DISCOS › UNIVERSAL REEDITO TITULOS CAPITALES DEL ROCK LOCAL

La nostalgia remasterizada

La serie de CD’s a precio económico abarca un amplio arco de estilos e incluye un par de “primeras ediciones” en formato digital.

 Por Eduardo Fabregat

El rock argentino siempre rinde. Lo supieron las discográficas de los ’60, cuando el éxito de La Balsa y la primera línea de ro-ckers locales demostró que había vida más allá del Club del Clan y los muñecos que aparecían en Alta Tensión, Voltops, Tip Top y demás Popstars de la prehistoria. Lo supieron los milicos que, guerra de Malvinas mediante, en 1982 prohibieron todo “cantable” en inglés y auspiciaron el Festival de la Solidaridad que produjo el primer enfrentamiento serio de opiniones entre los músicos del “movimiento”. Lo supo Daniel Hadad, cuando en 1999 –en una decisión comercialmente inteligente, pero además coherente con su ideología– hizo lo mismo que Galtieri y compañía y le dio forma a La Mega, una radio en la que el inglés también está prohibido. Lo saben, también, quienes observan que casi la mitad de los discos vendidos este año corresponde a repertorio argentino, y los impulsores de megafestivales como La Falda o la inminente segunda edición del Quilmes Rock. Más allá de los vaivenes económicos del país, más allá de sus propias idas y vueltas artísticas, la marca “rock argentino” vende.
Ya el año pasado el sello Sony había encarado, tras la serie de recopilaciones Obras Cumbres, la reedición de un catálogo variopinto que incluía a ejemplares como Manal, Pescado Rabioso, Color Humano, La Máquina de hacer Pájaros, Aquelarre, Soda Stereo, Sumo, Charly García o Divididos. Ahora le tocó el turno a Universal, que acudió a los archivos de la vieja Polygram y especialmente el sello Interdisc (pregunta: ¿por cuántas manos diferentes pasó ya el sello Interdisc?) para lanzar su propia serie de puro rock nacional, en formato digipack, a precio económico y con sonido remasterizado por Osvel Costa. El asunto va de Andrés Calamaro a Rata Blanca, de Alejandro Lerner a Illya Kuryaki, de Fricción a Miguel Abuelo y de allí a García, GIT, Nito Mestre y Spinetta Jade: un muestrario bien heterogéneo.
Así planteada, la colección dirigida por Sebastián Epeloa y Marcelo Moscheni tiene sus obviedades, sus aportes y sus hallazgos. Algún incunable, incluso: en ese rubro puede contarse El tiempo es veloz, segundo disco solista de David Lebon, hasta ahora inédito en CD. No es una perla menor, sobre todo si se tiene en cuenta que el primer paso del Ruso tras el flashazo de los cuatro años de Seru Giran incluye grandes canciones grabadas casi en soledad: allí está el rock furioso de No confíes en tu suerte y la furia contenida de Sin vos voy a estallar, la redondez cancionera de Tiempo sin sueños y la belleza final de El tiempo es veloz. El apartado de “primera edición en CD” alcanza también a Alejandro Lerner y La Magia, debut de un tipo que, más allá de cualquier apreciación sobre sus canciones, puede hacer gala de una carrera impecable e inteligente. El CD rescata primeros éxitos como Nena neurótica, Por un minuto de amor y Mil veces lloro, pero también momentos incomprensibles como El increíble Isaac.
Entre lo demás, hay para todos los gustos. Para quienes quieran recordar la versión Nito Mestre de Sui Generis en aquel show en Montevideo de 1982 (compilada con canciones de Escondo mis ojos al sol y Nito, en Esperando crecer), y para quienes quieran practicar el estilo headbanger con los Magos, espadas y rosas de Rata Blanca; para el funk de IKV (Chaco), el rock básico del debut Viejas Locas y las baterías latosas de GIT. Eso sí: no siempre el sonido cubre las expectativas. Aunque los discos de Charly García (nada menos que Clics modernos y Piano Bar) mejoran notablemente el sonido original, una audición comparada de Privé (Luis Alberto Spinetta), Bajo Belgrano (Spinetta Jade), Fricción (recopilación de sus únicos dos discos en la que, inexplicablemente, falta el oscurísimo Entre sábanas) o Acariciando lo áspero y La era de la boludez (Divididos) no revela mayores diferencias sonoras. Todo tiene su razón de ser: durante mucho tiempo, en los estudios argentinos se grabó como se pudo, con el equipamiento que había, con el reloj corriendo y, más de una vez, utilizando cintas usadas. Y un remasterizador puede conseguir mejoras, pero Sadaic no contempla milagros.

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El tiempo es veloz (David Lebon) esperó 20 años para llegar al CD.
 
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