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Para Federico Ariente, entre sus secuestradores “había policías”

El joven cordobés, liberado en la noche del martes, dijo que los secuestradores lo mantuvieron drogado, que eran “entre 25 y 30” y que entre ellos había uniformados. La policía dijo que hay dos detenidos desde hace dos días.

 Por Horacio Cecchi

Después de 17 días oculto en el escenario de las sombras y tras un cúmulo de versiones de diferente tono, Federico Ariente habló y dio detalles de su cautiverio. Dijo que sus secuestradores lo mantuvieron drogado, atado y con los ojos vendados, y que creyó que sería asesinado cuando por dos veces se frustró el pago de los 400 mil pesos. Sorprendió su precisión al asegurar que en la banda había uniformados y que estaba integrada por entre 25 y 30 miembros. Tras su liberación, la policía realizó más de diez allanamientos y reveló que desde hace unos días mantenía dos detenidos supuestamente vinculados con la banda. Federico agregó su impronta personal a uno de los casos de secuestro más curiosos (“atípico”, según confiaron los especialistas): aseguró que de ahora en más irá armado y dispuesto a “volarles la cabeza” a los delincuentes, y dio consejos a futuros secuestrados. Pidió la pena de muerte. “¿Para tus secuestradores?”, le preguntaron. “No, ellos me trataron bien, sólo puedo agradecerles.” El final fue a todo trapo: “Voy a trabajar para devolver la plata”, dijo la víctima, casi sintiéndose culpable.
Federico fue liberado el martes, alrededor de las 23.30, en el barrio Bajo Palermo, al sur de la capital cordobesa. Sus captores lo arrojaron de un auto, con los ojos vendados y atado, y cortó sus ligaduras con una piedra. Luego intentó detener a algunos automovilistas, caminó unas cuadras, llegó a una casa sobre la calle Temístocles Castellanos 1345. Golpeó a la puerta y dijo: “Soy Federico Ariente, el que tenían secuestrado”. La dueña de casa, Viviana Sibarolo, vio su rostro (“estaba un poco más flaco que en las fotos”, dijo ella), lo reconoció enseguida y le abrió la puerta. “Fue muy emocionante lo que nos pasó”, dijo más tarde Sibarolo.
La mujer llamó inmediatamente a la familia Ariente y a la policía. Quince minutos después, pasaba a buscarlo el jefe de la Brigada Antisecuestros Juan Carlos Nievas. A las 2 de la madrugada, Federico estaba de regreso en su casa. Previamente, declaró ante la policía. “Todo indica que no salió de Córdoba capital”, señaló el jefe de la policía cordobesa, Jorge Rodríguez, quien ordenó operativos de rastrillaje en diferentes puntos de la ciudad y en las rutas de salida.
“Se hicieron diez allanamientos en la zona periférica sur –reveló una fuente policial a Página/12–. Secuestramos dos vehículos, una Ford Ranger 4x4 totalmente adulterada y un Ford Focus, equipos de comunicación y algunos documentos. Hay dos detenidos desde el fin de semana pasado, Antonio y Emilio Pisoni, vinculados con el secuestro como partícipes secundarios.” Los investigadores siguen la pista de un delincuente con historial en Córdoba, conocido como “el Porteño”. “Tiene antecedentes por robo –aclaró el investigador–. Llegó a torturar niños para que sus padres revelaran dónde estaba la plata. No es el jefe de la banda sino de una célula local con contactos en el resto del país. Esto es como un partido de fútbol, tienen varios jugadores e invitan a otros y arman el partido.”
La investigación se extendió a territorio bonaerense. En realidad, desde el primer llamado, más de un día después del secuestro, un pedido de la Justicia cordobesa dio intervención al juzgado federal de San Isidro a cargo de Roberto Marquevich, debido a que ese llamado se realizó desde la localidad de Don Torcuato. Fuentes judiciales revelaron que ese mismo juzgado, mediante datos proporcionados por la Bonaerense, realizó “veinte allanamientos en Villa Bosch, pero no se encontró nada”.
Ayer, mientras la policía cordobesa, los federales de Delitos Complejos y la fiscal Ana María Lucero Ofredi buscaban desarmar la madeja y armar el rompecabezas, Federico relataba a los medios su experiencia. Dijo que una camioneta lo siguió la noche del secuestro antes y después de la fiesta a la que asistió en la localidad de San Roque. Al retirarse con su novia, Lucía, la camioneta los chocó. “Eran cuatro hombres. Nos pusieron pasamontañas y me golpearon con un arma en la cabeza para que no mirara”,sostuvo. “El camino no era sinuoso, viajamos un poco más de una hora y nos metieron en una casa –aseguró–. Después se llevaron a mi novia.” Relató que durante los primeros días lo trataron bien, lo mantuvieron con los ojos vendados y dopado con pastillas, pero cuando por dos veces se frustró el pago del rescate lo llevaron a un descampado, le apoyaron una pistola en el cuello y le dijeron “gringo, sos boleta”.
Aunque su padre, Raúl Ariente, manifestó que “a la familia en ningún caso le llama la idea de una revancha ni la idea de buscar a quien hizo esto. Estamos conformes con que nuestro hijo vuelva a casa”, Federico sostuvo lo contrario: “A partir de ahora voy a tener un juguetito (un arma) y si tengo la oportunidad les vuelo la cabeza. Tu vida pende de un hilo, porque a algún delincuente se le puede cruzar algo y te disparan por nada. Habría que tomar medidas severas para estos casos”. Esas medidas, según el propio Federico, consisten en “que se implante la pena de muerte”. “¿Para los que te secuestraron?”, le preguntó el periodista de TN. “No, para esta gente no –respondió–. A ellos sólo puedo agradecerles estar acá con vida.” Dio consejos a futuros secuestrados: “Quédense en el mazo, obedezcan, y no miren a la cara. Si no son boleta”.
Sorprendió cuando precisó que en la banda había uniformados (“conocían a todos los policías de civil y de uniforme también. No son cabos sino alguien más importante porque estaban enterados de todos los movimientos”), y que estaba integrada por “25 a 30 hombres”. Pero sorprendió más cuando prometió que trabajará “para recuperar los 400 mil pesos”.

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