ESPECTáCULOS

La fábula de un iraní enbusca del sonido interior

El notable film “El silencio”, del director Mohsen Majmalbaf, será exhibido hoy por la señal I-Sat, en el marco de un ciclo de cine de calidad llamado “Los mejores estrenos off-Hollywood”.

 Por Luciano Monteagudo

La crisis que en estos días acorrala a la exhibición del cine independiente –a causa de la devaluación casi no se pueden recuperar costos, ni siquiera tratándose de un film exitoso en la boletería– ha llevado a los distribuidores locales a buscar nuevos caminos para su material. Es el caso de la compañía Primer Plano, poseedora de un importante fondo de catálogo, integrado por títulos de grandes directores, como el francés Alain Resnais, el iraní Abbas Kiarostami, el japonés Takeshi Kitano y el chino Tsai Ming-liang, entre muchos otros, que ahora tienen un nuevo espacio de difusión todos los miércoles a las 23 por la señal de cable I-Sat, en un ciclo que se ha dado en llamar “Los mejores estrenos off-Hollywood”. Con presentaciones a cargo de los críticos Alan Pauls, Diego Battle y Diego Lerer, ya se han exhibido Nadie me quiere, de la bomba alemana de la comedia, Doris Dörrie; Genealogía de un crimen, del chileno (radicado en Francia) Raúl Ruiz; y hoy es el turno de El silencio, un film del realizador iraní Mohsen Majmalbaf que pasó injustamente inadvertido por la cartelera local en ocasión de su estreno y que esta noche tiene la oportunidad de tomarse revancha.
Junto con Kiarostami, el otro gran nombre del cine iraní, consagrado en el circuito de festivales internacionales, es el de Majmalbaf. Nacido en 1957, Majmalbaf –el padre de la adolescente Samira, autora de la notable La manzana– militó de joven en una organización opositora al régimen del Sha de Persia, lo que le valió cinco años de prisión, hasta que fue liberado con el triunfo de la revolución islámica. A comienzos de los años ‘80, comenzó a dirigir cine y se convirtió en el realizador más popular de su país, al punto que el propio Kiarostami dirigió un film –su obra maestra Primer Plano (1990)– que no sólo tiene a Majmalbaf como figura destacada sino que está inspirado en un episodio real que vivió el propio director a causa de su fama. En la Argentina, sólo se habían conocido dos de sus films: El ciclista (1988), exhibido en la Sala Lugones, y Gabbeh (1996). El silencio –por el cual Majmalbaf recibió el premio al mejor director en la Mostra de Venecia’98– vino a completar el amplio panorama del cine iraní que descubrió Buenos Aires en el último tiempo y abrió el camino para el estreno, a comienzos de este mismo año, de Kandahar, su vibrante retrato de la marginación que sufren las mujeres afganas.
Filmada en la pequeña República de Tadzikistán, vecina de Irán (donde Majmalbaf ha venido sufriendo problemas de censura), El silencio está planteada a la manera de una fábula, con tres referencias culturales como fuente de inspiración. Las dos primeras, más evidentes, son las de Ludwig van Beethoven y el poeta persa Omar Jayyam, y la tercera, más secreta, la obra del cineasta georgiano Sergei Paradjanov (1924-1990), autor de films deslumbrantes como Caballos de fuego y Ashik Kerib. De Beethoven, Majmalbaf toma el leitmotif de la “Quinta Sinfonía”, que abre la primera escena del film, cuando unos ominosos golpes a una puerta suenan como los célebres cuatro acordes iniciales de la obra. Esos golpes –los de un propietario que viene a reclamar el pago del alquiler de la vivienda– resonarán una y otra vez en la memoria de Jorshid, un niño ciego, que mantiene a su madre con su oído absoluto, trabajando como afinador de un viejo luthier, fabricante de instrumentos autóctonos.
De la poesía de Jayyam, El silencio –un film paradójicamente riquísimo en sonidos– toma su tema más famoso y central: la celebración de la vida en el instante mismo de vivirla, sin atarse al pasado o inquietarse por el futuro. (Este motivo reaparece en El viento nos llevará, de Kiarostami). Unas niñas que viajan con Jorshid en ómnibus se aprenden unos versos de Jayyam de memoria, pero Jorshid los pone en práctica, cuando se despreocupa tanto de lo que sucede en su casa como lo que le puede pasar en el trabajo. Jorshid está por perder ambos, pero no puede resistirse alflujo constante de la vida y se abandona al presente, siguiendo una música que invariablemente se le escapa y que siempre parece ir unos pasos por delante de él.
Lo que parece estar buscando Jorshid es su propia voz, su sonido interior, más allá del inagotable tapiz sonoro que el mundo tiene para ofrecerle. Esta relación entre la naturaleza y el arte, entre tradición folklórica y recreación artística está en el centro del film de Majmalbaf, un film eminentemente poético, metafórico, pero que a pesar de su sencillez narrativa resiste cualquier intento de simplificación o de interpretación unívoca. Hay un raro, bello misterio en El silencio. Esa belleza, ese misterio remiten al cine del georgiano Paradjanov, de quien Majmalbaf –tanto aquí como en su anterior Gabbeh, donde una leyenda representada en un tapiz cobraba vida– parece haber tomado ese placer por la celebración del color y del detalle, por las raíces folklóricas como fuente de nuevas, infinitas rapsodias.
En los próximos miércoles se podrán ver Ginger y Fred, de Federico Fellini, con Marcello Mastroianni y Giulietta Massina (el 24/7); Madre e hijo, el film que marcó la consagración internacional del gran director ruso Alexander Sokurov (31/7); Violent Cop, dirigida y protagonizada por Takeshi Kitano (7/8); La eternidad y un día, del griego Theo Angelopoulos, ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes (14/7); Marius y Jeanette, del marsellés Robert Guediguian; y Madame Bovary, de Claude Chabrol, con Isabelle Huppert como la inmortal heroína de Flaubert (28/8).

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“El silencio” de Majmalbaf es, paradójicamente, un film riquísimo en sonidos.
 
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