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En realidad, ¿qué se está negociando con el FMI?

En el ida y vuelta con el Fondo, a diferencia de sus antecesores, Roberto Lavagna tiene la virtud de que negocia con el organismo, aunque no mucho pese a las apariencias. Evitó el drenaje de divisas, pero no alteró la lógica del ajuste.

 Por Claudio Scaletta

El ministro Roberto Lavagna, a diferencia de sus antecesores, negocia con el Fondo Monetario Internacional. Esto es, no acepta incondicionalmente todas las propuestas que “bajan” del organismo. ¿Pero qué negocia realmente el ministro? La imposibilidad de que Argentina pague su deuda en el mediano plazo y de que el FMI aporte fondos frescos cambiaron el escenario.
Si se toma el contenido estricto del borrador de la carta intención, la conclusión es que nada ha cambiado. Allí están las demandas de siempre: más ajuste y más impuestos en un contexto recesivo, aumento de tarifas para las privatizadas, avance sobre la banca pública, levantamiento de las restricciones cambiarias, eliminación de retenciones. Sin embargo, algo ha cambiado. La cuestión fiscal, a pesar de alguna pirotecnia cruzada, parece haber dejado el centro de la escena. El trabajo sucio ya fue hecho por la inflación, que redujo los números del presupuesto en un 30 por ciento. Esto lo sabe el equipo económico y lo reconocen sottovoce en el propio FMI.
“No se si tienen realmente idea de la inviabilidad de más ajuste”, consideró el economista Alfredo Eric Calcagno, “pero saben que ahora tienen algo que perder, por ejemplo, una baja en la calificación de riesgo del Banco Mundial y esto los compele a llegar a un arreglo, un punto que Roberto Lavagna está usando muy bien a su favor. Además, las condiciones en América Latina cambiaron y, sobre todo, se trata de un acuerdo en el que no habrá dinero fresco de por medio. Que no tengan que poner dinero les permite ser más laxos”, concluyó.
Pero si en el corto plazo no se trata de la receta clásica de más ajuste para pagar deuda, ¿qué busca el Fondo? Una interpretación posible es que los estados nacionales, a pesar de su debilidad creciente, todavía conservan su capacidad de regulación para generar negocios. Esto es, para decidir quienes gestionan los sectores dinámicos de la economía. Y en la Argentina el nuevo núcleo dinámico es el sector exportador. La racionalidad del levantamiento de las restricciones cambiarias y al giro de divisas al exterior se vuelve más evidente. En la misma línea, el avance sobre la banca pública representa el traslado a la banca internacional de la gestión financiera de las exportaciones.
Pero, aunque la carta de intención presente como un hecho estas medidas, Lavagna da señales de resistencia. Ayer sostuvo que todavía no hay acuerdo sobre el nivel de ajuste e, incluso, subió la apuesta al afirmar que estudia una baja transitoria en el IVA. Esto significa menos superávit fiscal y, paradójicamente, un mejor posicionamiento para renegociar una quita de la deuda. Una “peor” situación fiscal resulta consistente con menores pretensiones de los acreedores.
“A esta altura es difícil discernir que se está discutiendo”, afirmó el economista de la CTA Martín Hourest, “sin embargo, aunque algunas medidas de la carta de intención sean hoy claramente inviables, como por ejemplo el avance sobre la banca pública, sirven para crear ‘un sentido común de época’”. Hourest describe así la actitud de “dejar temas planteados” para que sean incluidos en la agenda de discusión con el próximo gobierno.
Mientras tanto, la discusión pasa por lo urgente: el giro de divisas al exterior, las restricciones cambiarias y el aumento de tarifas a las privatizadas. “No es posible prever qué terminará concediendo el ministro Lavagna, pero hasta ahora se ha mostrado como un fenomenal prestidigitador que hace pasar por concesiones cuestiones que ya fueron concedidas”, señaló Hourest. Si finalmente los aumentos de los servicios se sitúan entre un 10 y un 15 por ciento, en vez del 20 o 30 que “pide el Fondo” en su rol de vocero de sus socios europeos, será un logro de la negociación, aunque los servicios habrán aumentado de todas maneras.
La otra pulseada es la política cambiaria. A pesar que los controles establecidos por Lavagna frenaron la transformación del superávitcomercial en fuga de capitales y a pesar de que Economía se resista todavía a una liberalización inmediata, Lavagna tampoco parece tener en este punto mayores diferencias conceptuales con el FMI. Lo mismo ocurre con el dólar. Aunque la actual cotización es considerada como un piso, nadie quiere la divisa a 7 pesos. En cualquier caso, lo que diferencia a Lavagna de sus antecesores es que negocia con el Fondo y además lo hace con más cintura, aprovechando al menos parcialmente el poder implícito del gran acreedor. Los resultados por ahora no son muchos. En su haber se cuenta la mayor prudencia para evitar el drenaje de divisas; en el debe, no haber alterado la lógica del ajuste.

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