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El ingreso de los Red Hot Chili Peppers al mundo del rock adulto

La adrenalínica banda californiana acaba de publicar aquí “By The Way”, un CD que marca el punto de mayor tranquilidad de su carrera.

 Por Esteban Pintos

¿Es ésta la banda de tatuados atiborrados de anabólicos, sexistas y maleducados, capaces de todo arriba de un escenario, fanáticos practicantes de la religión P-Funk, cuya música para sacudir cabezas marcó la década del noventa? Transcurren los primeros minutos de By The Way, el nuevo disco de Red Hot Chili Peppers y, a excepción del tema que da nombre al cd –un clásico RHCP pleno de adrenalina rítmica, bajo profundo y aceleración constante–, brotan canciones que inducen al interrogante. Con una respuesta inmediata: sí, son ellos, aunque ahora posean mayor complejidad melódica, con guitarras acústicas o levemente distorsionadas y arreglos vocales que remiten, indefectiblemente, a los Beach Boys.
El nuevo disco de una entidad rockera con la mayoría de sus integrantes (el bajista Flea, el cantante Anthony Kiedis, el baterista Chad Smith) a punto de cumplir 40 años, y con casi dos décadas de historia como marca registrada del sonido de la costa oeste de los Estados Unidos, pone blanco sobre negro frente al drama existencial de una banda masiva y global cuyo público se renueva y acumula constantemente, tan popular en Argentina como para vender más de 100.000 placas de su anterior edición, Californication. El drama que suele aquejar a personajes de este tipo es cómo volverse viejo sin perder el ojo de tigre, el riesgo de un sonido patentado que los mantiene y posiciona como unos modernos Rolling Stones del funk blanco, y a la vez combinar una vida de limusinas y hoteles cinco estrellas con la ¿necesaria? actitud rocker.
Anthony Kiedis dio en el blanco cuando le preguntaron sobre el tema. En una reciente entrevista Rolling Stones dijo: “La gente tiene miedo de envejecer, es una lástima... Especialmente en esta ciudad, todos crean un aura negativa sobre la belleza de la vejez. Todos están mortalmente asustados con eso de cumplir años, pero es tan lindo volverse viejo...”. Algo de eso flota en las 16 canciones del CD, un compendio de pequeñas historias sobre desengaños amorosos, apuradas descripciones de la vida en California (la televisión, el plástico, los latinos, la playa, el calor) y retratos de un circo urbano que, a veces, parece apenas la escenografía de una gran película sin director responsable. El tópico asomaba en Midnite vultures, el último disco de Beck, otro habitante de la zona. Los Angeles como metáfora de un estilo de vida en donde el arte de la simulación y el “verse bien” va relacionado con el mito de la eterna juventud.
Puede decirse, con certeza, que la música firmada por Red Hot Chili Peppers desde 1983, potenciada en su impacto mundial luego de la edición de BloodSugarSexMagik en 1991 (el momento de su irrupción en Argentina, por ejemplo), contenía la pulsión joven propia de los que se quieren comer el mundo. Aquello era funk rabioso y anfetamínico (funk-core), impregnado de sexo y drogas, capaz de provocar temor y al mismo tiempo seducción. Piénsese en “Give It Away” y “Suck My Kiss” por ejemplo. Canciones como una pedrada, ideales para sacudir la cabeza. Pues bien, han pasado más de diez años de aquello, los Peppers tocaron tres veces en Buenos Aires (curiosamente, con tres guitarristas distintos, Marshall, Navarro y Frusciante), mucha agua corrió bajo el puente, y resulta cierto que lo que asomaba en el perfectamente pop Californication, se impone. Cierto gusto por la melodía y los arreglos vocales, presente en el doble platino en Argentina, termina de hacerse patente en las canciones de By The Way: las guitarras y los coros de Frusciante –definitivo en la conversión sonora pos-Dave Navarro– ganan protagonismo por sobre el bajo centelleante de Flea y la monolítica base que conforma junto a Chad Smith. Todo un cambio. No hace falta tener los bíceps del teñido bajista o el gigantesco baterista para hacerse notar, es la moraleja. Frusciante es el fan que llegó a la banda cuando estaban a la deriva, fue corresponsable del sonido infeccioso de Bloodsugar..., no soportó la exposición pública, se envolvió en drogas para escapar de eso y regresó a la casita de los viejos para convertirse en la verdadera estrella de la banda. Su impronta domina el sonido general de un disco que se permite la melancolía y los guiños-Wilson por sobre cualquier bravuconada. Canciones como “Universally Speaking”, “The Zephyr Song” y “Tear” sirven de muestra. Fluyen, incluso acarician, pocas golpean. El spaghetti latino bautizado “Cabrón” llamará la atención porque parece hecho en broma, pero no tanto: bien podría integrar una seguidilla radial junto a “Desfachatados” de Babasónicos, por ejemplo. A propósito, By The Way es el comienzo en la era de la madurez en una banda que había hecho de la prepotencia joven un emblema.

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Los RHCP tienen aquí un público fiel, desde hace una década.
 
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