueva agenda de Amnistía, que amplía todo lo anterior dramáticamente. Tenemos que reconocer que llegamos un poco tarde al tema. Hay que aceptar que el debate sobre derechos humanos, especialmente en el “Sur”, ahora está instalado y hasta un poco superado, como también en Sudáfrica, en la India... están avanzados, por eso digo que Amnesty llega un poco tarde a los temas más amplios.

–Sería interesante saber cómo y en qué formas cambia la actividad.

–Se comienza a trabajar estos temas en su forma tradicional, que es a través de campañas específicas. Lo que AI ve en estos años es que el modelo de los orígenes y del “Norte” no puede funcionar exactamente igual en todas partes. En el “Norte” hay una mayor conciencia general de la problemática DD.HH. en un campo internacional mucho más amplio. En Inglaterra la gente se preocupa por lo que sucede en Siria, a la gente en Holanda le preocupa lo que pasa en Argentina...

–La mirada en los países que usted menciona es diferente e históricamente ligada a zonas de influencia, ex colonias, partes de antiguos imperios, o lugares donde han ocurrido grandes conflictos. Cuando yo empecé a interesarme por el “derecho humano” en 1970 en Buenos Aires, es decir, en una dictadura relativamente blanda, hablaba con abogados sobre DD.HH. y me respondían “sí, está todo bien, pero ¿vos de qué lado estás?”. Ese concepto está, en alguna medida, aún instalado.

–Interesante ese comentario... Yo creo que Amnistía tiene, a diferencia de otras organizaciones, y aquí en la Argentina, incluso en organizaciones de derechos humanos muy importantes que tienen muchos años trabajando, muy robustas, un trabajo de derechos humanos global. Todos trabajamos, todas las 57 secciones de Amnistía en todo el mundo, más otros modos de presencia más personales, todos trabajamos por un tratado contra el comercio de armas, trabajamos todos en la problemática de derechos humanos en Medio Oriente y norte de Africa, que es la prioridad. Después hay temas que surgen de acuerdo con la coyuntura local. En ese sentido Amnistía Internacional se encuentra con que es la organización de derechos humanos más importante en el mundo en el Norte, que en el Sur no tiene importancia. Y empieza a competir, o por lo menos a aparecer como entidad importante. La política establecida era que no se trabajaba en campañas por la libertad de connacionales, eso para no comprometer al miembro local. La sección argentina no podía trabajar por los derechos humanos en Argentina. Esa era la política de AI. La sección de Ghana no trabajaba en los problemas de DD.HH. en Ghana. Eso funcionaba bien en el “Norte”, pero en el “Sur” no, porque cuando al “Sur” se traía la campaña por Siria, la gente decía “yo no voy a meterme en una campaña así, ¿no ven lo que está pasando acá, lo qué pasa con las comunidades originarias en el norte argentino, la gente en la pobreza? Tenemos problemas serios acá”. Ese discurso se repite en toda América latina y más allá.

–En el caso de mis comienzos, yo sólo informaba. Lo importante era hacer llegar información a Londres, y era todo por carta vía aérea, o cuando las cosas venían muy pesadas era por telegrama.

–Otro problema, Amnistía se dio cuenta de que Inglaterra, donde comenzó en 1961, está muy lejos para muchos. Está muy lejos de donde pasan las cosas. En estos últimos años, AI toma la decisión de nombrar a un nuevo secretario general, Salil Shetty; lo contratan para elaborar un proceso de descentralización. Ese proceso se llamó “bajar al terreno”. El secretariado internacional deja de ser la única autoridad sobre todo y se comienza a crear nodos regionales. Hay una oficina en Johannesburgo, otra en Hong Kong, una en México, otra en Lima, estamos instalados en Buenos Aires desde 2011. Así se esparce la representación pero entrando en acción en todo el mundo. México cubriría Centroamérica, Lima cubriría la región andina, y ese modelo asegura que estamos más cerca de las situaciones y se puede reaccionar más rápido, desburocratiza la organización, que hoy es muy burocrática, y se decide que las secciones pueden trabajar en temas de relevancia local. Para el “Sur” es un gran cambio. Esto porque cuando uno trabaja en la problemática de una comunidad local y también se trabaja en la crisis en Siria, ya se cubren las dos situaciones con mayor impacto.

Esto cambia el modelo de trabajo. Obviamente que las investigaciones de Amnistía, que siempre fueron tan prestigiosas y sobre ellas se construía una campaña, se siguen recopilando en Londres, pero mucho más en colaboración con las secciones regionales. Hay independencia en las investigaciones pero también se busca trabajar en colaboración. Lo que también se hizo fue diseñar un mapa geopolítico de la situación de derechos humanos y política mundial, para ver a qué secciones era interesante apostar más económicamente porque tenían más influencia regional. Argentina es una de ellas. La Argentina es una sección, junto a México, que AI tiene como prioritaria en América latina, por su importancia geopolítica. Argentina, como país, tiene mucha influencia en las decisiones que se toman en toda la región en materia política y de derechos humanos. Esto por la labor de lobby que puede hacer el país.

–¿Cuál es el trabajo de lobby que se puede hacer, y el trabajo que se puede hacer con el Gobierno?

–Todas las secciones trabajan en la campaña contra el tráfico de armas, que es el tema en América latina, Medio Oriente y norte de Africa. Lo que cada país decide me obliga a mí a decidir cómo y en qué profundizar el lobby o la acción, y eso surge de la incidencia que tiene mi país en los diferentes gobiernos regionales, según las relaciones diplomáticas, de comercio o tradiciones compartidas. Entonces, Irán para nosotros es una prioridad, porque Argentina tiene una relación con Irán. Palestina e Israel, prioridades también, porque Argentina tiene un vínculo histórico y de presencia humana con Israel. Siria, por el tipo de relación comercial que tiene Argentina con Israel. Y así vamos seleccionando los países donde podemos tener un efecto. Obviamente no son todos, pero otra sección en otra región puede explorar sus posibilidades. Chile hace lo mismo, Perú también, y así vamos trabajando. Esa sería la agenda global. Después, cada sección tiene su agenda local fijada por la coyuntura. Tiene que ser un tema que esté en la agenda internacional de Amnistía. No puedo trabajar en la despenalización de la marihuana, por ejemplo. No es un tema que Amnistía siga.

–Dígame en este momento cuál es un tema relevante para la Argentina...

–La problemática de las comunidades originarias. La campaña de salud sexual y reproductiva nosotros la bajamos al aborto, porque la coyuntura argentina está puesta en aborto. También la campaña en torno de migrantes y refugiados, porque en Argentina se ha avanzado en el derecho que han adquirido. Trabajamos en violencia de género, un tema que en la Argentina se ha atendido tradicionalmente. Con España trabajamos en los que fueron víctimas del franquismo. Hay una conexión y la causa hoy la tiene la jueza Servini de Cubría. Trabajamos en lo que atañe a impunidad, y en memoria, verdad y justicia, haciendo seguimiento de las diversas causas.

–¿Significa que ha ido cambiando la estructura de los equipos de trabajo?

–AI siempre tuvo un “jefe de campaña”, un campaigner en inglés, cosa que en Europa hacía que los miembros llevaran los temas a la calle a explicárselos a la gente; eso aquí no funciona. Por eso concentramos ahora el trabajo en los “lobbies”, en la relación con el Gobierno, con el Congreso, con los ministerios. Apuntamos a que el Gobierno, la Cancillería, lleve temas a las Naciones Unidas, por ejemplo. Hablamos mucho en Cancillería con la oficina de derechos humanos, también con la de armas y desarme. AI produce una increíble cantidad de información respecto de temas, causas y países. Interactuamos con mucha gente.

–Eso nos lleva muy puntualmente a la declaración de Amnistía de aprobación del acuerdo con Irán en el caso AMIA.

–Me parece importante relatar que la posición de Amnistía expresada el 21 de febrero respecto del memorándum fue una observación técnica. Amnistía no puede apoyar ninguna acción de gobierno en una coyuntura. Esto puede ser difícil de explicar en un país como el nuestro y tampoco es cuestión de parecer ingenuo. Amnistía se expresa, en algunas cuestiones la agenda va a coincidir con la del Gobierno y en algunas no. Aplaudimos al Gobierno en lo que nos parece bien, como es el caso muy específico de la reapertura de los juicios contra miembros de la dictadura (en parte, usted lo sabe, así nació Amnistía Internacional en Argentina). En el caso del memorándum enfatizamos que AI no toma posición a favor o en contra de ningún gobierno, dijimos que “el memorándum de entendimiento parece indicar la voluntad de ambos países de que se avance en la causa del atentado a la AMIA, que dejó 85 muertos, al permitir que se lleven adelante actos judiciales pendientes. Aunque de ninguna manera garantiza el éxito en la investigación, crea una oportunidad de avanzar hacia la Justicia y reparación para las víctimas. Las indagatorias son actos de máxima importancia, imprescindibles para que pueda elevarse la causa a juicio oral y para dictar sentencia”. Eso, entre otras observaciones puntuales. Por otra parte somos muy críticos del Gobierno en su política en materia de aborto y salud sexual y reproductiva, pero más en cuanto a aborto. Avisamos cuando vamos a ser críticos. Lo de Irán no fue un apoyo al Gobierno, fue una opinión que sentimos necesario emitir.

–Hay que explicar, entonces, cómo se llega a ciertas decisiones u opiniones.

–Esa es la parte más burocrática de AI. Para el comunicado se habló con los equipos de trabajo en Londres, que se especializan en Irán, Israel, Estados Unidos, con todos los que tenían algo que decir al respecto. Incluso se sacó este comunicado a pesar de que AI tiene una relación muy difícil con Teherán porque Irán no permite el ingreso a AI. Lo que entendimos es que la causa está detenida; mientras no se indague a los sospechosos, la causa no iba a avanzar; el memorándum permite que el juez viaje y eso permite que la causa se reabra... No hay certeza pero es una oportunidad. Si no avanza la causa, AI también va a poder denunciar a la Argentina o a Irán en espacios internacionales. Vamos a monitorear la causa de toda forma posible. Vamos a acercar al Gobierno informes internacionales acerca de cómo debe ser la comisión de la verdad, nuestras posiciones respecto a estos temas, etc. Y la gestión va a ser de modo colaborativo, no vamos a tratar de imponer experiencias de AI.

–¿Cuánto tiempo se van a dar para el desarrollo de un proceso, no digamos completarlo?

–Esa es una pregunta interesante porque el memorándum no establece plazos, es un memorándum que representa lo que se pudo hacer. Uno entiende que se está negociando con Irán. Si se negociara con otro país probablemente se podían establecer plazos y condiciones, pero esto es con Irán. Sin embargo entendemos que en dos meses tendría que haber una respuesta de Teherán, también del Gobierno. Es mucho tiempo. Amnistía tiene como política que las víctimas tienen que participar. Deberían ser consultados respecto de las personas que forman parte de la comisión de la verdad. Por lo menos, las víctimas deberían tener confianza en los miembros de la comisión de la verdad. Tiene que haber cierta legitimación por parte de las víctimas. Una cosa que quisiera aclarar es que nos vinieron a ver algunas víctimas que están a favor del memorándum, y Amnistía da respuesta a estos contactos. Es nuestro estilo. Pero en este caso tenía que ver con que Amnistía vio el memorándum como presentando una posibilidad, y si no avanzaba según todo lo que leíamos, las cosas simplemente quedaban como estaban.

–Deben tener alguna labor en este momento en la que se están concentrando...

–Estamos haciendo un monitoreo de las circunstancias de la violencia de género. Estamos haciendo una especie de “mapeo” de causas judiciales vinculadas al femicidio y viendo cuál es la respuesta de los jueces en cada caso. Lo que va a surgir de esto en acción conjunta con la Defensoría es un informe que ofrezca un análisis que va a cruzar estándares internacionales de derechos humanos que deberían considerarse en las causas de femicidio y lo que realmente sucede en nuestro país cuando los jueces tienen en sus manos el expediente de este tipo de causas. Después quizás armemos una campaña de información basada en los datos obtenidos.

Después viene nuestra participación en una acción global que tiene AI, que es una campaña que se llama “mi cuerpo, mis derechos”, que busca que cuando se haga la conferencia internacional de desarrollo y población en el 2014 (Cairo+20, una campaña que se lanzó hace veinte años), habrá que repensar todo lo que se habló e hizo en 20 años. AI, con otras organizaciones quiere que en esta conferencia se incluya toda la problemática sobre derecho y salud sexual y reproductiva de jóvenes. Se busca dar una participación importante a los jóvenes. AI está estimulando mucho el trabajo y la investigación de jóvenes en temas de derechos humanos.

–¿Y dónde se lleva esa campaña para su implementación práctica?

–En Argentina nosotros lo tradujimos a lo que es el tema del aborto. Estamos pidiendo que nuestros legisladores debatan la despenalización del aborto en el Congreso. Estos son debates que se dieron hace dos años sobre el tema, y después nunca más se debatió.

–¿Se frenó el debate por reservas morales o religiosas, o hay que tomar en cuenta otras razones?

–Nosotros explicamos el tema como muy ligado a lo que hace a la salud. El problema es cómo se lleva, cómo se traduce, cómo se explica. Creemos que en este momento se necesita un debate de amplio, serio, participativo, transparente, con varias voces y todos los componentes posibles para que el debate informe seria y realmente. No queremos una pelea política, buscamos un debate.

–¿Se puede lograr eso en una situación donde el desacuerdo es tan profundo?

–Las diferencias son más bien morales y son tomadas más desde un punto ético. Cuando uno explica a quiénes se dirige nuestra preocupación, cuando uno explica el punto de vista desde la salud pública, de las estadísticas, quiénes son los más afectados, cuando uno explica cómo se podría prevenir, me parece que se puede entender mejor desde otro lugar. Nosotras, y no lo hacemos solas sino también con el movimiento de mujeres, con la campaña por el derecho al aborto legal y seguro, con muchas organizaciones que trabajan estos temas, y realmente lo que queremos lograr es que se debata, que haya un intercambio de ideas, buscamos ese espacio, no político para matarnos entre todos, sino para poder expresar diferencias...

–Los grupos provida arguyen que la intención de matanza ya está instalada con sólo mencionar el tema...

–Eso es respetable, las posiciones son muy extremas, los antiabortistas tienen una mirada que tiene que ver con la existencia de vida a partir de la concepción, pero se tiene que poder debatir desde la realidad de los hechos, sociales y de salud, más allá del argumento acerca de cuándo una persona es un ser. Tienen que tomar parte los médicos, abogados, académicos, legisladores, las mujeres que se han arriesgado, todos. Se necesitan datos. Aquí en la Argentina es difícil tener datos precisos y certeros, hay datos que están, hay muchos que faltan y son fundamentales para desarrollar políticas públicas de prevención. Necesitamos tener ese espacio, para debatir toda vez que haga falta, para poder tomar alguna decisión al final. Si no se crea un espacio de debate es muy difícil. También es cierto que éste es un reclamo de las organizaciones de mujeres en los últimos años y ya es una causa argentina.

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Imagen: Rafael Yohai
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